LII. La cafetería de las confesiones

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23 de septiembre

Adriana me mandó ubicación de la cafetería donde habíamos quedado por la tarde. Fui a entrenar y le pregunté a Alejandra cómo ir hasta allí. Se ofreció a acompañarme hasta la parada de bus, así que cuando acabamos me duché y de allí salimos hacia fuera de la urbanización. Me indicó cómo ir y volver. Y allí me quedé sola esperando el bus. Tendría que acostumbrarme antes o después a moverme sola por la ciudad. La cafetería estaba cerca de la Plaza España y la localicé al instante. Entre tanta gente no localizaba a Adriana por ninguna parte, subí a la parte de arriba de la cafetería y vi una mano levantada que saludaba, allí estaba. Se levantó y nos abrazamos.

-¿Cómo estás bonita?

-Muy bien, adaptada al ritmo de las clases. Por lo menos esta semana ha reducido el número de veces que han hablado de la Selectividad. ¿Y tú?

-Bien, tengo ya que empezar a pasar apuntes, pero me lo tomo con calma. Acabamos de empezar. Tenemos que hablar.

Esas tres palabras juntas me provocan un poco de pánico. A ver con que me sorprende.

-¿Qué ha pasado?

-Pau y yo estamos un poco preocupados por Mateo. Bueno, ya te dije el otro día lo que pensábamos. ¿Le has dado a entender algo?

-¿Qué?

Me pilló un poco por sorpresa su pregunta.

-No, no. Hemos hablado como amigos, las veces que he hablado con él han sido igual que cuando hemos estado los cuatro.

-Confío en ti, Valentina. Pau dice que cada día está más raro, no lo había visto así ni cuando estaba con Clara.

-Adriana, todo esto me parece raro. Su madre me invitó el otro día a su casa y él me trajo en el coche, me lo encontré de casualidad en el partido. Quizá él esté interpretando cosas que no son así, pero no me gustaría hacerle daño a nadie.

-Es que ya irás conociendo a Victoria... Es la madre de Pau y la quiero mucho, pero cuidado con ella. Quizá se le pase, si él no te ha expresado nada es porque no está seguro de lo que sientes. No quiero que por esto dejes de venir con nosotros, eh.

-Algo te ha pasado con la directora, eh.

-Si me cuentas tus sentimientos actuales, te cuento lo que me pasó con ella.

-¿Una confesión, por otra?

Ella asintió con la cabeza. Parecía que el destino me lo estaba poniendo fácil para que le contase mi inquietud con respecto al viernes, pero tenía que ser precavida.

-Antes de venir a España, tenía una relación con Marco, pero al enterarse de que nos mudábamos se rompió todo. Fue un capullo básicamente. Luego, vine aquí y estoy conociendo a alguien que vive en la urbanización.

-Qué calladito te lo tenías. ¿Y te gusta?

-Sí, se llama Pedri.

-Anda como el jugador del Barcelona, pero ¿os habéis liado ya?

Asentí con la cabeza. Entendí por esa frase que no sospechaba que pudiera ser él.

-Y parecía tímida...

-Pero no puede salir de aquí, porque todavía no somos pareja ni nada.

-Tranquila, confía en mí. Ahora entiendo tu actitud con lo de Mateo.

-A ver, Mateo es atractivo, pero mi cabeza está en otro sitio, ¿sabes?

-Te entiendo tanto. Me alegra que me lo hayas contado. Lo prometido es deuda, mi historia con Victoria es larga, pero no quiero aburrirte. Cuando Pau y yo todavía ni nos imaginábamos que llegaríamos a estar juntos, salíamos como amigos y muchas veces iba a buscarlos. Desde aquel entonces, su madre desconfiaba de mí porque según ella era mala influencia. Es cierto que tengo contactos en pubs y discotecas desde joven, pero yo no obligaba a nadie a salir. Bueno, una de esas noches, Mateo se fue con Clara y nos tocó al resto cuidar a Pau, las chicas del grupo se organizaron en taxis y me tocó llevarlo a su casa. Llevaba una borrachera increíble y gracias a que se durmió en el taxi. Cuando llegamos a la puerta, lo desperté y bajamos, Pau y yo empezamos a decir tonterías porque yo también iba animada. Total que no quería entrar en casa y le dije que me tenía que ir a casa que me estaba haciendo pis, él pesado no quería meterse, hasta que decidí mear en el jardín que hay en frente de su casa, con tal mala pata que justo su madre salió en ese momento y me vio en acción. Pau empezó a abrazar a su madre y a pedirle por favor que me quedara en su casa. Desde ese momento no me ha vuelto a mirar a los ojos del mismo modo.

-Dios, madre mía. ¿Sabe lo vuestro ahora?

-Supongo que sí y no creo que le haga ninguna gracia.

-Imagínate su cara al verme.

Reí. Después de su confesión, me sentía en un ambiente más cómodo para plantearle lo del viernes.

-Oye lo de la cena del viernes, me encantaría ir, pero antes de que me lo dijeseis, Pedri me había dicho de ir a su casa y no sé cómo solucionarlo. Me gustaría ir con vosotros, pero también me apetece lo otro.

-No hay problema, Valentina. Seguro que podemos quedar más findes, tranquila. Yo te excuso con cualquier cosa ante los demás.

-Muchas gracias, Adriana. De verdad.

-Ahora ya sabes que soy la nuera indeseada de Victoria, además de Adriana.

-¿Y qué tal tus otras amigas?

-Muy bien, la verdad. Aunque cada una estudia una carrera diferente y no nos vemos mucho durante la semana.

-Entiendo, es normal.

El resto de la tarde con Adriana se me pasó rapidísima, se ofreció a acompañarme a casa, pero cogí un taxi de vuelta. En el trayecto, le escribí a Pedri.

-Buenas tardes, vecinito. ¿Cómo ha ido? Estoy volviendo a casa. ¿Ya sabes qué peli veremos mañana?

Y cerré los ojos, seis clases, fin de semana y una noche por delante con Pedri. No podía pedir más, solo que el tiempo pasase rápido hasta ese momento. 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora