Nueva York (JFK)
MARINETTE
—¿Cómo crees que se sentirían los amantes de la literatura americana si supieran que la novelista de moda es una vaga? —preguntó Alya mientras abría las cortinas de mi dormitorio, dejando entrar los escasos rayos de sol del atardecer a través de las ventanas.
—No soy una vaga —gemí, lanzando un ejemplar del último número de The New York Times encima de la cama—. Estoy deprimida.
Había tenido que hacer un gran esfuerzo para no llamar a Adrien cuando leí las confesiones de su padre en la prensa, cuando vi publicados en los medios cómo había utilizado todas aquellas mentiras. Quería preguntarle qué sentía al respecto, si ahora mismo sería capaz de perdonar a su familia.
Por otra parte, dado que me había agregado rápidamente a la lista de gente que no quería que lo visitara en el hospital, estaba segura de que tampoco habría respondido a mi llamada.
—No estás deprimida, Marinette. Eres patética. —Alya seguía hablando, recogiendo ropa del suelo y lanzándola a una esquina—. Tienes que detener esta rutina tipo Jekyll y Mister Hyde de sonreír a las cámaras durante el día y llorar por las noches. Y tienes que hacerlo ahora.
—Mañana. —Rodé sobre la cama—. Te prometo que mañana lo haré.
—Empezarás esta noche. —Retiró las mantas de la cama—.
También puedes empezar a escribir tu próximo libro, ya sabes, el que tienes que entregar dentro de seis meses. Ese que tu agente está ofreciendo por ahí. Como amiga tuya, te voy a dejar estar deprimida un par de horas, y luego vamos a divertirnos.
—¿En dónde?
—En una fiesta. —Me miró como preguntándome si lo decía en serio—. A ver, ¿en dónde si no? ¿Recuerdas cuando Claude te rompió el corazón hace un tiempo y lo que hiciste?
—No... —Y era cierto, no lo hacía...
—Sí, ya, pero yo sí que lo recuerdo. Y la forma en la que te olvidaste de él es la misma en la que te vas a olvidar de Adrien. No puedo soportar ver más autocompasión.
—No me puedes obligar a que tenga una aventura de una noche. —Esquivé la almohada que me lanzó—. No estoy preparada para eso.
—Créeme, he aprendido la lección. Contigo no funcionan los rollos de una noche. Solo te sugiero una fiesta, algo que no vas a contar en un libro, algo que no esté relacionado con Adrien para que puedas empezar a pasar página.
—¿Crees que está saliendo con otra persona? ¿Otra chica que sea más su tipo? —Sabía que le hacía esas preguntas todos los días, y sabía muy bien que ella no tenía ni idea, pero no podía evitarlo. No estaba con Adrien, pero una parte de mí no podía olvidarse de él. Una parte de mí seguía manteniendo la esperanza.
—Marinette... —Suspiró, acercándose a mi armario y abriendo las puertas—. Tú y yo vamos a ir a una fiesta privada que da un amigo mío dentro de dos horas. Después de ese lapso, y durante las cuatro o cinco que pasemos en la fiesta, no podrás mencionar a Adrien, Agreste Airways, los periódicos ni nada por estilo. De lo único que quiero que hables es de lo que estás bebiendo, de lo que llevas puesto o de qué hombre te llevarías a casa. Nada más.
—La noche que lo conocí, Adrien me dijo que no tenía un tipo —recordé—. Me pregunto si lo dijo para que me fuera a su casa con él... ¿Tú qué crees?
Sacó un vestido azul de mi armario y me lo lanzó antes de dirigirse a la puerta.
—Estate lista dentro de dos horas, Marinette. De dos horas.
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Eres mi Anomalía
Diversos¿Cuántas veces me vas a hacer arder? Tres, cuatro, cinco, quizá diez... ¿Soy yo quien te hace arder a ti? Sí, esto tiene que terminar. Si eres tú quien se aleja primero, seguiré tu ejemplo. Ya te lo he dicho antes y, sin embargo, nunca me marcho... ...