Decido que no voy a martirizarme durante todo el camino como lo hice los primeros diez minutos, pensando en que debería decirle que me lleve a casa, pensando que no debería estar disfrutando su cálido estómago contra mis frías manos, pero eso es justo lo que estoy haciendo y, aunque bien podría decirle que dé la vuelta, sé muy en el fondo que no lo he hecho por la simple razón de que no quiero. Así que junto mi mejilla en su espalda y cierro los ojos, disfrutando del viento en mi rostro y el sonido de la motocicleta que desde hace unos minutos se ha vuelto relajante.
No sé cuánto tiempo he estado así, ¿una hora, tal vez? Pero mis ojos no pueden evitar abrirse apenas comienzo a oler el delicioso aroma de sal y a escuchar las olas romperse en la costa. Enderezo la espalda y comienzo a mirar a todos lados, observando las palmeras con cocos inmaduros, el calmado movimiento del mar y la arena tan limpia que parece azúcar. Es una playa virgen, sin ningún edificio o construcción a la vista. Tampoco hay ni una sola persona. Claro, a estas horas de la madrugada era de esperarse.
Tobías estaciona la moto y lo primero que hago después de bajarme de ella es quitarme los zapatos y cerrar los ojos al sentir la arena contra mi piel. No recuerdo cuándo fue la última vez que vine a la playa, un par de años como mínimo.
—¿Qué hacemos aquí? —Pregunto aún con los ojos cerrados y respirando el aire limpio.
—Buena pregunta. —Dice encogiéndose de hombros cuando lo miro después de unos segundos.
No sé por qué, pero su respuesta me hace sonreír. El hecho de que no lo haya pensado dos veces y me haya traído aquí por instinto me agrada. Lo dejo atrás y camino hacia el mar, deteniéndome justo donde la arena seca termina, y me dejo caer en ella, dejando que cada grano se apodere de mi piel. Suelto un suspiro. Después de todo el trabajo duro que le he puesto a la escuela y a las actividades extracurriculares, incluyendo soccer (para lo cual soy pésima), no sabía cuánto necesitaba acostarme en la arena, respirar aire fresco y despejar mi mente. Puedo sentir el calor de su cuerpo cuando se acuesta junto a mí, pero no abro los ojos.
—¿Sabes? Un caballero te hubiera ofrecido su chaqueta para que te acuestes sobre ella.
—Bueno, ya me has advertido que no eres un caballero.
Abro los ojos y giro el rostro para poder verlo, pero está más cerca de lo que pensé y ahora las puntas de nuestras narices están a un centímetro de tocarse. Ninguno de los dos hace nada al respecto, solamente nos observamos y dejamos que nuestros alientos se encuentren a medio camino.
—Baila conmigo. —Dice después de lo que pareció una eternidad.
—¿Qué? —Suelto una risa nerviosa.
Se pone de pie y me ofrece la mano, pero no me muevo de mi lugar.
—Baila conmigo.
Su voz es suave, pero no es una pregunta, tampoco es una orden, es una petición. Lo pienso dos veces. Sólo he bailado con un hombre en toda mi vida, y ese es mi padre. Cuando la escuela no robaba tanto mi tiempo ni su trabajo el de él, mi padre solía mover los muebles de la sala de estar para hacer espacio. Todavía era muy pequeña para su altura, así que me cargaba en brazos mientras bailábamos, mis pies nunca tocaron el suelo. Después de que su empresa comenzara a crecer más y más, al igual que mis tareas, un día fue el último baile que tuvimos, pero nunca le dimos mucha importancia, no necesitamos bailar para estar el uno con el otro, pero no es hasta que Tobías me lo pide cuando me doy cuenta de que extraño el sentimiento.
Tomo su mano y puedo notar como exhala disimuladamente, como si hubiera estado conteniendo la respiración mientras esperaba mi respuesta. Una vez de pie, lo miro de arriba a abajo, la chaqueta se ha esfumado, al igual que sus botas, así que ahora está descalzo y tiene una sencilla camiseta blanca con cuello en V y sus sencillos jeans negros y, no sé si será la simple apariencia o el efecto de la playa, pero se ve más relajado de lo que jamás lo había visto.
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Enamorada Del Diablo
Teen FictionDespués de un año, Alyssa regresa a Seattle para comenzar el año más importante de su vida, ese por el que tanto ha sacrificado, pero algo ha cambiado. Algunos pensarían que es imposible notar cuando una sola persona llega a la ciudad, pero se...