TERMINAL B20

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Orlando (MCO) —> Hawái (HNL) —> Nueva York (JFK)

ADRIEN

Todavía tenía el sabor del coño de Marinette en los labios tres horas después de haber salido de Orlando, y debía ser distracción suficiente durante una semana más. También era lo que impedía que centrara toda mi mente en la reunión de pilotos que tenía esta mañana.

—Entonces... —Un hombre con un traje azul que no le sentaba bien se detuvo en el estrado de la sala de conferencias para dirigirse a mí y a los otros veinte pilotos—. Como todos ustedes saben, en Agreste tenemos mejores paquetes de beneficios que en las demás compañías comerciales, además de los mejores aviones y del mejor historial de seguridad.

—¿De verdad nos han convocado para leernos el folleto publicitario de la compañía? —pregunté. La reunión se había prolongado ya durante media hora, lo que suponía demasiado tiempo—. Tengo cosas mejores que hacer en Hawái.

—Por supuesto, capitán Graham. —Puso los ojos en blanco y apagó las luces al tiempo que hacía bajar una pantalla por la pared—. He convocado la reunión para recordarles la política de no confraternización de la compañía.

De repente, una imagen granulada apareció en la pantalla. Se trataba de un piloto uniformado que llevaba de la mano a una asistente de vuelo por una zona en la que había un letrero anunciando que se trataba de una zona en construcción.

—Normalmente los aeropuertos no suelen instalar cámaras de seguridad en las zonas en construcción porque..., bueno, ¿cuál sería su propósito de grabar fuera de los límites? Sin embargo, un pasajero captó esto hace algunas semanas y lo publicó en las redes sociales con la leyenda: «Apuesto lo que sea a que este piloto está a punto de hacer aterrizar su polla en una buena pista de aterrizaje».

Los demás pilotos soltaron algunas risitas.

—También encontramos este vídeo. —Presionó un mando a distancia y apareció una imagen mucho más nítida. Un piloto de uniforme besando a una mujer contra una pared en un almacén de comida vacío en el Seattle International—. Bien —añadió—, esto es solo una formalidad, ya que estamos dirigiéndonos a los pilotos de Agreste que han cubierto rutas en estos aeropuertos en particular en las fechas en las que se captaron estas imágenes. Cabe decir que, a pesar de que lo que ocurre en sus habitaciones es asunto suyo, la idea de que dos empleados rompan descaradamente la regla de no confraternización cuando mantenemos una política publicitaria tan abierta de nuestras normas ante nuestros clientes es un poco... —se acarició la barbilla— un poco vergonzosa. No, no es esa palabra... ¿Impactante? ¿Sorprendente? ¿Escandalosa?

Por fin, el vídeo llegó a su fin y el hombre encendió las luces.

—Si saben de quién se trata, les sugiero que nos lo digan. Y si es alguno de ustedes, recomiendo que nos lo digan de inmediato para que podamos despedir ipso facto a la asistente de vuelo. Les recuerdo que han firmado la política de vuelos y que pueden ser sometidos a una acción disciplinaria. Sin embargo, conservarán su trabajo siempre y cuando cooperen.

Continuó hablando mientras movía unos papeles, pero yo mantuve los ojos clavados en la pantalla, a su espalda. El vídeo estaba reproduciéndose en bucle, pero dado que ni Marinette ni yo mirábamos hacia arriba o hacia los lados, no había forma de saber que éramos nosotros. Solo eran dos empleados que trabajaban para la misma compañía aérea, dos personas que se besaban de tal forma que parecía que les importaba muy poco si los atrapaban o no.

—¿Está escuchándome, capitán Graham? —El tono de su voz me arrancó de mis pensamientos—. ¿Capitán Graham?

—¿Qué?

—Le he dicho que puede salir del aeropuerto tan pronto como vuelva a firmar de nuevo la política de no confraternización. —Señaló la estancia vacía—. Es el único que sigue aquí sentado.

Bajé la mirada al papel, percibiendo que la línea roja había cambiado: «Yo, Adrien Graham, no tengo y nunca tendré una relación con ningún empleado de Agreste Airways, de cualquier departamento o subcontrata de Agreste Air. Además, estoy de acuerdo con la política de no confraternización original que se enumera a continuación...».

Cogí un bolígrafo, firmé y entregué el papel. Me levanté para dirigirme a la puerta, pero me llamó de nuevo.

—¿Sí? —Lo miré por encima del hombro.

—Mmm... Se ha dejado algo en la silla. —Señalaba una prenda arrugada de ropa interior de encaje negro.

—Gracias. —La recogí y me la metí en el bolsillo, sin permitir que me hiciera la pregunta que sin duda estaba tentado a hacer. Salí de la estancia y atravesé la terminal del Honolulu International, aunque no tenía prisa; pasaría los próximos cuatro días descansando en la isla.

Años atrás, disfrutaba de la idea de pasar incontables horas en las playas, follándome a tantas mujeres como me era posible, pero por alguna razón, esa idea no me resultaba atractiva en este momento.

Saqué el móvil del bolsillo y miré el plan de vuelos de

Marinette. Actualmente estaba operando un vuelo nocturno desde Orlando a Seattle. Luego iría a Los Ángeles, donde tenía tres días de escala.

Hice algunos cálculos mentales: Los Ángeles estaba a solo cinco horas de vuelo desde Hawái, con una diferencia horaria de tres horas. Seattle estaba a seis horas de Orlando, por lo que aterrizaría allí dentro de dos horas y subiría a un vuelo corto a Los Ángeles...

«¿Qué coño estoy haciendo?», me dije de repente, interrumpiendo aquel pensamiento.

Sacudí la cabeza y me dirigí hacia la parada de taxis, dispuesto asubirme al primero que estuviera disponible. Tenía que llegar al hotel lo antesposible, antes de que aquel imprudente pensamiento cobrara vida propia.

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora