Capítulo 43

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—¿En dónde vamos a vivir?

La voz de Tobías es apenas un susurro, al igual que el dedo índice que acaricia mi espalda. Pasamos toda la noche platicando de todo y, al mismo tiempo, de nada, duchándonos una y otra vez, así que ahora estamos en la cama de la habitación principal de la casa, lo suficientemente cansados como para tener la voz de antes.

—Aquí. —Digo con la voz igual a la suya, mis ojos a penas abiertos a la mitad.

—¿En Seattle? —Pregunta alzando una ceja y yo río.

—Sí, en Seattle, pero me refería a esta casa. Quiero vivir en la playa.

Alzo la mirada y noto que tiene una adormilada sonrisa, mirándome con ojos brillantes.

—Aquí viviremos entonces. ¿Qué vamos a dar de almorzar?

—¡Pizza! —Digo emocionada.

La verdad es que faltan años de años para que camine por un altar vestida de blanco, pero no puedo evitar que la felicidad me embriague cuando estoy en brazos del hombre que amo mientras planeamos nuestra boda... O, mejor dicho, planeo, porque Tobías solamente ha hecho preguntas, me ha dejado todas las decisiones a mí, lo cual me gusta, si por él fuera, nos casaríamos en La Cueva con su motocicleta haciendo de juez.

—No vamos a dar pizza en nuestra boda. —Dice negando la cabeza y me pongo a extrañar el tiempo en donde las decisiones las tomaba yo.

—¿Por qué no? —Pregunto mientras lo miro agrandando los ojos y sacando mi labio inferior.

—Porque daremos macarrones con queso.

—Entonces, ¿para qué me preguntas? —Pongo los ojos en blanco.

—Porque creí que estabas pensando lo mismo que yo.

—Tampoco estamos tan conectados.

—¿Quieres conectar ahorita? —Me sonríe pícaro y yo río para después darle un golpe en el pecho.

—¿Los mejores macarrones del mundo, entonces? 

Recuerdo la vez que Tobías me llevó a ese puesto de la esquina, por un segundo pensé que podría morir de hepatitis, pero es lo mejor que he comido hasta ahora. Esos tiempos parecen que fueron hace toda una vida, cuando Tobías no era más que un extraño con una vibra misteriosa y el rostro de un dios griego.

—Así es. —Asiente con la cabeza antes de continuar. —¿A quiénes vamos a invitar?

Bajo la mirada y siento a mi corazón hacerse pequeño, los ojos comienzan a picarme y se me forma un nudo en la garganta. Sé exactamente quiénes quiero que estén en mi boda, excepto por una persona, la cual es la más importante de mi vida.

—¿Crees...? —Dejo de hablar para aclararme la garganta ya que se me ha cortado la voz a media palabra. —¿Crees que mi padre quiera llevarme por el altar? —La primera lágrima cae, tan lento que puedo sentir cada partícula de tristeza que va dejando sobre mi piel mientras va cuesta abajo.

—Ey. —Sus brazos me toman con más fuerza y deposita un beso en mi cabello. —Claro que lo creo. Es tu padre, Yssa. Todos pasamos por malas rachas con los padres, eso no significa que vayan a abandonarte cuando más los necesitas.

—¿Tú peleabas con tus padres?

Lo miro y su expresión cambia, su pequeña sonrisa no es más que un recuerdo y puedo ver cómo su garganta sube y baja cuando traga saliva.

—Creo que deberíamos dormir. —Dice cuando los primeros rayos de sol comienzan a hacerse presentes.

Asiento con la cabeza y deposito un beso en su pecho para luego cerrar los ojos. Fue un día muy largo y algo me dice que dormiré por un tiempo infinito.

Enamorada Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora