|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XVIII|

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La pelinegra se levantó a mitad de la noche, percatándose de que su nueva y temporal compañera estaba profundamente dormida bocabajo, el trasero semi-levantando y la baba escurriéndose por el labio inferior

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La pelinegra se levantó a mitad de la noche, percatándose de que su nueva y temporal compañera estaba profundamente dormida bocabajo, el trasero semi-levantando y la baba escurriéndose por el labio inferior. Observó la ventana al fondo de la habitación, la luz de la luna le iluminó el rostro y se frotó los ojos antes de colocarse de pie. La bata blanca le rozó los tobillos ocasionándole cosquillas y avanzó a la salida con rumbo a los baños. Le urgía hacer pipí.

Todos los dormitorios estaban cerrados, incluso alcanzaba a escuchar los ronquidos de sus compañeros. Río en voz baja, cuando de pronto, una venda le cubrió los ojos y otra la boca impidiéndole pedir ayuda. Forcejeó contra su atacante, sintiendo el miedo acelerar su corazón a tal punto de que temió sufrir un infarto.

Manoteó sin ver nada, acertando en dar un golpe sobre el rostro del secuestrador. Se escuchó un gemido de dolor seguido de un:

Tsk, mierda.

El terror disminuyó un poco, sólo le faltaba averiguar a quién pertenecía el segundo par de manos que luchaba por amarrarle las muñecas detrás de la espalda.

—Maldita mocosa idiota —masculló el hombre bajito.

—Silencio, Levi, vas a despertar a los demás. —El tono grueso del segundo fue suficiente para que la joven dejara de luchar.

—Pues dile que no me pegue —se quejó el pelinegro.

—No tenemos tiempo, ayúdame.

El capitán Erwin le pasó una mano por detrás de las rodillas, pero el plan falló y Geheim terminó resbalándose, cayendo sobre el duro suelo de madera y dándose un golpe en la cabeza. Incluso con el dolor no emitió sonido alguno.

—Idiota —le dijo Levi con una mezcla de burla y enfado.

Las esperanzas de que el hombre de baja estatura supiera el modo correcto de cargarla evitando hacer más ruido u ocasionarle alguna contusión cerebral, desaparecieron cuando sintió cómo le daba vuelta y la ponía de cabeza. Toda la sangre se le bajó haciéndola sentir mareada, ni siquiera con el equipo de maniobras tridimensional se sentía tan mal.

—Se te va a caer —advirtió el rubio en voz baja.

—No tan feo como a ti. Mueve el trasero y vámonos antes de que la gafas se dé cuenta.

No supo a dónde la llevaban o qué era lo que ambos buscaban con todo eso, pero la confianza terminó por ganarle. Alcanzó a distinguir el chirrido ocasionado por una puerta siendo abierta y cerrada, sintiendo el ambiente volviéndose más sofocado. Levi la dejó caer con fuerza sobre una superficie sólida, que supuso sería una silla, después, sus delgados dedos le desabrocharon el nudo del pañuelo que le cubría los ojos sólo para dejarla en oscuridad nuevamente. Parpadeó repetidas veces tratando de acostumbrarse a ello y alcanzar a distinguir aunque sea un pequeño objeto que le dijera dónde estaba.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora