capítulo #23: SEGUNDA PARTE.

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Se miraba en el espejo, dudaba, titubeaba, incluso se cuestionaba cuál era el sentido a continuar grabando su propio rostro si en un tiempo ya ni siquiera se recordaría

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Se miraba en el espejo, dudaba, titubeaba, incluso se cuestionaba cuál era el sentido a continuar grabando su propio rostro si en un tiempo ya ni siquiera se recordaría.

Fue diagnosticado de glioblastoma hace poco, unas semanas, quizás ya se estaría yendo su primer mes de los cinco que tenía, pero la realidad era que prefería no llevar la cuenta de nada. Ser silencioso fue la decisión que había decidido tomar. Se siente menos presionado solo sabiendo él qué le ocurre.

Estaba en la tienda de conveniencia eligiendo algo para cenar en casa, su primer día de vacaciones lo invitaba a querer saborear la deliciosa comida de un lugar tan simple como ese, debía comenzar a apreciar las pequeñas cosas que lo hacen sentir bien.

—Hola, ¿con quién estoy hablando? —dijo Jay tras atender una llamada entrante en su celular de carácter desconocido.

Soy el doctor Lee, ¿me recuerdas?

Oh, sí. ¿En qué puedo ayudarle? —dijo con cierto desinterés en su tono de voz mientras que de cuclillas buscaba un paquete de snack para comprar.

Usted es quien necesita ayuda, joven Park.

—¿Ayuda? ¿Con qué? —Jay ojeaba los paquetes de ramyeon y baldes de otros fideos.

¿No estás asustado? Te estoy llamando para amenazarte acerca de tu enfermedad.

Ya veo. Y eso...

Puedes sentirte bien ahora Jay, pero luego vas a sentir tanto dolor que querrás morir. Esto ya no es una amenaza, es un hecho.

¿Va a seguir empeorando?

¿Me estás tomando el pelo? Sabes que va a ser así.

Jay se quedó un segundo en silencio, su vista permaneció fija en un envoltorio sin gracia para luego volver a hablar.

—Entonces, en otras palabras, quiero morir después de sufrir un dolor tremendo... o después de sufrir un dolor más leve que tremendo. Debo elegir entre uno u otro, ¿no? —la mueca en sus labios se había vuelto propia en su rostro, algo tan común, que si tuviera que estar explicando diariamente qué significaba ante cada sentimiento se cansaría. —Yo tampoco quiero.

No hagas nada precipitado.

—¿Nada precipitado? —murmuró la pregunta a la vez que sus ojos se dirigían a su muñeca, allí colgaba un brazalete hecho a mano por el niño que no deja de perseguirlo y él no puede evitar que siga entrando, una y otra vez, a su vida condenada. Esbozó una sonrisa un poco fuera de chiste. —Ya lo hice.

Él mismo decidió colgar la llamada y continuar llevando a cabo su compra. No iba a mentir, la conversación le cayó un poco pesado y había modificado su humor, pero como siempre se decía: es la realidad. No ganaba nada negándola.

𝙎𝙐𝘾𝙃 𝙄𝘿𝙄𝙊𝙏 ཻུDonde viven las historias. Descúbrelo ahora