LXXIV. Dos dosis de realidad

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6 de octubre

-Santa Madonna! Sei come una cortigiana veneziana.

-Ma dai, sono una dama milanese.

La cara de Chiara al ver el vídeo por tercera vez en estos días era indescriptible. Me comparó a las inteligentes cortesanas venecianas, ya me gustaría tener la misma inteligencia que Verónica Franco, pero no era el caso. Días después de lo ocurrido tenía que enfrentarme a la parte final de todo este lío que yo sola había creado. Chiara me había ayudado a idear el plan, donde y cuándo desvelar la verdad, hipotetizar las posibles reacciones e incluso ser capaz de actuar en caso de emergencia.

-¿Todo claro, Val? Ya sabes que voy a estar toda la tarde pendiente del móvil, cuéntame cuándo todo acabe y mucha suerte.

-Gracias, Chi. Luego te llamo.

Fui al cuarto de baño para maquillarme y terminar de hacerme el pelo. Pedri me había dicho de pasar la tarde juntos, pero le había dicho que viniera a casa a cenar. Mi madre estuvo de acuerdo y así habíamos quedado. La excusa para salir de casa era un trabajo que tenía que hacer con Cristian. A la hora acordada, Mateo pasó a por mí, entré al coche y una fragancia me envolvió. Él no se acercó a besarme y lo preferí. Llegamos a la cafetería y nos pusieron en una esquina apartada de gente. Él se pidió un café y yo un té.

-Pensaba que te ibas a animar con unas cervezas.

-Acuérdate de cómo acabamos el otro día con dos cervezas.

Reí. Pasó su brazo por mi espalda y empecé a ponerme nerviosa. Debía esperar al momento oportuno. Tenía ganas de que todo ocurriese pronto.

-Te veo inquieta, ¿estás bien?

-Sí, sí. Ha sido un día un poco raro. Pero estoy bien, no te preocupes.

-¿Quieres que hablemos de lo que pasó el otro día?

Aguanta un poco más, Valentina.

-Tú primero.

-Me asusté al ver que te habías ido, estaba disfrutando tanto que no pensé en como estaba siendo para ti.

Nos trajeron las bebidas y sentí su mano en mi pierna. Respiré profundamente. E intenté controlar la situación.

-No quiero precipitarme con esto y me gustaría ir poco a poco.

Él asintió. Los dos bebimos en silencio. Retomó la palabra pocos segundos después.

-Vale, pero ¿estaría bien que terminaras lo que empezaste, no crees?

Le miré a los ojos, esto no me lo esperaba de él, pero ya lo había previsto. Si lo quería así, lo iba a tener. Sentí sus labios en mi hombro. Había llegado el momento. Me acabé el té. Y repasé todo mentalmente antes de empezar a actuar. Volví a respirar. Puse mi mano en su mejilla y lo besé brevemente. Me separé y él se acercó para volver a besarme. Sonreí y giré la cara. Me volvió a besar en el hombro y vi que lo tenía donde quería. Puse mi mano por su pierna y me levanté.

-¿Dónde vas?

-Sígueme.

Le guiñé el ojo y me levanté. Cuando comprobé que me seguía, me dirigí hacia el baño de chicos. Cuando entré no había nadie, así que me metí en un baño y cerré el pestillo. Él se abalanzó sobre mí y empezó a besarme. Le dejé hacer. Espera un minuto más. Notaba sus manos por mi cuerpo y con los ojos cerrados conté los segundos que pasaban. Cuando el tiempo se cumplió. Lo senté en la taza. Él se desabrochó el pantalón y yo sonreí.

-Tengo una sorpresa para ti. Cierra los ojos.

Me quité el pañuelo del cuello y se lo até en las manos.

-Me pones a mil.

Me acerqué a él con su boca me besaba allí donde podía. Me senté encima de él y noté su erección. Subí y bajé varias veces y él gemía. Le besé el cuello y me aproximé a su oído.

-Esto es lo más cerca que vas a estar de mí. Scacco matto.

-¿Qué dices, Valentina?

Me levanté, saqué el móvil y le di a reproducir el vídeo. Su cara cambió por completo al ver y escuchar sus confesiones. Pero fue peor al verse masturbándose.

-¿Qué coño has hecho, Valentina? Borra eso ahora mismo.

-Lo tengo en la nube y en dos dispositivos más. Se acabó tu jueguecito. Nunca más te vas a entrometer entre Pedri y yo. Júramelo.

-No te pienso jurar eso en la vida.

-Pues tú decides. ¿Qué pensaría Joan o tu madre si se expandiera este vídeo en el insti?

-Me has engañado todo este tiempo, eres lo peor.

-Chantaje con chantaje se paga. Déjame en paz y este vídeo nunca saldrá a la luz.

Mateo movió sus manos con fuerza y se desató. Me acorraló en una pared y pegó un puñetazo. Salió de allí sin decir ni una palabra. Me sentí ganadora, pero me entraron ganas de llorar. Había tenido que pagar un precio alto por acabar con esto y si Pedri se enterase sería mi perdición. Mateo había recibido su dosis de realidad.

Volví a casa en taxi y Pedri aún no había llegado a mi casa. Fui a ducharme y cambiarme de ropa. Me estaba poniendo la ropa interior cuando escuché la voz de Pedri.

-¿Dónde estabas vecinita?

-En la ducha.

Me giré y su mirada estaba fija en mis ojos. Estaba serio y yo no sabía como reaccionar.

-¿Y antes de venir a casa?

-Con Cristian haciendo un trabajo.

-¿Sí? ¿Y me puedes explicar que es esta foto?

La segunda dosis de realidad cayó como un jarro de agua fría sobre mí. No contesté y Pedri pasó dentro y cerró la puerta de la habitación.

-Si no me lo explicas, esto se acaba aquí. 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora