|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XV|

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La enfermería del cuartel era el lugar que menos había visitado hasta entonces, debido a que la líder de escuadrón, Hange Zoë, solía ser quién la atendía y revisaba cada vez que se sentía mal

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La enfermería del cuartel era el lugar que menos había visitado hasta entonces, debido a que la líder de escuadrón, Hange Zoë, solía ser quién la atendía y revisaba cada vez que se sentía mal. Las paredes y cortinas blancas le daban un aspecto pulcro a la estancia; más de diez camillas estaban esparcidas a los costados, dejando un pasillo libre para que los doctores caminaran sin ningún inconveniente; y había un estante al final del cuarto repleto de vendas y medicinas para un caso de alguna emergencia.

Sus compañeros entraron en fila, algunos haciéndola de soporte hasta que pudieran recostarse los heridos, mientras que otros simplemente servían de ayuda para lo que el encargado pudiera necesitar. En esa simple imagen podía verse de todo; desde hombres con los brazos y piernas rotas, hasta soldados llorando la pérdida tan reciente de sus colegas, con el rostro rojo y las lágrimas empapándoles la mugre de las mejillas.

El olor a fármaco le llenó las fosas nasales haciéndola sentir mareada. Su uniforme estaba roto, y no dejaba de salir sangre por su nariz. El hombre de bata blanca apretó la venda a su cabeza tanto como pudo, procediendo a revisarle el oído.

—¿Escuchas bien? —Geheim asintió.

Después del ataque en el bosque y su golpe en la cabeza, milagrosamente no había recibido efectos secundarios, más allá del cuerpo adolorido y que, de vez en cuando, sintiera que el piso se movía a sus pies.

El rostro arrugado del doctor se pegó al suyo y con la yema de los dedos tocó la gota carmín que bajaba con lentitud hasta sus labios. Le pasó un algodón y anotó unas cuántas cosas en su expediente. Su cabello cenizo brilló con los colores del ocaso reflejándose, y soltó un suspiro antes de volver a hablar.

—¿Sale muy seguido? —preguntó señalando su sangre con la pluma.

La pelinegra negó limpiándose, para después observar con atención la bolita blanca manchada.

—¿Cuándo fue la última vez?

La imagen del titán de especie rara se proyectó en su cabeza a la velocidad de la luz, casi pudiendo sentir el dolor que la caída de la había dejado, al igual que el de su mirada rota.

—Como sea —continuó él al darse cuenta de que la chica no respondería—, es demasiada. Sólo recuéstate sin presionar el puente y quédate ahí hasta que sientas que ya ha pasado.

La empujó delicadamente con la mano hasta que su pequeña figura tocó por completo la comodidad de la colchoneta.

—No vayas a dormirte, después del golpe que te has dado no es recomendable hasta que no pasen cinco horas, como mínimo, ¿de acuerdo? —Movió la cabeza de manera afirmativa—. Vendré más tarde, alguien llegará en un par de minutos a darte el medicamento para dolor.

Exhaló con fuerza cuando la sombra del hombre robusto se alejó, se frotó las sienes y repasó mentalmente lo que acababa de presenciar. Sintió miedo, culpabilidad y duda. No tenía la menor idea de dónde estaba Ritter Bleier, o si es que había conseguido salir con vida de ese infierno, y no había podido ir a buscarlo porque el capitán Erwin se lo prohibió al momento de poner un pie dentro del cuartel.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora