Al despertarme noto que no estoy en mi habitación. Me tallo los ojos en un intento de acostumbrarme a la luz, estiro los brazos y suelto un gran bostezo. Miro a mi alrededor y recuerdo que, después de pelearnos sobre qué película ver, besarnos un poco más y hacer un concurso al que denominamos "el que atrape más palomitas con la boca escoge la película", me quedé dormida en el sofá mientras mirábamos "Diez Cosas Que Odio De Ti", al menos, estaba segura de que había sido en el sofá, pero ahora estoy en la cama.
Me pongo de pie y me visto, ya que no nos molestamos en ponernos la ropa en todo el día. Salgo de la habitación y observo la cocina y la pequeña sala de estar, pero no hay rastros de él. La verdad es que no me molesta que se haya ido, al fin y al cabo, no tenemos que darnos explicaciones el uno al otro, ese es parte del trato, ¿no?
Al llegar a casa me doy una ducha y apenas me he acostado en la cama cuando el timbre suena, seguramente mi padre esté en su oficina trabajando, así que suelto un gruñido y bajo las escaleras para ver de quién se trata. Abro la puerta y observo a Chase con las manos en los bolsillos y con un rostro nervioso.
—Hola. —Dice en un intento fallido de sonreír.
—Hola.
—Aly, quería pedirte una disculpa por lo del otro día, he sido un imbécil, sé que no necesitas que nadie cuide de ti y menos de una manera tan grosera, en verdad lo siento.
Sus ojos me miran brillantes y ese rostro de cachorrito indefenso logra ganarme, tampoco ha sido para tanto y, mientras no lo repita, no me gustaría perder a uno de los poquísimos amigos que tengo.
—No te preocupes, ya está olvidado. —Le sonrío y le doy un empujón en el hombro.
—Me alegro, porque iremos a los bolos. —Sonríe.
Se hace a un lado y visualizo el auto de Jay aparcado frente a nosotros.
—¡Vamos, perra, que he traído vodka! —Me grita Roxy alzando una botella desde el asiento del copiloto mientras que Jay toca la bocina un par de veces.
Suelto una carcajada y me subo junto con Chase a la parte trasera del auto. Jay me lanza una mirada y yo le alzo las cejas, preguntándole si le ha dicho al fin a Roxy que está enamorado de ella, pero él niega con la cabeza. Es tan fácil comunicarse con Jay, siempre es tan relajado.
Para cuando llegamos a los bolos, Roxy ya está borracha, pero eso no la detiene. Lanza las pesadas bolas sin protestar y, aunque no le atina a ningún bolo, ella se la está pasando genial, mientras que nosotros tres la animamos entre risas.
No sé cuánto tiempo llevamos aquí cuando Roxy dice:
—No puedo más.
Se deja caer en la dura silla y lanza un suspiro.
—Yo también estoy cansada. —La igualo.
—¿Por qué no vamos por un helado? —Dice Chase.
—Creo que será mejor que lleve a Roxy a descansar. —Comenta Jay mirando a la casi dormida Roxy que ha dejado la mejilla en su hombro.
Chase asiente con una mueca y me mira, pero desvía rápidamente la mirada.
—Yo sí quiero un helado. —Digo encogiéndome de hombros.
Sus ojos se iluminan y me mira con una sonrisa.
—Bien, entonces nos vemos luego, chicos. —Dice Jay, que toma en brazos a Roxy como si fuera una pluma y sale del lugar.
—Tengo el mejor sitio. —Dice emocionado.
Chase pide un taxi, lo cual se me hace ridículo porque resulta que el lugar está a tan solo cinco cuadras. No puedo evitar fruncir el ceño cuando entramos a la famosa heladería porque... Esto no es una heladería, quiero decir, no debería serlo. Es enorme, con meseros elegantes y grandes candelabros colgando del alto techo. No logro entender cómo Chase siempre logra escoger lugares elegantes y caros, incluso para cuando se trata de helado.
Elegimos una mesa hasta el fondo y, cuando mi helado de vainilla con chispas de Nutella llega, no lo pienso dos veces antes de darle un gran bocado. Cierro los ojos y suelto un suspiro, saboreando cada partícula del ahora derretido helado dentro de mi boca. Chase me mira divertido y un tanto orgulloso por su elección de lugar.
—Te lo dije.
—Es el mejor helado que he probado. —Digo sin poder abrir mucho la boca, ya que la tengo llena.
—Disculpe. —Chase alza la mano y un mesero aparece de la nada en menos de dos segundos. —Más chispas, por favor. —Dice señalando mi helado.
El amable señor saca un pequeño tazón lleno de chispas y, con una elegante cuchara, comienza a dejar caer esas maravillas cafés sobre mi helado.
—¿Está bien así, señorita? —Me pregunta educado.
Niego con la cabeza y las mejillas infladas y le hago una seña con la mano para que siga con su maravilloso servicio. Me mira un tanto confundido, pero lo hace y yo no dejo de mover la mano hasta que no da una chispa más en mi tazón de cerámica blanca. Trago la gran cantidad de helado que tengo en la boca como puedo y le sonrío.
—Gracias.
Él me mira como si fuera una rata hambrienta sin educación, pero nada de lo que me haga puede hacer que lo deje de amar. Miro a mi alrededor y me doy cuenta del por qué de su reacción. Todos comen muy elegantemente su helado, con vestimentas elegantes y los meñiques alzados, no logro visualizar a ningún solo niño.
—Es muy raro todo esto, ¿no? —Digo sospechosa. —¿Por qué no habrían niños en una heladería?
—No están admitidos. —Contesta encogiéndose de hombros y dándole un bocado a su helado.
—¿¡Cómo!?, ¿qué clase de heladería no deja entrar niños? —Pregunto casi asustada.
—Son las reglas.
—Y, ¿estás de acuerdo con ellas?
—Yo no las he puesto, Aly.
—Esa no fue mi pregunta. —Digo casi a la defensiva, como si yo fuera uno de esos niños a los que se les niega la entrada a uno de los lugares más importantes de la niñez.
Suspira y piensa su respuesta dos veces antes de decirla.
—Es un lugar bastante elegante y caro, la gente viene aquí a disfrutar tranquilamente de un helado. Los niños solo gritan, lloran, corren por todos lados y manchan todo lo que tocan.
Lo dice tan tranquilo que me incomoda un poco, pues a mí se me hace verdaderamente triste que los niños no puedan disfrutar de un buen helado. Vamos, ya sé que hay muchas heladerías, pero no me gustan los lugares que le cierran el paso a un grupo de personas con una excusa tan inválida como esa.
Chase cambia de tema y comienza a contarme sobre la gran cascada que hay arriba de su gran piscina, diciéndome que algún día debería de ir a verla. Mantiene la plática fluyendo cuando, de repente, me imagino a Tobías llevándome por un helado. Me llevaría a un lugar del que nadie ha escuchado hablar, tendríamos que comerlo sentados en la acera por falta de muebles y no habría mucha variedad de sabores para elegir, pero eso sí, sería el mejor helado de la ciudad.
Chase me regresa a mi casa y me acompaña hasta la puerta.
—Tal vez otro día podríamos salir de nuevo. —Dice rascándose la nuca.
¿Por qué parece tan nervioso? Hace que me sienta un poco incómoda.
—Claro. Muchas gracias por el helado.
Me sonríe y me da un beso en la mejilla antes de irse. Entro a mi casa y descanso mi espalda en la puerta.
—¡Al! —Mi padre grita y me sonríe cuando me encuentra. —Pensaba hornear unos pastelitos, ¿me ayudas?
—¡Sí!
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Enamorada Del Diablo
Teen FictionDespués de un año, Alyssa regresa a Seattle para comenzar el año más importante de su vida, ese por el que tanto ha sacrificado, pero algo ha cambiado. Algunos pensarían que es imposible notar cuando una sola persona llega a la ciudad, pero se...