Capítulo 18

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Tobías me da un leve empujón y yo caigo sobre el suave colchón de la cama. No lo piensa dos veces antes de colocarse sobre mí para seguirme besando, sus manos recorren desesperadas mi cuerpo y las mías regresan una vez más a su cabello porque, sinceramente, no sé en dónde ponerlas. Se separa de mí unos segundos para quitarse la camiseta negra que lleva puesta. Su piel bronceada y con tinta negra me deja fascinada, debo admitir que está buenísimo. 

Sus dedos desabrochan el botón de mis jeans, noto que intentan bajarlos, pero no logra mucho, así que se baja de la cama, me quita los zapatos y comienza a jalar de la tela, pero toma varios intentos para lograr el cometido, lo que nos hace reír a ambos.

Me deshago de mi blusa y, ahí parado frente a mí, me mira hambriento. Se acerca de nuevo a mí y comienza a dejar un camino de besos húmedos que baja por mi cuello, pasean mi mandíbula y se toman su tiempo en mi estómago. No sé cómo le hace, pero con cada beso logra encender algo dentro de mí, algo que no sabía que tenía.

Su cabeza regresa a mi lado cuando su mano se pierde en mis bragas, sus dedos juegan con mi clítoris y no puedo evitar soltar un gemido.

—Lo único que quería en la biblioteca era escucharte gemir. —Susurra en mi oído y, sin saber por qué, logra sacarme uno más. —Me encanta saber que yo soy la razón por la que estás tan mojada.

Sus movimientos se aceleran y muerdo el dorso de mi mano en un intento de no ser tan ruidosa porque es embarazoso, pero Tobías me quita la mano con delicadeza, queriendo escuchar todo aquel sonido que salga de mi garganta.

—Vente para mí, guapa.

Y esas palabras son las últimas que necesito para explotar por segunda vez en el día, y es que apenas son las diez de la mañana. Jalo su rostro hacia el mío y lo beso, necesito más.

Puedo sentir su erección que atraviesa su ropa interior y sus pantalones contra mis bragas y, sin saber cómo ni por qué, mis caderas comienzan a moverse en círculos, necesitando de más fricción, de más contacto y Tobías gruñe mientras atrapa mi labio inferior entre sus dientes. Sé que el momento se acerca y estoy más que deseosa por llegar a él, pero antes de poder pensarlo en lo absoluto digo:

—Soy virgen.

Tobías se detiene y me arrepiento de mis palabras antes de terminar de decirlas. Me mira estupefacto, parpadea un par de veces y se quita de encima de mí para sentarse a mi lado con las rodillas alzadas y los brazos estirados sobre ellas.

—Mierda, lo siento. No quería arruinar el momento. —Intento sonar arrepentida, pero no puedo evitar reírme al ver su rostro. —Perdona, olvídalo y ya. —Río de nuevo.

—¿Que lo olvide?, ¿¡cómo quieres que olvide que eres virgen!? —Pregunta alzando las manos en el aire como si se acabara de enterar de que toda su vida ha sido una mentira.

—Vamos, no seas dramático. La virginidad no es más que un concepto social, no tiene importancia. —Me encojo de hombros.

—Si no tuviera importancia no me lo hubieras dicho.

—Te lo he dicho para que no te sorprendas cuando te des cuenta de que no estás tratando con una experta.

—A ver si lo entendí bien, ¿estabas dispuesta a perder tu virginidad?, ¿hoy?, ¿aquí?, ¿¡conmigo!?

—Sí, ¿por qué no?

Suspira, se recuesta en la cama y coloca sus brazos debajo de la cabeza. Me mira por unos segundos y luego dice:

—Así que virgen, ¿eh? —Alza una ceja. 

—Lo soy. —Asiento.

—Yo también. —Se encoge de hombros.

—¡Mentiroso! —Tomo una almohada y se la lanzo.

La suave bola de algodón aterriza sobre su rostro y luego cae a su pecho. Tiene el cabello despeinado, los ojos cerrados y el rostro indignado y yo no puedo evitar soltar una carcajada.

—Oh, no lo hiciste. 

—Oh, sí lo hice.

Me mira sin movimiento alguno por unos segundos y luego, sin darme tiempo de reaccionar, pega un salgo hacia mí, me detiene debajo de su cuerpo y me comienza a hacer cosquillas.

—No, hey, ¡no! —Intento sonar furiosa para que se detenga, pero esa es la cuestión con las cosquillas, no puedes sonar enojada cuando te estás riendo.

—Repite después de mí: —Él igual intenta sonar serio, pero mi risa se le ha contagiado. —"No volveré a lanzar almohadas a las personas".

—¡Detente, por favor! —Ruego, apenas pudiendo respirar.

—"No. Volveré. A. Lanzar. Almohadas. A. Las. Personas."

—No volveré a lanzar almohadas a las personas, lo juro. 

Deja de hacerme cosquillas y se acuesta mi lado mientras su risa de desvanece poco a poco.

Observo su torso desnudo y, sin poder evitarlo, mis dedos comienzan a delinear la tinta negra que cubre su piel. Noto que su estómago se endurece cuando comienza a aguantar la respiración por instinto a mi contacto.

—¿Qué significan tus tatuajes? —Pregunto observando al solitario lobo que le aúlla a la luna llena.

—¿Por qué tendrían que significar algo?

—No lo sé. Yo no me haría algo tan permanente a menos que significara muchísimo para mí... O más que muchísimo. 

—No son para tanto.

—He oído que no puedes hacerte solo uno, que siempre querrás más.

Puedo sentir su mirada sobre mí, pero la mía está muy ocupada en estos tatuajes que no logro descifrar.

—Eso es algo cierto. —Ríe. 

—Pero, si tus tatuajes no significan nada, ¿por qué querrías hacerte más y más?

—A veces no es sólo por cómo se ven o por el significado, si no cómo se sienten.

Alzo la cabeza y le doy una mirada que dice que no he entendido nada.

—Tatuarte es el mejor sentimiento del mundo. No duele, como muchos creen, pero te da una sensación como si pequeñas hormigas estuvieran caminando sobre ti... Está bien, eso no se escucha muy placentero. —Ríe. —Es como si te hicieran diminutos masajes por todos lados. No, se siente como si... Como si peces te dieran pequeños besos en cada poro... No, bueno, a ver... No sé cómo explicarlo, tendrías que comprobarlo por ti misma.

—¡Jamás! —Río.

La verdad es que es primera vez que lo veo hablar sobre algo que tanto le apasiona, y me parece adorable cómo le brillan los ojos y lucha con su cerebro para encontrar las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos.

—¿Te ha asustado que te dijera que soy virgen? —Pregunto, un poco molesta conmigo misma por haber arruinado el momento.

—¿Por qué piensas que me ha asustado? —Me mira curioso.

—Pues porque ya no... Ya sabes...

—No tengo ninguna prisa. —Puedo notar la honestidad en su mirada cuando coloca un dedo debajo de mi barbilla y me obliga a mirarlo. —Tenemos todo el tiempo del mundo, Alyssa.

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Dato curioso: creí que lo publiqué en la mañana y me estoy dando cuenta de que lo dejé en draft, upsi🤭

Enamorada Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora