XCIV. Medias verdades

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31 de octubre

El teléfono volvió a sonar y antes de responder miré fijamente a Gavi. Él me hizo una señal como que respondiera. Allá vamos.

-¿Pedri?

-Valentina. Lo siento por lo de antes. Ya hablaremos cuando vuelva ¿Vale? ¿Qué querías contarme?

Me quedé callada.

-Vale. Nada que ayer estuve en una fiesta y me encontré con tu compañero Gavi.

-¿Con Gavi? ¿Y eso?

Me quedé callada. Gavi me seguía mirando y empezó a mover la pierna derecha.

-Estaba en el mismo sitio que nosotros.

-¿Y os saludastéis?

-Sí, justo estaba buscando a Cristian cuando lo encontré.

-Veo que no pierdes el tiempo, vecinita. Me voy y ya encuentras a otro.

Cerré los ojos.

-No digas eso, sabes que no es verdad.

Gavi me preguntó por señas si hablábamos de él y asentí con la cabeza.

-Es un chico atractivo y le pareces atractiva.

-Pedri, es tu amigo.

No iba a ser capaz de contarle lo que pasó después de la fiesta así que decidí cortar eso cuanto antes.

-Y tiene ojos igual que yo.

-Nos saludamos y me fui con Cristian. Solo fue un saludo.

Al escucharme Gavi empezó a caminar y se echó las manos a la cabeza.

-¿Solo tenías que contarme eso?

-Sí, bueno que me lo pasé muy bien con Cristian, ya te contaré mejor cuando vengas.

-Vale, me alegra que te lo pasaras bien. Llegare mañana por la noche. Te llamo cuando llegue.

-Hasta mañana, vecinito.

Colgué el teléfono y me levanté a dar vueltas.

-¿Y ahora qué?

No contesté. Había sido una cobarde por no contarle la verdad.

-No podía decírselo Gavi. Después de encontrarnos contigo en el restaurante, hubieron ciertos comentarios. No creo que fuesen celos, pero sé que si le contaba la verdad iba a ser peor.

-¿Peor que mentirle? Yo no voy a decir nada, pero ¿y Éric qué? ¿Le tocará encubrirnos?

Me volví a sentar. Era alargar el malestar, al final se lo tendríamos que acabar contando.

-Se me ha ocurrido algo, Gavi.

-A ver, cuéntame.

-Cuando vuelva, podemos planear una cena con más gente y cuando tengamos la oportunidad se lo contamos los dos. En persona creo que será mejor. ¿No?

-No es mala idea.

Me volví a sentar en el sofá. Gavi miró por la ventana.

-Ya es de noche, ¿quieres que te acompañe a casa?

Me quedé en silencio.

-Oye, no es que quiera que te vayas.

-No, no te preocupes. Puedo llamar a mi madre y que venga a por mí.

-Quédate, pido algo para cenar y pensamos bien en cómo decírselo.

Gavi me avisó de que iba al baño y luego pediría la cena y yo me tumbé en el sofá. No sé si estaba actuando bien, pero me apetecía quedarme allí. Al fin y al cabo, no hacía nada malo. Intenté relajarme.

POV Gavi

Me eché agua en la cara varias veces y me calmé antes de salir del baño. Me jodía que Valentina no le hubiese dicho la verdad, pero me fastidiaba más aún no quitarme de la cabeza el sueño que tuve con ella la noche anterior. Al salir del baño, vi que se había acostado en el sofá. ¿Por qué Pedri estaría celoso de mí? Sería incapaz de hacer algo con ella por muchas ganas que tuviera, eso solo quedaría en mis sueños. Mientras llamaba a la pizzería para pedir la cena me acordé del contacto de mi mano con su piel, sentí una electricidad extraña y recé para que ella no sintiese nada. Era mejor así, una batalla perdida desde el principio. Me sentía muy cómodo con ella, pocas chicas son capaces de abrirse y mostrarse vulnerables ante un chico y ella lo hizo sin problemas. Pedri es muy afortunado de haberla encontrado y yo solo puedo aceptarlo.

Mientras ella descansaba, fui a cambiarme de ropa y le llevé una manta. Me senté en el otro sofá y me quedé mirándola. No seas capullo, no seas capullo, no seas capullo. Llegó la cena y salí a por ella. Cuando volví, Valentina se había movido y parecía más dormida. No quise molestarla y estuve con el móvil, hasta que llego el fatídico mensaje.

Ey hermanito! ¿Qué pasa? Me ha dicho Valentina que te vio. Saltándote las normas...

Mierda...

Antes de responder fui a levantarla, la llamé pero no reaccionaba, entonces le toqué suavemente el brazo.

-Valentina...

De repente sentí como sus manos se apoyaban en mis brazos. Otra vez aquella sensación. Abrió los ojos y al darse cuenta de que era yo, apartó sus manos. Olvídate de ella, pensé. No me quedaba otra.

-¿Cenamos? 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora