TERMINAL C50

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En el aire —> Francia

ADRIEN

Me quedé mirando fijamente el parabrisas del avión, sin saber muy bien qué hacía allí. Desde la semana pasada hasta este momento, todo había sido un borrón, y necesitaba un descanso. Cuando estuviera de vuelta, iba tomarme un mes de descanso.

—¿Capitán Graham? —preguntó por lo bajo una voz familiar, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Capitán Graham?

—¿Sí, Nathaniel?

—Mmm... tenemos vía libre para el despegue, señor. De hecho, la tenemos desde hace tres minutos. Como tardemos más, los controladores se van a pensar que nos pasa algo.

—De acuerdo... —Puse la mano en el control e hice avanzar el aparato, mirando al frente. Esta vez no sentí ninguna descarga de adrenalina, ni liberé mi ansiedad.

No podía sentir nada. Me quedé sentado durante horas mientras el avión se deslizaba entre las nubes, deseando que existiera alguna manera de que pudiera hacer retroceder los últimos meses.

—¿Puedo confiarte el aparato durante veinte minutos? — pregunté, desabrochándome el cinturón de seguridad—. Necesito una Coca-Cola.

—¿Por qué no se la pide a una de las asistentes de vuelo?

—Sí o no, Nathaniel. —Puse los ojos en blanco—. ¿Puedo confiar en ti durante veinte putos minutos o no?

—Puede confiar en mí.

No, no podía confiar en él, pero aun así salí de la cabina de mando y anoté al piloto de relevo, haciendo saber que descansaría veinte minutos. Luego fui directo al office y abrí los cajones de bebidas; no había Coca-Colas a la vista. Podía elegir lo que quisiera salvo eso.

—Los viejos hábitos nunca mueren, ¿eh? —La voz de la señorita Tsurugi me hizo darme la vuelta.

—Imagino que no. ¿Y mi Coca-Cola?

—Pues... —Sonrió y abrió un compartimento diferente, de donde sacó dos latas de mi refresco favorito para entregármelas—. Las guardé aquí al darme cuenta de que iba a volver a volar conmigo.

—Qué previsora...

—Gracias. —Se rio y se apoyó en la pared—. ¿Alguien ha descubierto ya que es el piloto del libro?

—¿De qué libro?

—Qué gracioso... —Puso los ojos en blanco—. ¿Sabía que ella me llamaba el Halcón todo este tiempo?

—Sí, ¿por qué?

—Por nada. —Se encogió de hombros—. De hecho, esa parte me ha gustado mucho. Sin embargo, podría haber pasado sin saber todas las cosas sucias y repugnantes que hicieron en las ciudades de escala. Y, ya que estamos, ¿de verdad mantuvieron relaciones sexuales en el baño durante un vuelo? Por favor, dígame que se inventó esa escena...

Una imagen de Marinette apoyada en la puerta mientras la follaba en aquel avión rumbo a París pasó de repente por mi cabeza.

—Se la inventó —dijo.

—Sabía que era verdad. —Me guiñó un ojo y me tendió otra Coca-Cola—. ¿Quiere la cena a las siete?

—A las ocho está bien.

Me dio unas palmaditas en el hombro y se alejó, dejándome solo. Iba a llamarla para preguntarle si había hablado con Marinette últimamente, pero el avión comenzó a temblar de repente violentamente, y sobre los asientos se iluminó la señal del cinturón de seguridad.

—Damas y caballeros, les habla el capitán. —La voz de Nathaniel llegó a través de los altavoces mientras el avión se balanceaba de forma brusca hacia la izquierda—. Estamos experimentando un problema imprevisto en uno de los motores en este momento. Por favor, regresen a sus asientos y abróchense los cinturones de seguridad.

Cuando el avión se inclinó hacia la derecha, los murmullos de temor de los pasajeros se hicieron más fuertes. Los vasos de primera clase se hicieron añicos en el suelo y se abrieron los compartimentos superiores, lo que hizo que parte del equipaje cayera al pasillo.

Me apoyé contra la pared y me dirigí a la cabina de mando.

—¿Qué cojones pasa, Nathaniel? —pregunté—. ¿De qué problema mecánico hablas?

—Si lo hubiera sabido, lo habría especificado. —Estaba sentado en mi asiento, con las manos temblorosas sobre los controles—. Ahí delante hay una tormenta, ¿lo ve? Se me ocurrió que mencionar un problema mecánico era mejor que informar de una tormenta tropical. A los pasajeros les suena mejor y los hace sentir más seguros, ¿no le parece?

«¡Dios...!».

—Solo tienes que llamar a la torre de control y pedir permiso para subir más —lo corté, ocupando su asiento mientras el avión continuaba temblando—. Deberías saber la respuesta a esta cuestión después de todas las sesiones en el simulador. — Esperé a que hiciera la llamada, pero siguió allí sentado, apretando botones—. Nathaniel, llama y pregunta si podemos subir.

—Lo he intentado antes de que entrara... —Tragó saliva—. Hemos perdido el contacto con ellos hace una hora.

—¿Hace una hora?

—Sí, se lo dije. Se lo comuniqué y usted solo miró hacia delante, ¿no lo recuerda?

Traté de establecer conexión con la torre de control por mí mismo, pero no había señal de radio. Intenté enviar señales de emergencia, pero no sirvió de nada.

—Hemos entrado en pérdida. —Le temblaba la voz—. ¿Subo?

—No. Mantén esta altura. —Saqué el manual mecánico de debajo del asiento—. Solo hay que resistir hasta que el aire esté más estable. Con tal de que no hayas intentado nada mientras he estado fuera, todo irá bien.

—¿Y si hubiera intentado algo? —Abrió mucho los ojos cuando el avión se inclinó repentinamente hacia delante y comenzó a caer en picado hacia el océano—. Y si lo hubiera intentado y no lo hubiera conseguido, ¿hay un plan b?

«¡Dios!».

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora