Uno pensaría que sería al revés, pero no es así. Mientras más nos besamos, más necesitamos. Mis dedos se pierden dentro del cabello de Tobías cuando sus manos comienzan a recorrer mi cuerpo sin pudor alguno.
Sé que debería de estar al menos un poco alerta, solamente para asegurarme de que nadie nos vea, pero cuando comienza a besar y morder mi cuello, no puedo evitar cerrar los ojos y disfrutar del momento, sin importarme nada. Sus manos se escabullen dentro de mi blusa y sus dedos comienzan a juguetear con el borde de mi ropa interior.
En Alemania salí con un chico y algunas cosas pasaron, pero nadie me ha tocado nunca por debajo de la ropa, pero no quiero que Tobías lo sepa, así que no puedo acobardarme ahora, simplemente me dejaré llevar. Sus dedos se introducen dentro de mis bragas y siento que en cualquier momento me desmayaré.
—¿Aquí? —Logro preguntar, cuestionándome si de verdad es buena idea hacer esto en una biblioteca.
—Aquí. —Susurra contra mis labios justo antes de introducir un dedo dentro de mí.
Tobías me besa justo en el momento en el que dejo escapar un gemido de mis labios, tragándose el sonido.
Sinceramente no sé cómo explicar lo que siento ahora. Es un mar de emociones dentro de mi estómago que luchan por llegar a la superficie y, si Tobías no me estuviera besando, probablemente ya le hubiera anunciado a toda la biblioteca lo que estamos haciendo. Sus dedos son lentos y sus besos son rápidos, la combinación perfecta, hasta que mis rodillas comienzan a temblar y siento como si una bomba comenzara a crecer dentro de mí, lista para explotar. Parece que él lo sabe porque justo un segundo antes, Tobías deja de besarme, me cubre los labios con una mano y acelera el movimiento de la otra.
Sé que quiere que lo mire a los ojos cuando suceda, así que lo intento, intento mantener el contacto visual lo más que puedo. Me pierdo en la oscuridad de esos ojos que ahora me miran brillantes y asombrados, como si estuvieran presenciando algo fuera de la realidad. Me pierdo en sus labios entreabiertos que están igual de jadeantes que los míos. Me pierdo en él el tiempo suficiente hasta que esa bomba de sensaciones explota y yo soy incapaz de no cerrar los ojos y desplomarme en su pecho. Saca la mano de mis bragas y enreda sus brazos alrededor de mi cuerpo, sosteniéndome y haciéndome saber que me puedo dejar caer.
Tengo la respiración agitada y apenas soy capaz de abrir los ojos, estoy incluso un poco mareada y no logro procesar lo que acaba de suceder, lo que acabo de sentir. Segundos después he recobrado las fuerzas, alzo la cabeza y lo miro, me sonríe y, antes de que pueda decir la más mínima palabra, alguien carraspea la garganta a sus espaldas.
Abro los ojos como platos, demasiado avergonzada como para mirar de quién se trata.
—Te veo en la moto. —Susurra en mi oído. —¡Gracias a Dios que está aquí!
Tobías se da la vuelta, cambiando su humor tan drásticamente que podría ser actor. Hay una señora que nos mira más que molesta, con las manos en la cintura y unos anteojos que casi se le caen de la nariz. Es Reyna, la recepcionista de la biblioteca desde hace años. Tobías va a su lado, la toma de los hombros, le da la vuelta y comienza a llevársela en dirección fuera de los estantes.
—Estaba buscando un libro de la mitología griega que no he podido encontrar. No es cualquier libro, es uno muy específico, es viejo y tiene un dibujo de una flor en la portada...
Su voz se desvanece cuando los pierdo de vista y no puedo evitar soltar una pequeña risa, ¿qué acabamos de hacer?
Me cepillo un poco el cabello con los dedos y abro la cámara frontal de mi celular para darle un rápido vistazo a mi rostro. Tengo los ojos brillantes, los labios hinchados y las mejillas sonrojadas, no hay manera de ocultar lo que acaba de pasar. Con la poca compostura que me queda, salgo del área de los estantes con la mirada fija en la puerta, de pronto, tengo la sensación de que todos aquí saben lo que he hecho.
Camino a la salida, comienzo a acercarme al escritorio de Reyna, esa misma que nos ha cachado en el acto y que Tobías ha secuestrado. Comienzo a imaginarme todos los escenarios posibles, tal vez ahora mismo Tobías esté en un cuarto de interrogatorio siendo torturado por la señora, o tal vez lo está amenazando con llamar a la policía. Pero no es así. El escenario que tengo frente a mí es uno que nunca me hubiera imaginado.
Tobías está inclinado en el mostrador y Reyna está sonrojada, soltando pequeñas risas y jugando con su corto y canoso cabello. Tengamos en cuenta que es una señora de unos sesenta y algo de años a la que jamás he visto sonreír, nunca. Y ahora Tobías le sonríe con ese tipo de sonrisa que, seguramente, siempre le es de ayuda cuando quiere salirse con la suya. Al pasar junto a ellos, él me mira y me guiña el ojo, pero continúa platicando y riendo con ella hasta que salgo por la puerta.
Visualizo su motocicleta aparcada junto a la acera y espero junto a ella a que Tobías regrese. Por el gran ventanal puedo observar la musculosa espalda de Tobías y cómo Reyna le pellizca la mejilla antes de que él salga del edificio.
Baja las escaleras con las manos metidas en los bolsillos, con sus botas resonando contra el suelo y la sonrisa más engreída que le he visto hasta ahora.
—Pareces sorprendida. —Dice al llegar a mi lado. —Soy el mejor saliéndose con la suya, ya deberías saberlo.
—No sabía que te gustaba ligar con señoras de su edad, eso es todo. —Me encojo de hombros.
—No me gusta discriminar. —Me iguala.
En un movimiento rápido me toma de las caderas y me sienta sobre su motocicleta, colocando su cuerpo entre mis piernas. Comienza a besarme y mis dedos se enredan en su cabello por instinto. Los besos comienzan a intensificarse cuando él dice:
—Deberíamos irnos. —Susurra en mi oído.
—Ya no te parece tan buena idea hacer de las tuyas en público, ¿eh? —Digo con los ojos cerrados cuando comienza a besar mi clavícula.
Alza la cabeza y me mira con una sonrisa antes de decir:
—Lo decía porque mi novia se pondrá celosa.
Miro detrás de él y veo a Reyna desde su escritorio ajustándose los lentes y con la nariz arrugada en un intento fallido de poder vernos mejor.
Suelto una carcajada y nos acomodamos en la moto.
—Te sugiero que te sujetes bien. —Dice por encima del ruido del motor. —No estoy de humor para respetar los límites de velocidad.
—Pero si nunca los respetas.
—Alyssa... Sujétate.
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Al fin podemos (realmente) empezar con la historia 💕.tamo3millonesapolo de mí para ti :)
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Enamorada Del Diablo
Teen FictionDespués de un año, Alyssa regresa a Seattle para comenzar el año más importante de su vida, ese por el que tanto ha sacrificado, pero algo ha cambiado. Algunos pensarían que es imposible notar cuando una sola persona llega a la ciudad, pero se...