|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XXXIX|

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Pasaba de la media noche cuando los tres principales capitanes se reunieron en la habitación del hombrecillo pelinegro

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Pasaba de la media noche cuando los tres principales capitanes se reunieron en la habitación del hombrecillo pelinegro. La chimenea estaba apagada, su cama sorprendentemente desordenada, con un pequeño baúl encima siendo llenado por los uniformes que Levi había cargado hasta Mitras.

No había luna que iluminara la pequeña estancia, únicamente se encontraba una vela encendida sobre el buró, que solía parpadear cuando el viento entraba con un poco de fuerza, colándose por las ventanas abiertas de par en par. Habían dos posibles razones a esto último: Levi estaba loco y pensaba saltar por la ventana en un acto de desespero, o tal vez la presión le causaba un calor terrible como para requerir que el invierno lo congelara, pensó Hange.

—¿Quién duerme aquí? —Le preguntó el azabache cuando se acercó con la intención de cerrarlas.

—Eh... ¿Tú? —Todavía se dio el lujo de la duda.

—¿Y te di permiso?

La mujer de gafas miró a su amigo rubio en busca de ayuda, y cuando éste la ignoró, bajó de forma lenta las manos y tomó asiento en la otra esquina de las cuatro paredes, cerca de la chimenea, esperando que las diminutas brasas le calentaran el trasero aunque fuera un poquito.

—Está más gruñón de lo usual —se quejó en un susurro.

—Te escuché, cuatro ojos.

Hange abrió los ojos a tope y desvió la mirada a otro lado para hacerse la inocente. Mientras tanto, el capitán Levi siguió centrándose en su tarea, doblando las prendas con todo el cuidado posible y dejándolas perfectamente ordenadas, con Erwin mirándolo a un lado, sentado con las piernas cruzadas.

—¿Descansaste ya? —Continuó la única mujer del trío, metiendo las manos entre medio de sus piernas para calentarlas.

—No necesito que te preocupes por mí, gafas —respondió sin mirarla.

—¿Cómo no hacerlo? Eres...

Rápidamente se giró hacia ella para cortar su discurso con el ceño fruncido.

—No empieces con cursilerías.

Hange lo miró con indignación.

—Iba a decir que eres el encargado de Geheim, así que... —se encogió de hombros.

El más bajito cerró el pequeño baúl con un candado, moviéndolo de un lado hacia el otro verificando que el ajetreo no le fuera un problema.

—¿Está todo listo? —Habló Erwin por primera vez, a lo que su amigo asintió.

—¿Pudieron recabar información? —Preguntó sacudiéndose las manos, para después caminar hasta la ventana y cerrarla con fuerza para que no volviera a abrirse por accidente.

Hange suspiró aliviada cuando su nariz comenzó a recuperar la temperatura normal.

—Nada que no sepamos ya. Con la diferencia de que hoy fue mucho más notoria su necesidad por sacarnos de la ciudad. Nos ofreció el mercado entero con tal de que toda la Legión se saliera de la investigación.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora