Nueva York (JFK)
ADRIEN
Bebí un sorbo de agua mientras mi doctora favorita hacía tamborilear los dedos en la mesa de reuniones. Llevaba más de una hora sentado en la sala de reuniones de Agreste Airways, esperando que terminara la última escena de esta larga e innecesaria investigación.
Habían sido precisos tres meses para que la Junta Nacional de Seguridad del Transporte determinara que el vuelo 491 había sufrido un fallo de mantenimiento, dos meses más para que la Asociación de Pilotos determinara que estaba mentalmente apto para volar de nuevo y uno más para que Agreste decidiera que quería hacerme más preguntas.
—¿Capitán Graham? —La doctora Raincomprix se aclaró la garganta —. ¿Cuántas veces tengo que repetir la pregunta anterior?
—Hasta que empiece a tener sentido.
—De acuerdo. —Se puso a hablar lentamente—. ¿Le dijo o no le dijo al copiloto que llamara a la torre de control y que pidiera permiso para subir más cuando usted volviera a la cabina?
—Lo hice.
—Bien. ¿Recuerda lo que pasó después? ¿Qué se encontró en realidad?
La miré, sin saber a dónde quería llegar. Ya había respondido a esta pregunta muchas veces en otras tantas entrevistas.
—No, no es una pregunta trampa, capitán Graham. Solo quiero que me cuente exactamente lo que recuerda. Podría ser cualquier cosa, dado el aspecto que presentaba el cielo y los sonidos que se escuchaban en la cabina. ¿Qué recuerda?
«Todo».
—Nada especial.
Movió sus papeles antes de continuar realizándome preguntas que me resultaban familiares. Mientras hablaba, los minutos anteriores al choque se hicieron más nítidos en mi mente e intenté bloquearlos, pero fue inútil.
El sonido de los gritos de los pasajeros —por no hablar de los de Nathaniel— era algo que todavía revivía en mi mente. Eso, y el sentimiento de culpa de que no había sido capaz de prevenir el fatal desenlace.
—Vale, una última pregunta. —Su voz me arrancó de mis pensamientos—. La grabación de la cabina confirmó que tanto usted como el copiloto cumplieron con el protocolo de emergencia, pero queríamos aclarar una cosa más por razones personales. ¿Dijo o no las siguientes palabras antes de que el vuelo 491 comenzara a caer en picado a las aguas? Cito: «Dios..., te amo, Marinette».
—¿Qué tiene que ver eso con la investigación?
—Mucho —dijo con voz firme—. Necesito que responda a la pregunta, capitán Graham.
—Y yo necesito una pregunta que valga la pena responder.
Cogió un mando a distancia y la pantalla de la pared se iluminó con una ráfaga de estático gris y blanco. Luego, comenzaron a sonar las grabaciones inéditas que se habían realizado en la cabina.
—Hemos entrado en pérdida. —La voz de Nathaniel era temblorosa, pero fuerte y clara—. ¿Subo?
—No. Mantén esta altura. —Sin duda era mi voz—. Solo hay que resistir hasta que el aire esté más estable. Con tal de que no hayas intentado nada mientras he estado fuera, todo irá bien.
—¿Y si hubiera intentado algo? —Larga pausa—. Y si lo hubiera intentado y no lo hubiera conseguido, ¿hay un plan b?
A continuación, se nos oía golpeando frenéticamente los controles y pidiendo a los pasajeros que se prepararan para el impacto que íbamos a tener. Llegó un débil sonido proveniente de la cabina, seguido del fuerte «¡Error! ¡Error!» que surgía del salpicadero del avión. Luego solo hubo un espeluznante silencio.
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Eres mi Anomalía
Aléatoire¿Cuántas veces me vas a hacer arder? Tres, cuatro, cinco, quizá diez... ¿Soy yo quien te hace arder a ti? Sí, esto tiene que terminar. Si eres tú quien se aleja primero, seguiré tu ejemplo. Ya te lo he dicho antes y, sin embargo, nunca me marcho... ...