|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XVII|

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Las nubes cubrían el cielo de manera total, sin dejar que un solo rayo de luz cruzara por ellas y le brindara algo de calor a su cuerpo tembloroso

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Las nubes cubrían el cielo de manera total, sin dejar que un solo rayo de luz cruzara por ellas y le brindara algo de calor a su cuerpo tembloroso. La brisa fresca atravesaba por los pequeños orificios de las ventanas, ocasionando que su piel se erizara al sentir el tacto. Miró a través del vidrio una última vez antes de alisar el uniforme tanto como pudo, y salir de la soledad que inundaba la habitación.

Avanzó con paso firme, respirando de manera pausada con las manos echas puño, y el bombeo de su corazón haciéndole compañía. Pronto alcanzó a distinguir los quejidos de los soldados en entrenamiento, los golpes en seco cuando alguien caía, junto con los gritos de reproche por no haber conseguido la victoria esperada.

Sólo habían transcurrido un par de días después de su estado enfermo. Todo parecía volver a la normalidad, salvo con ciertos y pequeños detalles. El doctor de la Legión le había dado el consentimiento para que pudiera volver a las prácticas físicas con las debidas precauciones.

Se sintió como una extraña al momento de que sus botas pisaron la tierra seca bajo ella, como si hubieran pasado años desde el último día en el que había estado allí. Cuando nadie volteó a mirarla de manera extraña y cierto desagrado, comprendió que el tiempo pasó tan rápido que no le dio tiempo de darse cuenta en qué momento sus compañeros dejaron de juzgarla. Ya nada era como el primer día, ni siquiera ella.

El cambio de turno se hizo en un par de minutos. Las personas sudadas hicieron intercambio de lugar con los que recién llegaban, limpios y bien peinados, tomando el lugar que les correspondía. Tronó los huesos de sus dedos en un tic nervioso, buscando con la mirada a alguien que quisiera pelear a su lado. Necesitaba mejorar si quería hacer algún cambio y poder salvar vidas.

Todo pareció detenerse cuando vio a su mejor amigo caminando entre los demás, resaltando por el intenso color rojizo de su cabello, y las lindas pecas que le adornaban el rostro. A su lado iba el resto del escuadrón del capitán Levi, caminando con orgullo al portar dicho puesto.

La mirada verdosa de Ritter conectó con la café de Geheim, y la muchacha tuvo que contener las ganas de abalanzarse contra él y tomarlo entre sus brazos con todas sus fuerzas, por cada abrazo que no le había dado desde hacía tiempo.

Uno de sus compañeros le dio un golpe en el hombro, y la atención de su hermano se dirigió a él. Ambos intercambiaron un par de palabras antes de que Ritter volviera a mirarla.

Se sintió destrozada al verlo apretar la mandíbula al momento de escanearla de pies a cabeza, las manos apretadas al punto de que sus nudillos se pusieron blancos, y los orbes verdes cargados de mil y una emociones, ninguna de ellas que demostraran cuánto la extrañaba.

Geheim se preguntó si es que en verdad algún día fueron amigos y llegaron a tener el mismo sentimiento fraternal al mismo tiempo. »Quizá, si en verdad fuéramos amigos, me habría entendido«, fue lo que pensó hasta que la vocecilla dentro de su cabeza le gritó con fuerza que la única culpable allí era ella, que el capitán Levi tenía razón al decirle que tenía que tomar cartas en el asunto y disculparse antes de que fuera tarde. Aun así, era demasiado egoísta para permitir que Ritter Bleier terminara envuelto en sus problemas, sólo le quedaba aceptar su rechazo y verlo avanzar sin ella, siendo feliz y sin ninguna preocupación.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora