Nueva York (JFK)
ADRIEN
Tomé asiento en la improvisada oficina del departamento de recursos humanos en la terminal del Dallas/Ft. Worth Marriott, y me di cuenta de que, a diferencia de mi anterior experiencia en las mismas circunstancias, no había ningún testigo con un traje azul ni archivos apilados sobre el escritorio ni una grabadora digital esperando para captar todas mis palabras.
Solo había una pelirroja con gafas sentada enfrente de mí que me miraba como si llevara demasiado tiempo con sesiones de este tipo.
Se subió la montura por el puente de la nariz y presionó el botón del bolígrafo.
—Buenas tardes, señor Graham.
—Buenas tardes.
—¿Podría echar un vistazo al documento que tiene delante y leer en voz alta las primeras líneas, por favor?
—Claro. —Lo cogí—. «Agreste Airways no acepta bajo ninguna circunstancia las relaciones interpersonales entre sus empleados. Si se demuestra que algunos de ellos puede estar involucrado en una, cualquiera de los dos (dependiendo de su posición en la empresa) puede verse afectado por una suspensión, traslado o despido».
—Gracias. —Me tendió entonces otro documento diferente —. Ahora, para que conste, soy consciente de que tiene un FPA y que no se le puede despedir por ningún motivo. Dicho esto, hasta este momento, les he hecho a todos los pilotos que despegan de Dallas esta semana una serie de preguntas, y tengo que viajar por todo el país para hacer lo mismo cientos de veces más. Así que, por favor, no se las tome como algo personal. ¿Usted, Adrien Graham, ha mantenido relaciones personales con Marinette Dupain-Cheng?
—No sé quién es.
—Solo tiene que responder sí o no.
—Entonces supongo que la respuesta es no, ya que no sé quién es.
Arqueó la ceja y abrió una carpeta.
—La señorita Dupain-Cheng realizó con usted numerosos trayectos, señor Graham. Durante los últimos meses aquí, sus planes de vuelo coincidieron el treinta por ciento de las veces. No estoy pidiéndole que me explique nada. Solo quiero que...
—Le he dicho que no sé quién coño es. —La miré—. ¿Podemos continuar?
—De acuerdo. —Me devolvió la mirada apretando los labios. Luego me tendió una copia de un informe de vuelo—. ¿Es esta su firma? Aquí confirma que fue testigo de que un pasajero la trataba de una forma inapropiada durante un aterrizaje en Houston, en un vuelo de reposicionamiento.
—Eso parece.
—Hay una cinta de vídeo en la que aparece grabado este hecho.
—¿Estaba bajo coacción en ese momento?
—Señor Graham —dijo ella, cruzando los brazos—. ¿Confirma que vio que Marinette Dupain-Cheng era tratada de forma inapropiada o no?
—Sí —cedí—. A pesar de que no es la primera asistente que defiendo.
—En realidad sí lo es.
Silencio.
—Durante todos sus años como piloto en esta y en otras compañías, nunca ha salido en defensa de ninguno de sus compañeros. Solo de la señorita Dupain-Cheng. Un dato interesante, ¿verdad?
—Solo si tiene una definición distorsionada de la palabra «interesante».
—¿Por qué, señor Graham? ¿Por qué salir en su defensa en una cosa tan tonta? ¿Estaba celoso?
—¿Esta es su manera de «no» implicarnos?
—Esta es la forma en la que intento darle la oportunidad de ser sincero conmigo. —Me miró a los ojos—. Cuando he accedido a este archivo, hace unos minutos, me he dado cuenta de que fue actualizado hace unas semanas. Añadió un nuevo contacto de emergencia, a nombre de Marinette Dupain-Cheng. Y esta Marinette Dupain-Chengtiene el mismo número de teléfono y dirección que la otra. ¿Alguna idea de cómo llegó allí su nombre? ¿De cómo usted lo firmó?
Saqué el formulario de la carpeta y firmé con rapidez al lado de las casillas «Nunca he tenido contacto con Marinette Dupain-Cheng» y «Entiendo la política de relaciones entre los empleados».
—¿Necesita algo más de mí?
—No. —Negó con la cabeza mientras le entregaba el papel —. No. Gracias, señor Graham.
—El placer es mío.
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Eres mi Anomalía
Altele¿Cuántas veces me vas a hacer arder? Tres, cuatro, cinco, quizá diez... ¿Soy yo quien te hace arder a ti? Sí, esto tiene que terminar. Si eres tú quien se aleja primero, seguiré tu ejemplo. Ya te lo he dicho antes y, sin embargo, nunca me marcho... ...