TERMINAL C47

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Pittsburgh (PIT) —> Salt Lake City (SLC)

MARINETTE

Finalicé otra entrevista, firmé con rapidez otro montón de libros y me pusieron otro ramo de flores en las manos tres días después. Sin embargo, en esta ocasión no me senté en el camerino a matar el tiempo. Me dirigí directamente al coche que me esperaba, preparada para dormir mientras pensaba en Adrien.

En cuanto me senté en el asiento trasero, me sonó el móvil. Era mi madre.

—¿Sí? —respondí, sin molestarme en saludar.

—¿Es posible que esto haya ocurrido porque no te he prestado suficiente atención, Marinette? —La voz de mi madre era chillona—. ¿Por eso has sentido la necesidad de mentirnos sobre tu trabajo y ocultarnos que escribías?

—No tenéis nada que ver en esto —repuse con firmeza—. ¿Sabes?, el mundo no gira al alrededor de ustedes.

—Si hubieras estudiado en el MIT, no habría pasado nada de esto.

Me mordí el labio, tratando de contener la cólera. Para mi sorpresa, mi familia se había quedado flipada por la publicación del libro, pero no en el buen sentido. No importaba que hubiera logrado algo que no había logrado ninguno de ellos, se trataba de «escritura sin sentido» y «todas esas palabras podrían haber tenido mejor uso en un contexto de investigación científica». Resumiendo: seguía sin ser lo suficientemente buena para ellos.

—Tu padre y yo vamos a ir a Nueva York el mes que viene para almorzar contigo. Queremos hablar sobre cuál es la mejor manera de enfrentarnos a esto. Tenemos que encontrar la forma de responder a las preguntas que se hacen nuestros colegas sobre... tu libro.

—¿Sabes qué? —No podía contenerme más—. No se molesten en venir a verme nunca más. Al menos hasta que tú y los demás miembros de la familia dejen de mirarse el ombligo. He publicado dos libros. Dos. Y en lugar de que mi familia me diga: «Felicidades, estamos orgullosos de ti», se las arreglan para hacer que me sienta una mierda.

—Marinette, me impresiona todo lo que has hecho, solo trato de conectar contigo.

—Te enviaré mi calendario de firmas. Si quieres verme, ponte a la cola... Dado que ninguno ha comprado el libro, creo que les vendría bien. —Colgué antes de que ella pudiera añadir nada.

El móvil comenzó a vibrar de inmediato y vi que me había enviado un mensaje.

Mi madre: Lo siento. Quiero verte, pero no en una firma. A solas. Así podré disculparme en persona. Todos podremos disculparnos en persona...

Empecé a escribirle un mensaje para decirle «no, gracias», pero recibí antes otro mensaje de ella. Una serie de fotos de mis hermanos, mi padre y ella con mi libro.

Miré las imágenes durante varios minutos. No pude contener las lágrimas, porque no era capaz de creer que eran reales.

Yo: Me gustaría mucho...

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora