|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XXIII|

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Hange se movió impaciente en su lugar, dio ligeros golpecitos sobre la tierra con ayuda de la punta de su pie y se rascó la nuca con nerviosismo

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Hange se movió impaciente en su lugar, dio ligeros golpecitos sobre la tierra con ayuda de la punta de su pie y se rascó la nuca con nerviosismo. El tintineo de la lámpara que cargaba en una de sus manos terminó por irritar al candidato a comandante de la Legión.

Llevaban alrededor de una hora esperando a las fueras del cuartel, Levi se había marchado a todo golpe dejándolos intranquilos y ansiosos. Ambos capitanes se vieron obligados a soportar el frío de la madrugada con tal de no perderse la llegada de los dos pelinegros; necesitaban confirmar con sus propios ojos que la soldado Geheim Brandt estaba bien, y que el hombre más fuerte de la humanidad había cumplido su palabra.

La oscuridad de la noche no les permitió divisar a la bestia azabache acercándose a toda velocidad, hasta que el sonido de sus pisadas cargadas no hizo presencia a unos cuantos metros de distancia. El rostro de Hange se iluminó con esperanza y alivio por un par de segundos, y guardó compostura hasta que el corcel del capitán se posicionó frente a ellos.

—¡Geheim! —Su grito fue lo contrario a sus principales sentimientos.

Por otra parte, la expresión apacible de Erwin Smith casi se vio desfigurada al ver tal escena. No les hizo falta preguntar lo que había sucedido, y sólo se apresuraron a bajar el cuerpo inconsciente de la recluta.

Levi bufó con molestia una vez que sus botas impactaron contra el suelo. El corazón de Hange latía desbocado mientras trataba de retirar la sangre de su cabeza y le tomó el pulso con ayuda de la mano.

—Geheim, Geheim —llamó en voz baja depositando ligeros golpes en sus mejillas sin conseguir despertarla.

—No va a funcionar —informó el capitán de baja estatura mientras se colocaba en cuclillas para acomodar la capa verde alrededor del cuerpo de la joven—, ya lo intenté.

—Ayúdenme, vamos a llevarla a mi consultorio antes de que sea tarde.

La líder del escuadrón de investigaciones no tuvo que pedir lo mismo dos veces. Sin detenerse a pensar en la suciedad, el de orbes grisáceos la tomó en brazos con toda la gentileza posible, guardándose la rudeza por un par de minutos, hasta que pudo dejarla descansar sobre la camilla que Hange tenía en su lugar 'privado'.

Geheim emitió un gemido, y la castaña se puso manos a la obra sintiendo la mirada de sus compañeros clavada en la espalda. Cuando la incomodidad le resultó difícil de controlar, el algodón se le cayó al suelo y se giró en un movimiento brusco.

—Necesito privacidad.

El de cabellera rubia estuvo a punto de protestar, pues Hange Zoë no era del tipo de persona que solicitaba tal cosa, siempre le gustaba hablar y compartir sus avances, descubrimientos o cualquier cosa extraña que hacía, a quien se mostrara ligeramente interesado en ello. Aun así, no protestó cuando notó el nerviosismo en su mirar.

La castaña trataba de concentrarse, el sentimiento de adrenalina había sido reemplazado por miedo al ver a la chica en estado tan preocupante, con una enorme herida en la frente y nuca, el labio partido y múltiples hematomas por todas partes, sin contar el palpitar lento de su corazón. Geheim estaba perdiendo mucha sangre, y la capitana temía que sufriera alguna contusión cerebral de la que no podría salvarla por el temblor y terror que su cuerpo emanaba. Ella la quería, y no permitiría que se fuera, aún le faltaban demasiadas cosas por descubrir juntas.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora