Nueva York (JFK) —> Los Ángeles (LAX)
ADRIEN
Los intermitentes fuegos artificiales blancos de la gala iluminaban el cielo mientras aceleraba para salir del aparcamiento. Sentía que me subía la presión arterial cada minuto que pasaba, y estaba seguro de que, si no llegaba a casa pronto, acabaría haciendo algo que podría lamentar más tarde.
Estaba acostumbrado a ver la cara de mi padre en las portadas de las revistas y anuncios publicitarios, de poner los ojos en blanco al leer sus palabras y mentiras, pero verlo frente a frente esta noche me había hecho darme cuenta de lo mucho que seguía despreciándolo. De cuánto rechazaba Agreste y todo lo que representaba.
Encendí la radio para poder concentrarme en otra cosa, pero cuando los pensamientos sobre mi padre desaparecieron, fueron sustituidos por otros sobre Marinette. La recordé con aquel vestidito, coqueteando con Félix. Y cómo me había hecho reaccionar eso.
«Nuestro acuerdo solo implica no tener sexo con otras personas, no con quién debemos hablar».
«¡Dios...!».
Pasé del aparcacoches del Madison y no me molesté en esperar a que se acercara a mi coche. Salí del vehículo dejando las llaves en el contacto, y subí rápidamente los escalones de entrada del edificio.
—Buenas noches, señor Graham. —Jeff me abrió la puerta —. ¿Qué tal van las cosas por el aire últimamente?
—Turbulentas. —Me dirigí al ascensor, que tenía la puerta abierta, y subí al ático, apreciando todavía más no tener que volver a hacer comprobaciones de seguridad cada vez que llegaba a casa. Abrí las ventanas de la sala, dejando que el aire fresco de la noche inundara el interior. Luego fui a la cocina y puse en fila todos los vasos de chupito que tenía para llenarlos de bourbon.
Me tomé un par de ellos y activé el contestador automático.
—Bienvenido a casa. Tiene dos mensajes nuevos. ¿Le gustaría oírlos?
—Sí.
—Por favor, diga la contraseña.
Me bebí el tercer chupito.
—Uno. Ocho. Siete. Dos.
—Mensaje número uno... —Se escuchó un sonido y una voz ronca—. ¿Hola? ¿Estoy llamando a Deluxe Catering? Este es el número que... —Siguiente.
—Mensaje número dos.
—Adrien, soy yo. —La quejumbrosa voz de Lila resonó en la sala—. Adrien, ya sé que estás en casa, así que coge... De acuerdo, mira. Independientemente de lo que sientas por mí, Félix o tu padre, tienes que hablar con nosotros. Es muy importante, y llevamos años tratando de utilizar todos los medios posibles para que nos prestes atención. ¿No lo ves? ¿No puedes verlo? —Parecía como si estuviera llorando de verdad—. Si todavía estás oyéndome... —Siguiente.
—No hay más mensajes. ¿Le gustaría borrar los últimos mensajes?
—Sí.
—Hay treinta y seis mensajes archivados.
Cogí el cuarto chupito, dispuesto a bebérmelo, pero en ese momento sonó un fuerte y repentino golpe en la puerta. El tipo de golpe grosero y desconsiderado que solo podía provenir de Lila.
Con las palabras «mantente lo más alejada de mí que puedas» en la punta de la lengua, me acerqué a la puerta. Pero al abrirla, fue Marinette la que apareció ante mí.
Estaba empapada, todavía con el vestidito verde esmeralda que llevaba en la gala. Tenía la cara roja y sus pechos subían y bajaban siguiendo el ritmo de su jadeante respiración.
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Eres mi Anomalía
Random¿Cuántas veces me vas a hacer arder? Tres, cuatro, cinco, quizá diez... ¿Soy yo quien te hace arder a ti? Sí, esto tiene que terminar. Si eres tú quien se aleja primero, seguiré tu ejemplo. Ya te lo he dicho antes y, sin embargo, nunca me marcho... ...