Capítulo 37

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—Quiero saber a dónde vamos. —Digo observando la ciudad que poco a poco se va quedando atrás por la polarizada ventana.

—Que ya casi llegamos. —Su tono es frustrado, pero la sonrisa en sus labios no se la quita nadie.

—Y, ¿qué harás con tu moto? —Pregunto aceptando que no me dirá a dónde vamos y dejándome caer en el cómodo asiento.

—Dan se encarga.

—¿No lo has despedido?

Me voltea a ver confundido y el pulgar que juega con mi muslo se detiene, pero sólo por un segundo.

—¿Por qué lo despediría?

—No sé... Estabas tan molesto ayer que...

—Estaba molesto con la situación, y tal vez con Dan igual por no ser más rápido, pero al final sé que nada de lo que él hubiera hecho hubiera sido suficiente si tú no estabas de acuerdo. Dan es bueno con lo que hace, no me gustaría tener a nadie más.

—¿Sabes que le he dado dinero dos veces para entrar ahí verdad? —Pregunto alzando una ceja, un poco culpable por estar delatándolo, pero queriendo que Tobías sepa todo.

—Sí, le he dado permiso de aceptar dinero solamente si se trataba de ti.

Mi cabeza vuela en su dirección tan rápido que me mareo un poco.

—¿Sabías que iba a intentar ir?

—No, pero de ti no me esperaba menos, simplemente quería saber hasta qué grado llegaba tu curiosidad. —Se encoge de hombros.

Le doy un golpe en el hombro y él ríe mientras yo cruzo los brazos sobre mi pecho.

—Quiero mi dinero de vuelta.

—Lo siento, pero después de esta compra necesitaré un tiempo para recuperarme.

—¿Ha sido demasiado? —Pregunto con una sonrisa llena de culpa.

—No. —Sacude la cabeza mientras alza mi mano y me besa los nudillos. —A La Cueva le va bien y tengo uno que otro negocio más, se recupera pronto y no es que me falte. —Se encoge que hombros.

—¿Eres un millonario o algo así?

—Algo así. —Ríe.

—¿Qué negocios tienes?

Abre y cierra la boca un par de veces, alimentando a mi curiosidad.

—Llegamos.

Dirijo mi vista hacia el frente y delante de nosotros se acerca una gran casa blanca, o mini mansión, con luces cálidas y con muchos cristales, las palmeras color verde brillante le dan el perfecto toque de vida que necesita. 

—¿La playa? —Lo miro con una sonrisa de oreja a oreja.

—Te gustó mucho la última vez que venimos. —Se encoge de hombros.

No es hasta que estaciona el auto en la entrada que me doy cuenta de que el auto de Jay está aquí también. Una Roxy en bikini blanco completamente emocionada sale por la puerta y da brincos al verme.

—¿Por qué han tardado tanto? —Escucho su grito desde dentro del auto.

—¿Los has llamado? —Pregunto.

—Son tus amigos. —Se encoge de hombros una vez más. —Quiero conocer a las personas que te importan.

El hecho de que no pueda mirarme a los ojos al decir esas palabras me deja saber que son más difíciles para él de lo que deja ver, y eso hace que sean más especiales.

Enamorada Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora