|Mᴏᴍᴇɴᴛᴏ XIX|

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La espalda de Hange estaba pegada a su pecho, con la cabeza recargada en su hombro izquierdo

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La espalda de Hange estaba pegada a su pecho, con la cabeza recargada en su hombro izquierdo. Gaul avanzaba tan rápido como podía, huyendo de la pelea que la misma líder de escuadrón había iniciado al llamarle 'gordito' a uno de los clientes del bar. De vez en cuando podía escuchar sus ronquidos, o la forma en la que la saliva se le atoraba en la garganta.

Las dos iban en el mismo caballo, todo para evitar que la castaña se cayera a mitad del camino. Con una mano alrededor de su torso y la otra aferrada a las riendas, se las había ingeniado para atar el animal de Hange al suyo. No hubo tiempo para la incomodidad, aunque la posición en la que se encontraba su capitana la hiciera resbalar cada cierto tiempo a punto de caerse.

Únicamente siendo guiadas por la luz de la luna llena, llegaron al cuartel. Geheim disminuyó la velocidad hasta el trote. Ninguna vela o antorcha se veía encendida, sin embargo, al llegar al establo, sus esmeros por mantenerse encima de su amigo peludo casi fueron directo a la basura cuando dos enormes sombras se proyectaron en la pared de madera. Ajustó el agarre en el cuerpo de Hange ante el susto, hasta que los intrusos comenzaron a tomar una forma más conocida. Ambas cabelleras rubias brillaron con distintos tonos azulados. El más alto de ellos sacó detrás de su espalda una porta-vela mientras se descubría el rostro cubierto por la capucha.

—Llegan tarde —habló el capitán. Sus ojos de un azul intenso viajaron al cuerpo inconsciente de su amiga—. ¿Qué le sucede a Hange?

Geheim los miró desde lo alto buscando una forma de bajar a la capitana sin que terminara con el rostro enterrado en el suelo.

Erwin acercó la lámpara a su rostro para poder leerle los labios.

Bebió demasiado.

Abel no perdió tiempo y caminó hasta ellas alzando las manos en su dirección, suspirando cansado al tener que encargarse de una ebria Hange otra vez.

—Ya me esperaba algo así. —Negó con la cabeza dejando el objeto en el suelo para acercarse a ayudar—. Empújala hacia nosotros; Abel, sostenla de los brazos, yo me encargo de los pies. .

Juntos llegaron a la habitación individual de la loca de los titanes. Geheim abrió la puerta y encendió la antorcha pegada a ésta. El desorden total los recibió, obligándonoslos a caminar en puntitas para no manchar archivos que llegaran a ser de suma importancia.

El cuarto era mucho más grande que el de los soldados rasos o pertenecientes a algún escuadrón, tenía una ventana al fondo por la que no se podía ver nada debido a los papeles pegados sobre ella; un librero del lado izquierdo, paralelo a la cama; y un escritorio en seguida de éste último, repleto de carpetas dobladas y plumas sin tinta por todos lados.

—Hazme un favor —la voz de Erwin salió entrecortada al momento de hacer esfuerzo en dejar a la castaña sobre el colchón—, no le digas a Levi de este desorden, seguramente quemaría la habitación mañana a primera hora.

SILENCE || Levi Ackerman (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora