TERMINAL B36

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Atlanta (ATL) —> París (CDG)

ADRIEN

Una semana después, estaba en la puerta B4 del aeropuerto de Atlanta, imprimiendo los informes meteorológicos para el vuelo de esa noche con la esperanza de que el desgraciado con el que me tocaba volar fuera un piloto competente. El primer oficial que tenía designado como copiloto había sufrido una intoxicación alimentaria, por lo que me iban a enviar un piloto de la reserva para que el vuelo pudiera salir de una vez.

—¿Señor Graham? —dijo una familiar voz masculina a mi espalda—. ¿Señor Graham, es usted?

Me di la vuelta y me encontré cara a cara con Nathaniel.

«Nathaniel, el del simulador».

«¿Qué cojones...?».

—Parece que al final nos toca volar juntos en la vida real. — Sonrió—. Quizá ahora sí me pueda mostrar el botón de la alfombra mágica, ¿verdad? —Se rio, esperando que me uniera a él.

Iba a esperar mucho.

Agarré el resto de los informes meteorológicos e hice una señal a la agente de embarque de que estábamos preparados. Y cuando nos llevaba hasta la puerta, vi a la supervisora de Marinette, una japones, y a la propia Marinette andando hacia nosotros.

—Son las asistentes del vuelo 1543 a París, ¿verdad? — preguntó la agente de embarque—. Escanearé sus insignias después de que suban los pilotos a bordo. Un segundo.

Miré de nuevo a Marinette, esperando que sus ojos se encontraran con los míos, pero eso no ocurrió. Los mantenía clavados en el suelo.

—Señorita Tsurugi —la oí decir cuando subieron a bordo del avión, unos segundos más tarde—, voy a dar lo mejor de mí en este vuelo, pero, por favor, ¿podría mantener al capitán Graham lo más alejado de mí posible si se decide a abandonar la cabina de pilotos?

La supervisora asintió moviendo la cabeza.

—Por supuesto —repuso, haciendo una mueca en mi dirección.

De todas formas, había planeado permanecer en la cabina de mando durante las primeras horas del trayecto, sobre todo porque no confiaba en Nathaniel para dejarlo solo ni cinco segundos, y no estaba seguro de si había bromeado cuando dijo lo del botón de la alfombra mágica.

—Damas y caballeros, les habla el capitán —dije a través de los altavoces cuando se completó el embarque—. En nombre de la tripulación, me gustaría darles la bienvenida a bordo del vuelo 1543 de Agreste Airways con destino a París. La duración de este será de unas ocho horas y veinte minutos, y no esperamos ningún tipo de incidencias. Gracias por elegir volar con nosotros. Relájense y disfruten del vuelo. —Puse fin al mensaje y esperé turno para despegar.

—Mmm... ¿señor? —Nathaniel me dio un golpecito en el hombro.

—¿Sí, Nathaniel?

—No me gustaría faltarle al respeto ni nada, pero se le han olvidado cuatro frases del saludo obligatorio. Es toda una ofensa.

—¿Perdón?

—Ya sabe, todo eso de «¡Me encanta volar con Agreste!», «¡Es el mejor trabajo y la aerolínea más maravillosa del mundo!», y luego se supone que debe decir algo ingenioso o contar una broma divertida para que los pasajeros se sientan cómodos.

Parpadeé.

—¿Te sientes cómodo tú, Nathaniel?

—¿Quiere una respuesta sincera?

—Por favor, me encantaría.

—Bueno, me sentiría mucho más cómodo si hubiera hecho una broma. Incluso me hubiera convencido de que es usted un ser humano y no el mismo robot que en las sesiones de simulador, y podría haber conseguido que me resultara más fácil copilotar un Airbus 321 por cuarta vez.

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora