TERMINAL B21

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Orlando (MCO) —> Seattle (SEA) —>Los Ángeles (LAX)

MARINETTE

Hice una mueca mientras preparaba otra jarra de café para los pasajeros de primera clase. Sentía una gran debilidad en los músculos de los brazos después de haberme sostenido en el marco de la puerta del armario mientras Adrien, arrodillado en el suelo, me devoraba el coño con fruición.

Todavía esperaba que llegara el momento en el que el sexo no sería tan espectacular, cuando solo fuera «bueno» o quizá mediocre, pero sin embargo cada vez resultaba más intenso.

Tras asegurarme de que el café estaba suficientemente caliente, lo dejé en el carrito, preparada para dar inicio al servicio de desayuno. Abrí el compartimento en el que guardábamos los manteles individuales, pero la señorita Tsurugi se interpuso delante de mí y lo cerré de golpe.

—¿Qué tal se encuentra en este hermoso día, señorita Dupain-Cheng? —me preguntó, sonriente.

—Bien. ¿Qué tal está usted?

—Increíble. —Su sonrisa no se alteró—. No la he visto con el resto de la tripulación esta mañana, en el traslado al aeropuerto, así que he supuesto que había solicitado un cambio. Imagine mi sorpresa cuando he llegado esta mañana y la he visto esperando pacientemente junto a la puerta de embarque.

—Sí, ya sabe... —No sabía a dónde quería llegar con esto—. Llegar antes es llegar a tiempo, y mis llegadas deben ser perfectas. He cogido el autobús anterior.

—¿En serio? —Se cruzó de brazos y se apoyó en la encimera—. ¿Sabe?, eso es muy interesante, porque no había ningún bus anterior. Incluso si lo hubiera habido, la habría visto, porque estaba en el vestíbulo tomando un café y leyendo un libro a las cinco de la mañana. Tendría que haberla visto cuando ha bajado.

No dije nada.

—Por otra parte —añadió ella, mirándome con los ojos entrecerrados—, confieso que he ido a su habitación a las siete, para asegurarme de que llegaba a tiempo, así que imagine lo sorprendida que me he quedado cuando una de las camareras de planta del hotel me ha informado de que ayer no se había instalado siquiera en la habitación.

Sentí que se me ponía roja la cara, pero no dije una palabra.

—Luego, he empezado a pensar para mis adentros. «Bueno, la señorita Dupain-Chenga veces es muy incompetente, pero no es posible que arriesgue su carrera por retozar con un piloto». — Sacudió la cabeza—. «No es posible que fuera cierto que la recepcionista había visto a la chica que tengo en la cabeza cómo entregaba la llave en recepción poco después de registrarnos y que era recogida por un piloto "guapísimo"». No es posible, ¿verdad, señorita Dupain-Cheng?

Tragué saliva, incapaz de sostener su mirada un segundo más.

—Ponga fin a eso. —Me estudió con los ojos entrecerrados —. Hoy mismo. No me importa qué alocada lujuria se haya apoderado de ustedes, pero como continúe con ello, me encargaré de que la despidan.

—Señorita Tsurugi, yo... —La vi levantar la mano.

—Esperaba más de usted. Puede aspirar a mucho más que a un maldito piloto. —Puso los ojos en blanco y se alejó sin decir nada más, dejándome completamente avergonzada.

Unos segundos después de registrarme en el hotel de Los Ángeles, me alejé todo lo posible de la señorita Tsurugi y me encerré en mi habitación. Conecté mi portátil a la red eléctrica antes de sentarme ante el escritorio, obligándome a olvidarme temporalmente de sus amenazas.

Busqué en Google «asistentes de vuelo despedidas por romper la política de no confraternización», y aparecieron varias páginas de resultados. Cliqué en cada uno de los enlaces, y mi corazón se contrajo cada vez más. De los veinte que leí, dieciocho de los incidentes eran de Agreste Airways, pero algunos tenían ya varios años. Los más actuales contenían frases políticamente correctas, variaciones todas ellas de «Por eso tenemos el récord de seguridad. Nuestros empleados son profesionales. Ninguna otra línea aérea en el mundo tiene una política como la nuestra, pero los resultados están a la vista».

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora