TERMINAL B33

228 23 4
                                    

Londres (HTW)

MARINETTE

Tomamos tierra en Londres esa noche, mucho más tarde. La familiar niebla de la ciudad nos recibió con los brazos abiertos. Todavía impregnados en el olor a sexo, nos registramos en el hotel y nos duchamos. Luego Adrien me llevó de compras.

Saciada por completo después de lo que habíamos hecho en el avión, me quedé dormida entre sus brazos, sintiéndome más completa y feliz que nunca. Y mientras me iba quedando dormida, mecida por sus besos, esperé —esperé de verdad— que pudiéramos seguir así por lo menos un mes...

Cuando me desperté por la mañana, dolorida y exhausta, tenía a mi izquierda una bandeja con un completo y variado desayuno. Había una nota de Adrien justo al lado de las fresas.

«He tenido que hacer un par de llamadas.

Vuelvo enseguida. Adrien».

No dejé que mi mente vagara pensando por qué había sentido una vez más la necesidad de salir de la habitación para hablar por teléfono; decidí dejarlo pasar.

Me senté y me puse a tomar el desayuno mientras miraba los mensajes de texto que había recibido en el móvil.

Mi madre: Tu apartamento es mucho mejor de lo que esperaba. Gracias por permitirnos usarlo.

Mi madre: Marinette, ¿cómo eres capaz de pagar esto? (Dime que no te dedicas a traficar drogas, por favor).

Brittany: Te has perdido la petición del año... ¡Ha sido increíble, Marinette!

Chloe: Ojalá hubieras podido estar presente. ¿Qué tal está Adrien?

Arthur: ¡¡Me ha dicho que sí!! Luego te enviaré fotos. ¡¡¡Ha sido épico!!!

Alya: La propuesta de tu hermano fue de vergüenza ajena. Me debes una gorda por obligarme a perderme la noche del sábado con eso. O_o. Adjunto fotos.

Alya: [Img] [Img] [Img]

Me reí antes incluso de abrir las imágenes, agradeciendo haber evitado la celebración «épica» del fin de semana. Cuando estaba mirando la fotografía de mi hermano llorando mientras hacía la propuesta de rodillas, Adrien volvió a la habitación.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó, dejando el móvil en el escritorio.

—La propuesta de mi hermano. —Le mostré la pantalla del teléfono—. Se puso a llorar incluso antes de pedírselo.

Miró la imagen y arqueó una ceja.

—Interesante.

—Si alguna vez en el futuro piensas hacerme una proposición, por favor, no se te ocurra llorar delante de mí. Lo arruinaría todo.

Ignoró mi comentario y apretó una fresa contra mis labios.

—Vístete. Solo tenemos día y medio y quiero llevarte a un sitio.

Sonreí mientras me levantaba rápidamente de la cama. Me puse los vaqueros y el suéter que me había comprado la noche anterior bajo su atenta mirada.

Cuando terminé, me cogió de la mano y salimos del hotel, donde nos esperaba un taxi. Ya en el interior, me hizo sentarme en su regazo y me pasó los dedos por el pelo mientras el vehículo recorría las calles adoquinadas.

—¿A dónde vamos? —le pregunté en voz baja.

—A un lugar que creo que te puede gustar.

Unos minutos más tarde, el taxi se detuvo delante de Hatchard's, la librería más antigua de Londres.

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora