TERMINAL C41

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Nueva York (JFK)

MARINETTE

Cogí un taxi para ir al ático de Adrien a eso de las tres de la madrugada, mi corazón no podía soportar que me ignorara una semana más. Cuando el conductor aceleró imprudentemente por las calles de la ciudad, mi ansiedad aumentó de forma proporcional al taxímetro.

—¿Se encuentra bien? —preguntó el conductor—. Parece como si estuviera a punto de vomitar.

—No voy a vomitar.

—Será mejor que no. —Me miró por espejo retrovisor—. Si vomita, le cobraré el doble. No, el triple.

Suspiré y mantuve la cabeza hacia la ventanilla, tratando de concentrarme en la vista de Manhattan en vez de en mis emociones.

Cuando el taxi se detuvo finalmente delante del Madison, le entregué al conductor un par de billetes de veinte y corrí hacia los escalones.

—Un momento, señorita. —Jeff levantó la mano, sin abrirme la puerta—. ¿En qué puedo ayudarla esta noche?

—He venido a hablar con Adrien.

—No conozco a ningún Adrien.

—Me refiero al señor Graham —dije—. Ya sabes de quién estoy hablando. Tengo que verlo.

Me lanzó una mirada llena de comprensión, pero negó lentamente con la cabeza.

—La ha añadido a la lista de gente que no es bien recibida.

—¿Qué?

—Lleva en ella semanas. No puedo permitirle pasar. Tiene prohibido el acceso. ¿Quiere que le pida otro taxi?

Permanecí en silencio, sin saber qué decir.

Al borde de las lágrimas, di un par de pasos hacia atrás, pero Jeff empezó a abrirme la puerta.

—Dese prisa —me apresuró, mirando hacia otro lado y dándome la oportunidad de correr al interior.

Fui directa hacia los ascensores, con la tarjeta que Adrien me había dado para entrar. Tenía la esperanza de que aún funcionara. Cuando el ascensor comenzó a moverse, suspiré de alivio.

Cada piso que subía, traté de calmar mis nervios, pero no me sirvió de nada. En el momento en el que llegué a su piso, estaba absolutamente desbordada por las emociones.

Me acerqué a la puerta y llamé cinco veces.

No obtuve respuesta.

Lo intenté cinco veces más, cada vez más fuerte.

Sin respuesta.

Le di un par de patadas a la puerta al tiempo que decía su nombre, y Adrien respondió finalmente, vestido tan solo con unos pantalones de deporte. Parecía como si acabara de salir de la ducha, porque el agua goteaba desde su pelo a su pecho desnudo, y el familiar aroma de su gel flotó hacia mí.

—Gracias por abrir la puerta —dije, notando la impronta de su polla a través del pantalón.

No me dijo nada, solo me miró.

Me aclaré la garganta y estiré el cuello para escudriñar detrás de él. La televisión estaba encendida en la sala.

—¿Estoy interrumpiendo alguna cita nocturna?

—¿Qué coño quieres, Marinette?

—Quiero hablar contigo.

—¿Estás segura? Quizá solo quieras tener material para escribir. —Parecía enfadado, pero vi un mundo de dolor en sus ojos.

—Solo quiero hablar contigo. ¿Puedo pasar?

—No.

—Bien, ¿podrías entonces salir aquí para que pueda...?

—¿Grabarlo? ¿Filmarlo? ¿Usarlo para la segunda parte de Turbulencias? ¿O la segunda novela tendrá un nombre diferente?

—Lo lamento mucho, Adrien, y traté de explicarte todo la otra noche —me justifiqué en voz baja—. Te dije que era importante.

—Me dijiste que podía esperar. —Me miró con los ojos entrecerrados—. Sabías de sobra que algo así no podía posponerse. ¿O ese era tu propósito desde el principio? ¿Todo lo nuestro ha sido solo un puto proyecto para ti?

—No, no ha sido así. Te lo prometo. Firmé ese contrato cuando no nos hablábamos, cuando pensaba que no habría nada más. No he revelado nada específico sobre ti. No he mencionado tu nombre en ningún lugar, y no....

—No era necesario. —Apretó los dientes—. No tienes que dar detalles de mierda, Marinette, porque ¿sabes qué? Ahora tienes a todos los de recursos humanos interrogando a los empleados y preguntando por la frecuencia con la que follamos en los vuelos. ¿Qué pasará cuando descubran que hay más relaciones en realidad? ¿Qué pasará con las personas que no tienen un FPA u ofertas millonarias por sus libros? ¿Qué pasa con ellas?

—Nada. Se ha publicado como ficción.

—¿Es un nuevo sinónimo de mierda?

—Te he dicho que lo sentía.

—Y yo te he dicho que no me importaba.

—¿No vas a darme la oportunidad de explicarme? —Me sequé una lágrima—. ¿Vas a dejar que perdamos todo? ¿Se supone que esto es amor?

—Nunca nos hemos amado.

—Ha sido amor desde el momento en el que renunciaste a todas las demás por mí.

—Eso lo hice para poder follarte de nuevo. No tiene nada que ver con el amor. Apenas te conozco.

—Lo deseabas.

—¿Para esto has venido en medio de la noche? —No estaba poniéndomelo fácil—. ¿Para discutir en círculos? ¿Para correr uno detrás de otro hasta que uno se dé por vencido? —Levantó las manos—. Me rindo. Y ahora, ¿qué?

—No voy a pedirte que veas lo que tienes delante, Adrien.

—No es necesario que lo hagas, Marinette. —Su voz era fría—. Está claro lo que tengo ahora mismo delante de mí: el pasado.

Se me detuvo el corazón.

—Ahora, si fueras tan amable de desaparecer de mi vista, y volver con el rebaño de fans que compran esa mierda que has escrito sobre nosotros, creo que serás mucho más feliz. —Me cerró la puerta en las narices. Tuve que contenerme para no volver a llamar y obligarlo a abrirla otra vez. Para no entrar allí en tropel y hacer que me escuchara, pero me contuve.

Tenía que dejar todo esto atrás para siempre.

Habíamos terminado finalmente.

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora