Memphis (MEM) —>Nueva York (JFK)
MARINETTE
Me quedé mirando a Adrien mientras arrojaba un condón a la basura, esperando a que hiciera contacto visual conmigo, pero parecía demasiado preocupado por algo.
—Adrien, ¿te pasa algo? —pregunté.
—No. —Se colocó los gemelos—. Como todas las demás veces que me lo has preguntado durante las últimas dos semanas.
—Bueno, ¿y por qué no respondes a mis llamadas telefónicas?
—No tengo nada que decirte. —Se puso la chaqueta y se acercó al espejo. Sus ojos se encontraron con los míos en el cristal y arqueó una ceja—. ¿Por qué?
—Pensaba que estábamos llegando a alguna parte... —Me encogí de hombros—Por eso he preguntado. Lamento que volvamos a...
—¿Que volvamos a ser solo compañeros de polvos?
Asentí moviendo la cabeza.
—Pensaba que éramos más íntimos, y tú... tú retrocedes. Y eso que me has prometido que no me harías daño.
—¿Cómo demonios voy a hacerte daño? —Se dio la vuelta —. No estoy haciendo nada distinto.
—Me estás dejando fuera. Solo me hablas de polvos y de follar, y te pones nervioso si te pregunto qué te pasa. —No quería gritar, pero mi voz resonó con fuerza en las paredes—. No puedes negar que hay diferencia entre ahora y hace unas semanas. Eras casi un príncipe azul, dejando que salieran a la superficie todo lo que tenemos en común, pero ahora estás comportándote como un idiota insoportable. Eres más frío, más malo... Ahora no me gustas.
—No tengo que gustarte —dijo—, solo tiene que gustarte follar conmigo. —Se acercó más, hasta apoyar su frente en la mía—. Y por la manera en que te corres cuando estamos juntos, es evidente que sí.
—Mira cómo me hablas.
—¿Y lo dice la persona que acaba de llamarme idiota insoportable?
—Estoy segura de que tus sentimientos no se han visto afectados.
—Supongo que, para que así fuera, tendría que tener sentimientos. —Me miró—No hago nada diferente. Seguimos follando como se supone que debemos follar, sigues corriéndote cada vez, y no creo que debas esperar nada más. Sí, nos gustan los crucigramas, viajar y el diseño de aviones, pero las cosas van a seguir así. Si quieres algo más, dímelo y me largo para siempre. O, ya que siempre quieres tener la última palabra, puedes largarte primero. ¿Quieres algo más?
—No. —Mentí, manteniendo una expresión estoica mientras bajaba la vista al reloj que me había regalado—. No, no quiero nada más de ti.
—Bien. —Cogió su equipaje y se alejó. Luego me miró por encima del hombro—Nos vemos en Chicago el jueves que viene.
Me negué a admitir que las lágrimas que me resbalaban por las mejillas fueran reales.
—¡Cielo, ya estoy en casa! —Alya entró bailando en nuestro apartamento varios días después—. ¡Oh, Dios! ¿A qué huele? ¿Estás intentando cocinar de nuevo?
No respondí.
Movió las ollas y las sartenes, apartándolas de los fogones donde estaba quemándose la comida. Luego dejó las bolsas con las compras encima del mostrador.
—He tenido entrevistas en Dior, Michael Kors, Furstenberg y Coach. ¡Ah! Y no vas a creer la nueva línea que tiene Hermès para este otoño. Es más atrevida que nada que hayas visto a la venta.
Me quedé mirando al frente.
—¿Marinette? ¿Estás escuchándome? —Se puso delante de mí —. Marinette, ¿por qué no te...? Guau... ¿Qué te pasa?
No contesté.
—¿Te han despedido otra vez?
—No... —Negué moviendo la cabeza.
—¿Te has encontrado con Claude?
—No.
—De acuerdo, espera... ¿Tu familia se ha enterado por fin de que vives en una pocilga y no tienen ni idea de lo que eres de verdad?
—No. —Se me escapó una risita, pero luego solté un gemido —. Tú tenías razón. Mucha razón...
—¿Sobre qué?
Suspiré.
—¿Sabes el hombre con el que te conté que me acostaba?
—¿El piloto? ¿El que juraste que dejarías después de que te avergonzara en la gala?
—Sí, ese, pero... —Suspiré—. No lo dejé. Volví con él y todavía sigo...
—¿Tirándotelo? —Se cruzó de brazos—. ¿Estás de coña?
—Ojalá.
—Entiendo. Bueno, ¿no te habrá hecho daño físicamente? ¿Estás llorando por eso?
—No... —Negué con la cabeza y luego dejé de intentar embellecer mis palabras. Le dije todo, cada detalle de lo que había ocurrido hasta la última cita, en el baño. Que los polvos eran perfectos, pero su mente estaba en otra parte. Que el ardor que emitían sus ojos no coincidía con la frialdad que salía de sus labios.
—¿Has intentado razonar con él alguna vez? —Me miraba en estado de shock.
—Alguna vez, sí.
—¿Más de dos? ¿Más de cinco?
No respondí.
—Vale —dijo—. Tienes que salir de ese círculo. El sexo casual es solo sexo casual. Se supone que tiene que ser informal y divertido, y que él debe ser capaz de, al menos, mantener una conversación básica contigo. Si vuelve a tratarte así, déjalo. De lo contrario, solo lucharás para que te preste más atención y será una pérdida de tiempo. —Debió de notar la expresión de mi cara, porque levantó las manos en señal de rendición y suspiró—. ¿Cómo se llama?
—Adrien.
—¿De verdad es tan guapo?
Asentí moviendo la cabeza.
—¿Y tan bueno en la cama?
—Sí. —Odiaba que solo imaginar que me besaba me hiciera morder el labio.
—De todas formas, Marinette, existe la posibilidad de que se disculpe. Y después de eso, solo dale una oportunidad. Prométemelo. Eres demasiado buena para atarte a otro idiota.
—Bien. Te lo prometo.
—Vale. —Se levantó y cogió un montón de sobres de la mesita de café—. Ah, y por cierto, el correo ha cambiado algo desde que has estado fuera. Veamos lo que hay por aquí. — Echó un vistazo a las cartas—. James Patterson, Stephen King, Janet Evanovich y, como siempre, Kimberly B. ¿Significa esto que tus acreedores tienen la esperanza de que seas fan de autores de renombre?
—Sí.
—¿Sabes?, estaba acostumbrándome a los personajes de ficción. —Se encogió de hombros, lanzando los sobres a la esquina—. Un día tienes que decirme cómo demonios consigues que te den este tratamiento. —Se dirigió hacia la cocina—. Y a menos que hayas quedado con «Adrien» antes, necesito una cita para cenar, y te elijo a ti. ¿Tortitas?
—No, gracias.
—¿Crêpes?
—Es lo mismo, Alya.
—Vale, vale, entonces, ¿qué te parece crêpes de arándanos y tortitas? ¿Con caramelo?
Me reí, cediendo.
—Vale.
—Ahora, por favor, cuéntame algo más sobre ese sexo que está fuera de la escala Ritcher sexual. ¿Qué tienes para atraer siempre a este tipo de hombres?
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Eres mi Anomalía
Random¿Cuántas veces me vas a hacer arder? Tres, cuatro, cinco, quizá diez... ¿Soy yo quien te hace arder a ti? Sí, esto tiene que terminar. Si eres tú quien se aleja primero, seguiré tu ejemplo. Ya te lo he dicho antes y, sin embargo, nunca me marcho... ...