TERMINAL B34

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Londres (HTW) —> Newark (EWR)

ADRIEN

En este momento no tenía tiempo para pensar en los sentimientos de Marinette. Solo recibía esta clase de llamadas o mensajes cada cierto tiempo y, cuando ocurrían, tenía que actuar con rapidez.

En el momento en el que aterricé en Newark, fui en taxi directamente a un remanso de paz en medio de los suburbios. Corrí al interior del solitario edificio que había en el centro de la manzana y entré con la firme esperanza de que no fuera demasiado tarde esta vez.

Recorrí el pasillo hasta la habitación número ocho, y pasé despacio los dedos por la placa con el nombre de su ocupante: Emilie Irene Graham.

Cuando entré, la mujer que había en la cama se sentó inmediatamente.

—¿Quién es usted? —preguntó—. ¿Ha venido a ver a Emilie? —Señaló la cama vacía que había a su lado.

—Sí —repuse—. Estoy aquí por Emilie. ¿Sabe dónde está?

—Estará de vuelta dentro de una hora o así. —Dio una palmada en el borde de su colchón—. ¿Me hace compañía hasta que vuelva?

Asentí y me acerqué para sentarme en su cama.

Permaneció en silencio durante unos minutos, como si estuviera esperando a Emilie, pero luego empezó a hablar.

—No hace suficiente calor aquí —comentó finalmente—. Siempre tengo que pedir mantas.

—Lamento escucharlo. —Me di cuenta de que estaba enterrada debajo de cuatro y que había un montón más en la esquina.

—Está bien. Me toman el pelo cada vez que pido una. Al parecer, he pedido tantas que algunos donantes anónimos me envían más. Lo único que tengo que hacer es llamar a un lugar que se llama Fábrica de Mantas y las traen enseguida.

—Eso está muy bien. —Miré hacia la puerta para ver si había cerca alguna enfermera.

—¿Verdad? —Sonrió—. No me gusta la comida de aquí, así que otro donante anónimo me envía alimentos todos los días. ¿Cómo se llama, hijo?

—Adrien.

—¿Adrien? —Se le iluminaron los ojos—. ¡Mi hijo se llama Adrien! Adrien Agreste. Es piloto, ¿sabe?

—¿De verdad?

—Sí. —Parecía orgullosa—. Me manda recuerdos de todas las ciudades a las que vuela. Casi siento que he viajado por todo el mundo.

—Es muy amable de su parte.

—Es muy bueno. —Asintió con la cabeza—. Muy terco también. O se hacen las cosas a su manera o de ninguna.

—No siempre...

—Oh, créame... —Se rio—. Conozco a mi Adrien. Lo ha sido siempre... Ahora tiene unos veinte años. —Señaló el montón de mantas para que cogiera una. Se la puse encima y la arropé con ella.

—Adrien, ¿tiene hijos? —preguntó ella.

—No.

—¿No? ¿Por qué? Está en la mejor edad para establecerse y tener unos cuantos críos.

—No tengo tiempo.

—¿Tiempo? —Se rio—. Oh, ¡¡ahora ha sonado igual que mi Adrien!! Eso es lo mismo que dice él. Voy a tener que hablarle de usted. Tiene que saber que hay otro Adrien en el mundo que no quiere tener hijos. —Miró hacia la puerta—. Dado que Emilie está tardando tanto, ¿podemos hablar un poco más? ¿Puedo contarle cosas de mi Adrien?

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora