Dallas (DAL) —> Barcelona (BCN) —> Chicago (ORD) Roma (FCO) —> Nueva York (JFK)
ADRIEN
Los medios de comunicación eran como una bandada de gaviotas voraces. Desesperados y depravados, esperaban en sus escritorios cada mañana algo digno de devorar y se peleaban por ello hasta que surgía algo nuevo.
Por desgracia, Turbulencias seguía apareciendo en los ciclos de noticias, y Dupain-Cheng. estaba allí donde miraba. Las librerías del aeropuerto disponían de ejemplares del libro en cada estante visible, y los presentadores de televisión habían comenzado una porra: «¿Cuántos días pasarán antes de que se manifieste la identidad del piloto?». Incluso los pasajeros de los aviones que pilotaba llevaban sus ejemplares recién comprados y me preguntaban «Oiga..., ya que trabaja para Agreste, ¿sabe en quién se basa este libro?», con irritante curiosidad.
Había hecho todos los vuelos internacionales que había podido, manteniendo mi cuerpo en funcionamiento con la rabia que me recorría. Había cambiado mi número de teléfono y tenía una nueva dirección de correo electrónico. También me había asegurado de que cualquier persona cuyo nombre empezara por M o por D estaba en mi lista de gente que no quería ver. Junto con el resto de mi familia.
Hice nuevos contactos sexuales en el extranjero, pero jamás llegué a sellar ninguno de ellos; las cenas eran solo cenas, las copas se convertían en noches de borrachera solitarias y mis promesas de «más» siempre acababan rotas, lo que me hacía sentir una incómoda sensación de culpa en el pecho cada vez que intentaba llamar a alguien nuevo.
Sin embargo, eso no impidió que siguiera intentándolo.
Una de las citas fue con una mujer que conocí después de aterrizar en el aeropuerto JFK una mañana. Había chocado conmigo a propósito en la terminal y no perdió el tiempo en hacerme saber lo que quería.
—¿Cuánto tiempo estará en la ciudad, capitán? —preguntó.
—Hasta mañana.
—Por lo tanto, ¿significa eso que esta noche estará libre?
—No tengo citas.
—¿Pero sí rollos?
—Sí. —Eso fue lo que me llevó al Marriott Le Grande, junto a la pequeña cafetería Bergman's. Dado que estaban arreglando su habitación, me sugirió que almorzáramos juntos.
Me alegré de que no fuera demasiado habladora. Ni siquiera fingió que quería mantener una conversación.
—Acabarán de arreglar la habitación dentro de veinte minutos —informó, mirando el teléfono.
—Bien. —Tomé un sorbo de café y miré por la ventana, esperando que esa fuera la noche en la que por fin terminaría mi sequía sexual.
Cuando el camarero nos ofreció más panecillos, escuché una voz ronca y muy familiar para mí a mi espalda.
Marinette.
Me di la vuelta en la silla y miré a mi alrededor, tratando de localizarla, pero luego vi que no estaba allí, sino en la televisión. En las noticias.
Vestida con un modelo beis de marca y unos stilettos rojos, se encontraba sentada ante una de las presentadoras más populares de Estados Unidos, Katie Seleck, una rubia con tendencia a creerse superior.
Sin pensarlo dos veces, me levanté y me acerqué más a la pantalla.
—¿Puede subir el volumen, por favor? —pedí al camarero.
—Claro que sí —sonrió mientras elevaba el mando a distancia.
—Hoy estamos aquí con Marinette Dupain-Cheng, conocida también como Ladybug. —decía Katie—, que ha trabajado como asistente de vuelo en Agreste Airways y es la autora del libro que está causando tanto revuelo en todas partes, Turbulencias.
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Eres mi Anomalía
Random¿Cuántas veces me vas a hacer arder? Tres, cuatro, cinco, quizá diez... ¿Soy yo quien te hace arder a ti? Sí, esto tiene que terminar. Si eres tú quien se aleja primero, seguiré tu ejemplo. Ya te lo he dicho antes y, sin embargo, nunca me marcho... ...