Intento abrir los ojos cuando escucho la puerta de la habitación, dos borrosos Tobías entran por la puerta y me cubro hasta la cabeza con las sábanas, intentando escapar de la luz que lucha por entrar a través de las cortinas.No recuerdo mucho la noche de ayer, solamente recuerdo alcohol, Jay y piscina, recuerdo cómo Tobías me puso sobre su hombro y me llevó hasta esta misma habitación, a partir de ahí, lo recuerdo todo. Se me formaría una sonrisa victoriosa en los labios si no tuviera este horrible dolor de cabeza. Siento cómo un tambor retumba hasta llegar a mis oídos.
—¿Arrepintiéndote de tu decisión?
Su voz suena bastante despierta, debe ser tarde ya. Mierda, mi padre. Suelto un gruñido y aferro mis manos con fuerza a las sábanas cuando éstas comienzan a descubrir mi rostro.
Mantengo los ojos tan cerrados como puedo, pero es inútil, ya me ha despertado.
—¿Qué hora es? —Susurro, pero mi garganta está tan seca que comienzo a toser, tanto que tengo que sentarme y recargar la espalda contra la cabecera de piel de la cama.
—Bebe esto, ayudará con la garganta y, más importante, con la resaca.
Se sienta a mi lado y me entrega un vaso de agua y dos pastillas y, sin tener cabeza ni voz para preguntar qué son, me las bebo de un trago.
—¿Qué hora es? —Repito después de aclararme la garganta.
—Las seis y media.
Mi mente no logra procesar sus palabras, así que lo miro sin expresión alguna por unos segundos, hasta que digo:
—¿De la tarde?
Suelta una carcajada, de esas que no deja ver muy seguido, de esas que retumban en las paredes y te sacan una sonrisa.
—De la mañana.
Y mi desvelada sonrisa se evapora.
—¿¡Cómo!? ¡Estás loco! —Grito.
En un movimiento muy rápido me acuesto de nuevo, dándole la espalda, y me cubro hasta la cabeza por segunda vez en un minuto. Escucho silencio, mucho silencio, aquí debajo de las sábanas todo se escucha más fácil, así que contengo la respiración para agudizar mis oídos, pero tengo que comenzar a respirar de nuevo cuando comienzo a sentir un cosquilleo en mi tobillo izquierdo, uno que va subiendo hasta llegar a mi muslo, después siento un pequeño mordisco. Mi mano, ahora con mente propia, se desliza hasta abajo y enreda mis dedos en un cabello húmedo, pero sólo por unos segundos, porque Tobías sube en un rápido movimiento y ahora su rostro está a centímetros del mío.
—Si no sales ahora de la cama, no saldremos nunca. —Susurra con seriedad.
Su aliento huele a menta, como si acabara de lavarse los dientes, así que comienzo a preguntarme cómo olerá mi aliento en este momento, hasta que recuerdo el alcohol, las palomitas que Jay quemó en el microondas, el sudor y el semen. Sí, definitivamente no debe oler muy placentero. Aprieto los labios con fuerza y me deslizo por debajo de él, bajándome de la cama de un brinco, me tambaleo y la cabeza comienza a darme vueltas, así que cierro los ojos por un segundo mientras le digo con el dedo índice que necesito un minuto.
Me apresuro para entrar al baño, le pongo seguro a la puerta y dejo correr el agua de la ducha, la cual tiene tan buena presión que estoy casi segura que Tobías no puede escuchar nada cuando me inclino frente al inodoro y mi cuerpo deja salir todo lo que consumí anoche. Tengo la respiración agitada al terminar, así que me meto debajo de la lluvia caliente y enjuago mi boca con agua. Su shampoo huele a él, y no es hasta que me doy cuenta de que lo estoy oliendo por más tiempo de lo normal que empiezo a verterlo sobre mi cabello. Dejo que el agua caliente le quite la tensión y cansancio a mis músculos. Una vez afuera, tomo una toalla blanca que hay en un cesto de madera junto con otras bien dobladas. Rebusco entre los cajones que hay debajo del lavamanos hasta encontrar un paquete de cepillos dentales. Me lavo los dientes y me doy cuenta de que no he traído un cambio de ropa, así que enredo la toalla en el cuerpo y salgo del baño.
—No he traído más ropa. —Digo tirándome de rostro a la cama dramáticamente.
Escucho a Tobías reír y luego algo cae sobre mi cabeza. Tanteo mi cabeza con la mano hasta sentir tela, la tomo y alzo el rostro para mirarla. Es ropa. Su ropa.
—No voy a usar tu ropa. —Digo mirándolo.
Tiene unos pants deportivos, unos tenis, no tiene camisa y está bebiendo agua de una botella. Dios mío, ¿cómo puede verse tan guapo a estas horas de la mañana?
—No sería la primera vez. —Se encoge de hombros, refiriéndose a la vez que tuvo que darme ropa ya que la mía estaba manchada de sangre después de ser la heroína de su gran pelea, refiriéndose a la primera vez que dormimos juntos.
—Estábamos solos esa vez, ahora tendré que salir con tu ropa y todos pensarán que hemos tenido sexo.
—¿Te importa lo que piensen todos esos idiotas? —Me mira serio, esperando una respuesta sincera.
—No... Tal vez. —Suspiro y me siento recargando mi espalda en la cabecera. —No quiero que sepan que soy una chica más de Tobías Thunder.
Me dan vergüenza mis palabras, por más ciertas que sean, así que miro a mis dedos mientras juego con ellos, preguntándome qué dirá al respecto.
—Lo dices como si fuera un hecho. —Escucho su voz.
—¿No lo es? —Lo miro.
Comienzo a sentir un nerviosismo en la punta de mi estómago que no puedo explicar. Pero, ¿a mí que me importa ser una más? Quiero ser una más. No quiero que haya nada más entre nosotros que lo que ya tenemos, ¿cierto?
Trago el nudo que se me ha formado en la garganta cuando dice:
—Vamos, cámbiate que te llevaré a casa.
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Enamorada Del Diablo
Teen FictionDespués de un año, Alyssa regresa a Seattle para comenzar el año más importante de su vida, ese por el que tanto ha sacrificado, pero algo ha cambiado. Algunos pensarían que es imposible notar cuando una sola persona llega a la ciudad, pero se...