TERMINAL C39

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MARINETTE

OCHO SEMANAS ANTES

Miré la pantalla en blanco y contuve las lágrimas. El tiempo no curaba nada entre Adrien y yo, y cada segundo sin él solo empeoraba las cosas.

Tenía que reprimirme con todas mis fuerzas para no llamarlo e ir en su busca, y sabía que estaba siendo estúpida al pedir los vuelos con las peores rutas para que nuestros caminos no se cruzaran, pero no podía soportar la idea de verlo en persona en este momento.

Nuestra última discusión todavía me dolía, pero al mismo tiempo me permitía darme cuenta de que habíamos llegado al final de nuestra relación. No había nada más para nosotros, y teníamos que permanecer alejados el uno del otro antes de que termináramos volviéndonos más locos de lo que estábamos ya.

No era capaz de escribir una entrada larga para el blog, así que me limité a poner: «Creo que este ha sido realmente el final para nosotros» y le di a la tecla para publicarlo. Antes de que me diera tiempo a cerrar el portátil, hubo un suave pitido. Una reacción inmediata de mi troll personal.

Tikky: Seguramente él está pensando en ti tanto como tú en él. Apuesto los dos centavos de rigor. Si fuera tú, no perdería el sueño.

Nunca había respondido a sus hirientes comentarios, pero dado que Alya estaba fuera de la ciudad y no había nadie más para desahogarme, escribí una respuesta.

Ladybug: No, creo que realmente este es nuestro final. Esta vez es diferente.

Tikky: Siempre dices eso. Pero luego, dos días después, te retractas. (Sin duda yo no espero conteniendo la respiración en esta ocasión. Lo siento).

Seguí escribiendo mientras gemía por lo bajo.

Ladybug: Bueno, está claro que esta vez es diferente, ya que han pasado más de dos días. De hecho, ya son casi dos putos meses, por lo que, sinceramente, ¿por qué tú y tus ganas de joderme no os vais un poco a la mierda? Ya que es evidente que no tienes vida, busca otro blog y céntrate en él. Yo no tengo nada para ti.

Hubo una respuesta más antes de que terminara la sesión.

Una respuesta breve.

Tikky: (Risas) Todavía eres una exaltada, por lo que veo J

No se me ocurrió una réplica mordaz decente, así que cerré la tapa del portátil por completo y me dejé caer en las sábanas. Tenía que encontrar la manera de que mis vuelos tuvieran como base una ciudad diferente tan pronto como fuera posible.

Estaba pensando en la mejor excusa posible para ello cuando sonó el móvil. Mi madre. Silencié su llamada de inmediato. No necesitaba dosis adicionales de negatividad en este momento.

Volvió a sonar unos minutos después, y moví el dedo para ignorarla. Sin embargo, no se trataba de una segunda llamada de mi madre. Era un número que hacía mucho tiempo que no veía. Uno que había evitado y detestado durante muchos años.

«Kimberly B.».

Su nombre completo era Kimberly Bronson, y fue en tiempos mi agente literaria.

Me captó recién salida de la universidad, admirando mi talento y prometiéndome lo que ansía cada aspirante a escritor: un contrato para un libro.

Ella y su tóxica personalidad se desmayaron ante mis palabras, y ofreció mis ideas a los editores mientras yo comenzaba a trabajar como becaria en The New York Times.

Entonces, hace algunos años, la vida como escritora era buena.

Los agentes se repartían los libros como si fueran tartas de chocolate que horneaban a primera hora de la mañana, y luego los ofrecían al mejor postor en el café de la tarde. Las revistas contrataban a chicas ambiciosas y sonrientes, y los periódicos publicaban un número infinito de prácticas de becarios; había mucho sobre lo que escribir. Mucho que decir.

Eres mi AnomalíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora