Capítulo 40

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Jamás he sentido tanta adrenalina mientras me divierto como lo hice en esta carrera. Sabiendo que Tobías haría todo lo posible para tenerme segura, me dejé llevar por el momento, incluso solté carcajadas en las cerradas curvas y mientras Tobías hacía trucos peligrosos para esquivar a sus contrincantes. Está demás decir que Tobías ganó la carrera como si fuera tan fácil como cepillarse los dientes, es un talento nato, lo lleva en la sangre.

La multitud aplaude y suelta silbidos mientras nos bajamos de la motocicleta. Puedo ver a Max y a la chica que estaba antes con Tobías llegar en tercer lugar, sus ojos fijos en nosotros, pero mi atención a ellos se desvía cuando Tobías me toma por las caderas y me gira en el aire mientras me da un apasionado beso. Con mi corazón a mil por hora mis manos se enredan en su cabello y lo beso con todo lo que puedo, agradeciéndole con la lengua por dejarme ser parte de esto, parte de él.

El beso es interrumpido cuando sus amigos se lanzan sobre de él, lo abrazan y despeinan su cabello, no puedo evitar reírme cuando él lo hace, verlo con ellos me hace feliz porque es él mismo, lleno de sonrisas y vida. Entre todos lo cargan y comienzan a alzarlo por el aire mientras Tobías protesta con una sonrisa en los labios. Comienzo a caminar hacia ellos, pero me tropiezo con algo y caigo al suelo de gravilla polvorizada, por suerte, logro meter mis manos antes de que mi rostro se estrelle con las diminutas piedras, haciendo que pequeños raspones y marcas queden en mis palmas y mis rodillas. Miro a un lado y lo primero que veo es una bota negra de cuero con pinchos dorados, alzo la mirada y veo a la chica que estaba en la motocicleta de Tobías, con una sonrisa en los labios y unos ojos de fuego. 

Tiene que estar de broma.

Me pongo de pie y sacudo un poco mi ropa para luego ajustar bien mi chaqueta.

—¿Cuál es tu problema? —Pregunto retadora, por la mirada que tiene en los ojos, está lista para comerme viva y quiero dejar en claro desde el principio que soy muy difícil de tragar.

—Tú eres mi problema. —Dice apretando los dientes. —Sé que eres nueva aquí así que déjame explicarte como funcionan las cosas: el mejor corredor corre con la mejor siamesa, así de simple. Además, no voy a dejar que El Diablo me cambie por una princesita como tú.

Me mira de arriba a abajo con asco y los puños se forman a mis costados. ¿Se ha acostado con él? Por favor, universo, ya me has hecho varias hoy.

—No voy a perder mi tiempo con alguien que ni siquiera sabe su verdadero nombre. —Me cruzo de brazos y ella abre los ojos, sorprendida por un segundo de que yo sí sé cómo se llama y eso me llena de orgullo.

—No necesito saber su nombre. Sólo necesito saber cómo es en la cama y, uy, créeme que lo sé. Esas manos y... Lo que puede hacer esa lengua. —Suelta un gemido y mi cuerpo se detiene en seco, las palmas de mis manos comienzan a dolerme en donde mis uñas se clavan, intentando contenerme con toda mi fuerza. —Dudo que una estirada como tú pueda darle el sexo salvaje al que está acostumbrado conmigo, y no dejaré que pierda esa costumbre, es más, mientras tú estás en tu casa soñando con él, yo estaré en su cama haciendo que ese enorme...

—Me das pena. —Bufo una risa, interrumpiendo su frase porque no soy capaz de escuchar ni una palabra más. —Se nota a kilómetros que estás loca por él. Lo siento, pero una buena cogida no lo es todo y, al parecer tú, no tienes lo suficiente. Yo que tú no hablaría mal de mí eh.

—Y, ¿por qué no? —Se cruza de brazos, claramente se ha quedado sin buena lengua.

—Porque me prefirió a mí sobre ti, entonces todo lo que digas de mí, que sepas que tú eres menos.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar, lista para dejar este lugar, al menos por hoy, pero no logro llegar muy lejos, porque antes de captar lo que está pasando, siento un fuerte dolor en la parte trasera de mi cráneo y estoy en el suelo de nuevo. Me pongo de pie, lista para asesinar a esta estúpida, pero antes de poder hacer nada, ella me da una bofetada.

Enamorada Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora