|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XI|

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El regreso al cuartel principal estuvo rodeado del ajetreo entre los nuevos visitantes y la apresurada preparación de la siguiente salida al exterior

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El regreso al cuartel principal estuvo rodeado del ajetreo entre los nuevos visitantes y la apresurada preparación de la siguiente salida al exterior. Todos parecían alterados y nerviosos ante el desconocido futuro, mientras que los miembros de la Legión, guardaban luto en silencio a sus compañeros caídos. Los llantos en los pasillos por parte de los nuevos reclutas no se hacían esperar, los sollozos comenzaban a convertirse en la melodía que recorría cada rincón del lugar. La desesperanza comenzaba a invadir sus rotos corazones, pero no había nada qué hacer, tenían que seguir adelante y luchar para sobrevivir.

Cuando la chica de cabellos azabaches entró a su habitación compartida, la tristeza la embriagó al ver la cama vacía de Sasha, tal vez no eran amigas y llegaban a conversar muy pocas veces, pero formaba parte de su vida, y ahora estaba tres metros bajo tierra, con los huesos molidos y el rostro desfigurado al ser aplastada por un titán. Por respeto, las risas de sus compañeras no regresaron hasta un par de días después, en el momento en el que casi todos comenzaban a aceptar la cruda y cruel realidad que cubría al Cuerpo de Exploración, y comenzaban a hacerse a la idea de que, a partir desde entonces, todo sería de ese modo.

Jugueteó con el brazalete de estambre que su mejor amigo tenía, era de distintos tonos azules, blancos y negros, los colores favoritos de la pequeña soldado. Ambos habían terminado sus deberes con sus respectivos capitanes y se tomaban un descanso antes de la comida. Hizo un nudo en los extremos sobrantes de la pulsera y sacó la lengua en concentración.

—Un día voy a darte una, lo prometo —le sonrió ampliamente y sus mejillas enrojecieron—, sólo si tú me dices la letra de tu canción.

La sonrisa desapareció, soltó su mano de golpe y se cruzó de brazos.

Ya sabes la respuesta.

—Entonces no te daré nada —se apresuró a decir con una sonrisa ladina.

Seguramente encuentro otra —mintió, sabía que no encontraría otra igual que esa, pues el significado no sería el mismo.

—Sabes que esta te encanta, Geheim.

No por eso voy a ceder. —Se mantuvo firme.

El pelirrojo soltó una risotada en respuesta a su comportamiento tan infantil y después la abrazó por los hombros para pegarla a su cuerpo. Besó su cabeza y cerró los ojos aspirando su aroma. Su corazón latió con fuerza, no había ninguna otra persona en el mundo a la que quisiera tanto como a esa niña tan llena de misterios. Geheim Brandt era más que su familia, era el amor de su vida, y haber estado tan cerca de perderla lo había dejado terriblemente mal. Sentía que no podía estar separado de ella por mucho tiempo o moriría de la angustia, y es que, después de haber fracasado en su misión, se sentía vacío, como si hubiera fallado a su verdadero propósito, y eso comenzaba a ocasionar que la poca cordura con la que contaba, comenzara a desvanecerse como la neblina que cubría el alba.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora