|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XXXV|

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Sus oídos atormentados por el estruendoso sonido que daba lugar en la calle principal, terminaron siendo aturdidos por un pitido intenso

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Sus oídos atormentados por el estruendoso sonido que daba lugar en la calle principal, terminaron siendo aturdidos por un pitido intenso. El olor a sangre le perforó los pulmones cargados de angustia y desesperación, al ver las figuras de sus compañeros caer al suelo en absoluto silencio, uno por uno y sin vida. Quiso mover la mano en busca de su arma, pero el punzante dolor en su hombro se lo impidió, seguido de un ensordecedor grito de agonía que le hizo despertar.

—¡Geheim! —llamó a la nada, levantándose de golpe hasta quedar sentada sobre la camilla.

Sus ojos oscuros recorrieron la enfermería a la velocidad de la luz, fue ahí donde cayó en cuenta de dónde estaba y lo que los había llevado hasta ahí. Hange Zoë se encontraba en el centro médico de la Corte, rodeada de más camaradas heridos a los costados y el frente, con el hombro y pecho vendados de manera firme, manteniendo su brazo izquierdo pegado hacia sí para que evitara moverlo más de lo necesario.

Al lado derecho, un hombre de hebras claras como el sol y ojos azules como el mismo cielo, la observaba con curiosidad, mientras que un enano gruñón la escaneaba de arriba hacia abajo desde el pie de su cama, con las ojeras más marcadas que nunca, y una expresión de fastidio.

Un mareo le hizo cerrar los ojos, y sujetarse la cabeza con su única mano libre en busca de algún alivio, reparando en el vendaje recurrente cubriéndole la mitad del cráneo.

—Agh... —se quejó en voz baja.

—Quieta, gafas, o se te caerá el brazo.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó ignorando la indicación de su amigo bajito, a la par que las imágenes se proyectaron en su cabeza con gran velocidad, manteniendo la sensación de que todo se movía alrededor suyo—. La carreta. Los solados —murmuró para sí.

—Tienes que tranquilizarte, Hange, sufriste una herida de bala, ¿lo recuerdas?

Pero la líder de escuadrón seguía negándose a escuchar. El rostro inocente y lastimado de su subordinada, atormentaba su mente incluso en los sueños.

—La nueva prisión. Dime, Erwin —conectó sus cuencas castañas con las de él—, dime que está en la nueva prisión.

El tono suplicante que utilizó, hizo al aludido y su amigo bajito, lanzarse una fugaz mirada de confusión. Estaba más que claro que no recordaba la mayor parte del suceso gracias al ataque sufrido, aun así, en el fondo, para Erwin Smith resultaba incómodo ser quien respondiera sus dudas.

—Se la llevaron —contestó con voz átona, dejándola sumida en un pequeño transe.

Los ojos de Hange, que a la opinión de Geheim Grunewald, se veían hermosos y chistosos al no traer gafas; se perdieron en la nada por unos cuantos segundos, procesando todo con tanta rapidez como le fue posible.

—¿Pero qué mierda? ¡Levi! —reprochó luego de musitar.

El de mirada platinada, chasqueó la lengua antes de responder.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora