LVIII. Las consecuencias de las malas decisiones

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25 de septiembre

-Valentina ¿Dónde estás?

-Hola, yendo a casa. Llegaré en unos minutos.

Intenté parecer lo más normal tranquila.

-¿Quién está llevándote a casa?

-En cuanto llegue haré lo acordado.

-Joder, Valentina, contéstame a la pregunta.

-Sí, papá, voy con un amigo.

-¿Cómo que papá? Si estás con él, bájate ahora mismo.

-Sí, tranquilo ya voy.

-Valentina no estoy de broma. Bájate del puto coche.

Mateo miraba de reojo la conversación y creo que intuía que algo no iba bien. Estábamos entrando a la carretera que llevaba hasta la urbanización.

-Dame 5 minutos y todo arreglado.

Y colgué. No sé cual iba a ser su reacción, pero no podía seguir aguantando esa situación. Mateo me preguntó si iba todo bien y tuve que fingir que era mi padre y que necesitaba que hiciese algo urgente en casa. Él aceleró el ritmo con el coche y yo por dentro rezaba para que Pedri no nos alcanzara. Sé que ellos se habían quedado en el bar. Conduciría Fer y conduciría rápido también. Espero que por mi bien no estuviera echando más leña al fuego. Mateo intentaba darme conversación, pero le contestaba con monosílabos. Mi mente solo daba vueltas y vueltas a lo que había pasado con Pedri, me asustaba lo que iba a pasar a continuación.

-Perdona Mateo, pero mi padre es muy insistente y hasta que no lo haga no se quedará tranquilo.

No sé si lo creyó o no, pero no me dio más conversación. Parecía serio. Cuando entramos ya en la urbanización vimos a un coche adelantarnos por la izquierda a toda prisa, sí, era el coche de Fer. Fantástico.

-Mateo, métete en la siguiente calle a la derecha y entraremos por detrás, así puedo acceder por la puerta del jardín.

El finde pasado vi a mi padre descargar la compra por esa puerta, es la manera más rápida de entrar al comedor. Chica lista.

Giramos y en dos calles estábamos allí.

-Muchas gracias por el viaje Mateo.

-Nos veremos pronto, Valentina.

Bajé y cerré la puerta del coche. Saqué las llaves y busqué la de la segunda puerta, no había utilizado esa llave así que me entretuve un poco. Crucé la casa y salí por la puerta principal. El coche de Fer estaba en frente de su casa. No estaban dentro de él así que toqué al timbre. La puerta se abrió de inmediato y entré. Pedri estaba sentado en las hamacas, estaba bastante enfadado, diría que no lo había visto así nunca. Al verme, se levantó y caminó hacia mí.

-No podía delatarte, tenía que disimular.

Sin intercambiar palabra, me cogió del brazo y fuimos a su habitación. Llegamos y cerró la puerta.

Se quedo mirándome fijamente a los ojos. Estuvimos varios segundos en silencio. No era capaz de articular palabra al verlo así.

-¿No tuviste suficiente con lo del bar?

-Pedri no escogí yo que me trajese a casa, fue Adriana.

-Podías haberte negado y cogido un taxi, incluso esperarte y venirte con nosotros.

-¿No crees que todo eso sería más sospechoso?

-Me da igual, Valentina. Te estoy diciendo que no puedo soportar verte con él y has estado sola con él en el coche hasta aquí. No me jodas.

-No hago las cosas por hacerte daño, Pedri. Ya te dije en el baño como fueron las cosas.

-Si te vuelvo a ver con él, se lo diré. Me da igual si se hace público lo nuestro.

-¿Sí? No sabes ni lo que estás diciendo.

-¿Por qué? ¿Te avergüenza estar conmigo?

-Qué tonterías estás diciendo. Mi vida cambiaría por completo y creo que tengo derecho a mantenerla en privado.

-Tienes razón, vecinita.

-Lo siento, Pedri. Ni ha sido planeada una cosa ni otra por mí, quedo con Adriana no con los demás.

Sin responderme vino y me abrazó. Sentirlo me relajó un poco más.

-Se me hace un poco difícil todo esto, chiquita.

-¿El qué?

-No poder tener una relación normal. Cosas que me gustaría hacer y no puedo.

-Bueno, pero es tu sueño y eso compensa todo lo demás. A mí no me importa.

-Me encantaría ir a por ti al instituto, conocer a tus compañeros, hacer lo que me apeteciese sin pensar en las consecuencias.

-Lo importante es que estamos juntos y semanas atrás hemos salido a cenar, a la playa...

-Te prometo que buscaré más planes para hacer juntos.

-Me parece bien, pero en esta habitación también estoy muy bien.

Pedri me fue empujando poco a poco hacia la cama.

-¿Mañana tienes partido, no?

-Sí, ¿Vendrás a verme?

-Sí, claro. Dicen que el día antes del partido no debes hacer esfuerzos...

-Se supone. Pero siempre hay excepciones...

Tocaron a la puerta.

-Mi hermano tiene el don del oportunismo.

Nos reímos. Le abrió la puerta y salió a hablar con él. Consulté mi móvil y vi que Adriana me había hablado.

-¿Has llegado bien a casa? Mateo le ha dicho a Pau que te notaba muy seria. ¿Ha pasado algo?

-Sí, todo bien. Ya hablaremos con tranquilidad.

Pedri entró de nuevo a la habitación y nos sentamos en la cama.

-¿Vas a ir a cenar a casa?

-Supongo que sí. No le he dicho nada a mis padres.

-Vale, pues había pensado una cosa. ¿Sabes jugar a la play?

-Podría intentarlo.

-Venga vamos.

Hicimos el intento de jugar porque no sabía manejar bien el mando. Mis padres me llamaron y le dije a Pedri que era mejor que me marchara ya. Decidió acompañarme a casa. Avisó a Fer de que saldríamos y luego paso su brazo por mis hombros y salimos.

-Mañana me llevará mi hermano al campo, habíamos pensado que os podíais venir con nosotros. Los cristales están tintados y así Fer os puede guiar con el tema de las entradas.

-Se lo comentaré mañana a mis padres. No sé quien vendrá conmigo.

-Piensa que después podemos volver juntos y si te apetece podríamos hacer alguna cosa. ¿Una cena en el restaurante de Marc?

-Eso suena genial. Pero tendría que cambiarme.

-Nos daría tiempo, así que no te preocupes.

Llegamos a mi casa y nos despedimos en la puerta. Entré a casa y mis padres preparaban ya la cena. En el fondo sentía que no se había solucionado del todo y que Pedri intentaba disimularlo. Pero eso no lo descubriría hasta más tarde. 

La clave (Pedri González) [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora