Cuando era niña, antes de poder entender los precios que vienen con la adultez, no solía amar a mi papá completamente, amaba fracciones de él. Amaba cuando íbamos a un restaurante y me sentaba en sus piernas aunque eso dificultara el poder comer; amaba cuando jugábamos a la princesa y el príncipe y él me dejaba ser el príncipe, porque siempre se me hizo más divertido el papel; amaba cuando íbamos al cementerio caminando y de vez en cuando iba arrancando flores durante el camino para luego arrodillarse en la acera, bajar la cabeza y entregármelas como si yo fuera de la realeza; amaba cuando tocaba la guitarra y se ponía a cantar para que yo pudiera bailar alrededor de la casa, aunque no supiera hacer ninguna de las dos cosas. Amaba muchas fracciones de mi padre, pero odiaba otras. Odiaba cuando se rehusaba a llevarme al parque de diversiones porque no tenía el dinero suficiente; odiaba todas esas noches en las que la vecina iba a cuidarme porque él tenía trabajos extras; odiaba cuando se quedaba dormido a la mitad de un cuento por haber estado trabajando toda la noche. Odiaba muchas fracciones de mi padre, pero conforme fui creciendo, comencé a entender las razones detrás de cada acción y eso me hizo amarlo aún más. A veces me pregunto si lo mismo está pasando con Tobías.
Me bastó un par de salidas para comenzar una relación sexual con él, me bastaron dos meses para darme cuenta de que lo extrañaba, me bastó una mirada después de esos dos meses para dejar a un lado mis prioridades y me bastaron estos últimos cuarenta días para darme cuenta de que hay fracciones de él que me gustan y otras que odio. En este momento, estoy observando a una fracción que me gusta.
Mis dedos están enredados en su cabello, instintivamente empujando su cabeza hacia abajo para evitar que se separe de mí. Su lengua se mueve en círculos sobre mi clítoris y cuando mis paredes empiezan a asfixiar a los dos dedos que tiene dentro de mí, éstos comienzan a acelerar su ritmo. Comienzo a sentir la ola de energía que comienza en mi estómago y se expande hacia cada rincón de mi cuerpo como una bomba atómica. Cierro los ojos y me concentro en la sensación. Unos segundos después, mis piernas han dejado de temblar y mi ritmo cardíaco ha disminuido, sólo un poco.
Siento el cuerpo de Tobías caer a mi lado, después de cuatro orgasmos en menos de una hora necesitamos un descanso. Me toma de la cintura y me acerca a él, mi cabeza descansando sobre su pecho, nuestras piernas enredadas y mi dedo índice delineando las líneas de su marcado abdomen, que ahora está cubierto por una fina capa de sudor.
—¿Por qué no tienes amigos? —Le pregunto sin abrir los ojos, respirando su aroma.
—Y, ¿quién dice que no tengo amigos? —Suelta una leve risa mientras las yemas de sus dedos acarician mi espalda tan suavemente que tengo que concentrarme en su contacto para sentirlo.
—Pues cuando hay fiestas, nunca estás visible, Jay dice que apenas te conocen, nunca me has contado de nadie.
—Bueno, que tus amigos no sean los míos no significa que no los tenga.
Acomodo mi cabeza para poder mirarlo mejor y nuestras miradas se conectan, lanzándome un millón de pequeñas ráfagas llenas de cosquilleos que entran por cada poro de mi piel y que decido ignorar.
—¿En serio tienes amigos?
Y ahí está. Otra de esas carcajadas por las que tienes que luchar tanto para ganarte, aunque sea por tan sólo unos cortos segundos.
—Claro que tengo amigos.
—¿Son buena onda o son como tú?
En un segundo nos da la vuelta y mi cuerpo queda debajo del suyo. Si algo he aprendido de Tobías es que no es muy bueno revelando lo que siente, como si hubiera pasado años entrenando a su cuerpo para no confesar lo que hay dentro, sin embargo, si te tomas unos segundos, silencias todo lo que hay a tu alrededor y pones mucha, pero mucha atención, podrás ver a través de sus ojos todo aquello que intenta enterrar bajo tierra. Puedes notar el cambio con cada diferente tono, con cada brillo y, si sus ojos no fueran tan oscuros como para desaparecer la pupila, estoy segura que podrías notar una que otra emoción dependiendo del tamaño de ésta. ¿Lo que veo ahora? Hambre.
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Enamorada Del Diablo
Teen FictionDespués de un año, Alyssa regresa a Seattle para comenzar el año más importante de su vida, ese por el que tanto ha sacrificado, pero algo ha cambiado. Algunos pensarían que es imposible notar cuando una sola persona llega a la ciudad, pero se...