Capítulo 22

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Me tambaleo cuando mis pies tocan el suelo, pero las manos de Tobías son rápidas y detienen la caída.

-Creo que alguien ha bebido de más. -Dice recargando su espalda en la puerta ya cerrada de su habitación y cruzándose de brazos.

Por su postura y sus palabras cualquiera pensaría que no está muy contento con la situación, pero se nota a kilómetros que está intentando no sonreír.

-Tal vez he bebido lo suficiente. -Me encojo de hombros.

Camino... Bueno, me tambaleo hasta la cama y me dejo caer, mi espalda rebota en el suave colchón y no puedo evitar carcajearme. La sábanas se empapan gracias a mi ropa mojada y mi cabello no exprimido. Pasan unos segundos y, cuando la risa se me comienza a calmar, Tobías hace lo mismo. Se deja caer de mi lado y, por su peso, todo mi cuerpo vuela en el aire y vuelve a caer en el colchón, así que me carcajeo una vez más.

-A veces eres divertido. -Digo con una sonrisa en los labios.

Giro la cabeza para mirarlo y él hace lo mismo, así que nuestros rostros quedan a pocos centímetros.

-¿A veces? -Alza una ceja.

-Eres muy... Solitario. -Mis palabras tienen tono curioso, no muy segura de si su soledad me gusta o no.

-Lo soy. -Asiente.

Nos quedamos unos segundos en silencio sin romper contacto visual, yo esperando a que me dé una explicación y él creyendo que ya la ha dado.

-Bueno, pero ¿por qué?

-No todos tienen el privilegio de estar conmigo. -Sonríe orgulloso.

En un movimiento rápido, el cual hace que la habitación dé vueltas, me siento a horcajadas sobre él, sintiendo su ya no tan discreta erección y, de pronto, la temperatura ha subido unos cien grados.

-No veo que tengas problemas con darme ese privilegio. -Digo lo más inocente que puedo, mordiendo mi labio inferior para no soltar una risa.

Sin decir palabra alguna, su pulgar se eleva hasta mi rostro y baja mi labio, desatándolo del atrape de mis dientes. Lo acaricia con suavidad, con tal calma que pareciera que todo lo demás se detiene y tenemos todo el tiempo del mundo.

-No lo muerdas así. -Dice con la voz ronca y seria.

-¿Por qué no?

De pronto, mi voz ha cambiado, suena como si mi garganta estuviera seca y las ganas de reírme por la más mínima cosa se han esfumado. Con una mirada así sobre mí, soy incapaz de no perderme en ella.

Tobías se sienta en el borde de la cama, tomándome de las caderas para evitar que me mueva de mi lugar. Se acerca lentamente a mí y deposita un suave y largo beso en mi cuello. Las gotas que salen de mi cabello y caen entre nosotros simulan una lenta lluvia, y yo soy incapaz de no cerrar los ojos para disfrutar de su contacto. Los besos comienzan a subir y mis manos se sujetan de su cuello, porque de pronto siento que puedo dejarme caer en cualquier momento. Cuando sus labios llegan a mi oreja y sus dientes juegan suavemente con el lóbulo, susurra:

-Porque me dan ganas de hacerte un millón de cosas, aquí y ahora. Quitarte la ropa y hacerte gritar tan fuerte que toda la fiesta se detenga, hacer que todos deseen ser nosotros

Si el alcohol no logró que mi corazón llegue a su límite de palpitaciones por minuto, Tobías lo ha hecho, y el corazón no es lo único que me palpita en este momento. No sé si es el alcohol, si es él, si son las ganas que se han acumulado desde que entendí que no nos dejará llegar tan lejos muy pronto, pero en este momento, lo único que quiero es tenerlo sobre mí, dentro de mí, quiero que cumpla todas esas promesas que siguen flotando en el aire.

Enamorada Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora