|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ VI|

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—DECISIÓN—


—¿Vas a enseñarme la letra algún día? —preguntó su mejor amigo sentando a su lado.

Geheim movió la cuchara de un lado al otro al negar y sonreír con cierta burla e incomodidad. No tenía mucho apetito, pero saltarse la cena no estaba permitido, todos tenían que mantenerse saludables y en forma.

—Vamos, Geheim —suplicó Ritter—, llevas años con ella, me dijiste que te la enseñó tu madre y no quieres mostrarme a mí, ¡soy tu mejor amigo!

Luego de escucharla silbar la melodía por mero accidente, el chico pelirrojo no paró de insistir desde hacía ya dos años y medio. Recordaba la primera noche antes de la prueba del equipo de maniobras tridimensionales, y lo nerviosos que eso tenía a todos, pero ahí estaba Geheim, con la cabeza en las nubes y sus rosados labios siendo acariciados por el viento. Desde ese día, Geheim no podía sacarle la idea de la cabeza y, cada vez que tenía la oportunidad, él se lo recordaba.

—Eso no significa que tenga que contarte todo —contestó, pero ambos sabían que era mentira.

El pelirrojo abrió la boca con sorpresa, colocándose una mano sobre el pecho, fingiendo estar ofendido.

Aquí termina nuestra amistad.

Rio ante su actitud infantil y puso los ojos en blanco antes de dar un pequeño mordisco al pan. No le prestó atención, no tenía ánimos de estar discutiendo, aunque fuera de broma; quedarse hasta altas horas de la noche limpiando la cocina y el comedor durante los últimos cuatro días, la dejaba muy cansada, tanto, que había dejado de frecuentar el enorme árbol para irse directo a la cama después de llevarle su ración de manzanas a Gaul.

—¿No vas a rogarme? —Le sonrió mostrando todos sus dientes en respuesta—. Cínica —bramó.

—Deja de estar de llorón —lo regañó el cabo Levi, pasando justo a un lado de su mesa sin poder evitar escuchar y presenciar todo.

Las mejillas de Ritter se pusieron completamente rojas, casi imitando el color de su cabello ligeramente largo, y se encogió en su asiento de pura vergüenza.

—Sí, señor.

—En cuanto termines, ve a la oficina de Flagon, tiene una misión para ti —y se marchó sin siquiera mirar a ninguno de los dos.

Ritter y Geheim lo observaron partir, cada uno con una forma distinta de pensar, hasta que el pelirrojo recuperó sus ideas y se giró a su hermana.

—¿Entonces no? —insistió formando un puchero.

La pelinegra suspiró cansada. La letra de aquella canción era muy especial para ella, y le resultaba difícil pensar en que alguien más pudiera cantarla, tanto como la idea de no escuchar a su madre entonarla una vez más. Sus ojos color marrón demostraron la tristeza y lo doloroso que le era esa situación, pero Ritter no lo notó.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora