Capítulo 16

966 54 10
                                    

Los días han sido lentos. Demasiado lentos. Han pasado dos semanas desde la última vez que vi a todos. Roxy no se ha pasado ni una vez por mi casa, lo cual se me hace extraño, Jay me ha invitado a que lo acompañe a hacerse todavía más tatuajes, Chase no deja de escribir acerca de ese delicioso helado de vainilla con chispas de Nutella y Tobías... Pues no sé nada de él. Claro, si no tengo su número de celular, ni él el mío y no me paso por sus rumbos, pues es de esperarse que no sepa nada de él.

Este tiempo que he pasado sin verlo me ha servido para pensar un poco, para poder responder tantas preguntas: ¿qué estoy haciendo?, ¿qué quiero ganar con esto?, ¿puedo dejar que esto llegue a más que coqueteos y deseos incumplidos?, ¿por qué lo deseo?, ¿qué haré si él me desea a mí?... Bueno, he intentado responderlas, pero no tengo la respuesta de todas, o de ninguna más bien.

Suelto un gruñido y lanzo la libreta con todos mis apuntes a la puerta de mi habitación que se burla de mí, que me dice que la abra y encuentre la mejor excusa para verlo, pero antes de que la libreta se estrelle contra la madera, la puerta se abre y la libreta se estrella justo en el rostro de mi padre.

—¡Lo siento! —Digo poniéndome de pie y cubriéndome los labios con las manos. — Lo lamento de verdad, ¿estás bien?

Mi padre se queda ahí unos segundos, con los ojos cerrados, la nariz roja y los lentes, que ahora tienen una pequeña grita en el cristal izquierdo, torcidos.

—¿Se puede saber por qué hay libretas voladoras en tu habitación? —Me mira con las cejas alzadas.

—No puedo concentrarme.

—Es porque has salido demasiado con Roxy, ¿verdad? Tanta fiesta no te deja estudiar.

Apoya el codo en el umbral de la puerta y se pellizca el puente de la nariz con los dedos. Como he dicho, mi padre suele dejarme hacer mis propias decisiones y cometer mis propios errores, sin embargo, eso no le quita el miedo de que fracase en la vida y mi situación económica sea tan difícil como fue la de él en un principio. 

—No te preocupes, papá. Estoy bien, al igual que mis notas. Iré a la biblioteca un rato, tal vez lo que me tiene desconcentrada es llevar tanto tiempo en mi habitación.

—Bien. Yo saldré un momento, ¿necesitas algo?

Niego con la cabeza y sale de mi habitación. Suspiro mientras me coloco los zapatos. Estoy tan cansada. Estar tan desconcentrada ha sido la razón para que cada tarea me tome el doble de tiempo de lo que normalmente me tomaría.

Me subo a mi auto y conduzco hasta la gran biblioteca municipal. La verdad es que sé que venir aquí no me ayudará mucho, sé que me concentro mejor estando en completo silencio y en completa soledad, pero necesitaba salir de mi habitación, cambiar de aires.

Tomo asiento en la mesa donde suelo sentarme, esa que está hasta el fondo y solo tiene dos sillas, abro mi libro y comienzo a leer, apuntar, leer, apuntar.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando de pronto, justo detrás de mi oído y en un suave susurro escucho:

—Así que es cierto. Las chicas buenas e inocentes aún van a la biblioteca a leer algún aburrido libro... Aunque, tú muy inocente no eres, ¿verdad?

No puedo evitar sonreír ante tan inesperada visita. Me muerdo el labio inferior para no soltar una risita estúpida, pero las mejillas me arden y el hecho de que me guste que esté aquí no me gusta nada.

—Y, ¿tú me estás siguiendo o cómo me has encontrado?

—Un pajarito me dijo que podrías estar por aquí. —Su voz aún en un susurro detrás de mí retumba en mis oídos y jamás creí que una voz pueda hacerme sentir tan nerviosa. Después de unos segundos añade: —También me ha dicho que use condón.

Enamorada Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora