Contratada

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Esmee ya llevaba trabajando como asistente del señor Agreste toda la semana. Este día iba a ser el definitivo para saber si se podía quedar en el trabajo y tenía que quedarse o si tendría que marcharse.
Había sido una semana dura en la cual había tenido que acompañar a su jefe a reuniones de trabajo, ver como negociaba los términos para la nueva colección, los manejos de las tiendas y había puesto en práctica su dominio del inglés cuando le pidió que tradujera por él. Al final de esa reunión su jefe había sonreído y le confesó que le agradaba su honestidad y sinceridad. Se sintió algo avergonzada cuando se enteró que domininaba perfectamente el inglés además de otros idiomas y que lo había hecho con el propósito de ver si era una persona confiable.
No podía negar que se sintió molesta por lo que le había hecho pasar. Luego de analizar las cosas y pensando desde la perspectiva de su jefe pudo notar que era una buena estrategia para confiar en alguien y ya no siguió enojada. Lo bueno de ese lío era que había podido comer en un restaurante llenó de clientes, comió comida que no se imaginó nunca en su vida, pudo practicar su inglés y había ganado la confianza de su jefe.
Su hijo era otro punto a considerar porque a pesar de que la trata con amabilidad se daba cuenta de que aún no confiaba en ella. Estaba segura de él había querido mucho a la asistente anterior y que quererla a ella iba a tomarle tiempo por lo que no iba a presionarlo. Otro punto importante tenía que ver que el chico pensaba que su padre y ella tenían algo, podía no haber terminado su carrera, pero no impedía que ella hubiera aprendido a leer algo del comportamiento humano de las personas. Si tan sólo el chico supiera que su padre solamente le hablaba lo estrictamente necesario y evitaba la mayor parte del tiempo el contacto visual con ella como si temiera que si lo miraba a los ojos pudiera saber todos sus tormentos.
También estaba el hecho de que podría pensar que ella se le estaba insinuando a su padre para poder casarse con él. No era un misterio para nadie que era uno de los hombres más codiciados al ser un magnate soltero, millonario y que a pesar de su edad aún conservaba algo de aquel atractivo juvenil así que no podía culpar a su hijo si pensaba ser cauteloso con ella.
Y para terminar estaba el hecho de que al estar tan concentrada en hacer bien el trabajo había descuidado un poco a su hermana la cual se encontraba algo molesta. Algunas veces llegaba a su pequeño departamento cansada a la habitación de ambas para ver a su hermana completamente dormida. Lo único que podía hacer en esos momentos era darle un beso de buenas noches y esperar que el día de mañana pudiera tener tiempo para ella.
En estos momentos se encontraba en la oficina con su jefe negociando con las personas más importantes de su empresa para converserlos de que se podía poner una tienda nueva en Madrid.
-Señor Agreste entendemos lo que nos dice no ponemos en duda que sería un éxito. Pero en España existe Balenciaga, Zara y no tenemos idea de cómo va a ser el impacto. Usted tiene su fortuna protegida, pero nosotros no contamos con esa suerte en caso de fallar- Habló uno de los ejecutivos de Gabriel Agreste.
El ejecutivo era de mediana edad, un poco calvo y el pelo que conservaba era de color negro, algo regordete y se notaba que sentía algo de inseguridad por lo que pasaría.
-Entiendo que piensen cual va a ser la reacción de las personas y que teman por su patrimonio. Se les olvida que soy el rey de la moda y que tengo prestigio tanto internacional como Nacional. No estoy siendo un imprudente al tomar está decisión porque ya se han hecho diversos estudios y sería un éxito. Además a las personas siempre les gusta la novedad, lo nuevo, resaltar su ego y sentirse superiores- Terminó de decir el señor Agreste.
Esmee tenía que admitir que era muy talentoso en saber cómo convencer a la gente para que pudieran hacer lo que él quisiera. El hombre sintiéndose derrotado tuvo que ceder no sin antes decirle algo al señor Agreste que le preocupaba muy en el fondo.
- Es usted un hombre afortunado señor Agreste. Es un magnate que tiene fama y un hijo modelo talentoso en lo que hace... Es una pena que no tenga a alguien de su familia que le suceda en el trabajo porque por desgracia su hijo no heredero su talento- Mencionó con fingida preocupación para mortifica a su jefe.
El antiguo Gabriel Agreste le hubiera gritado en su cara que se marchase e intentaría akumatizarlo lo más pronto posible. Ahora intentaba ser un mejor hombre, lo único que conservaba desde siempre era lo de no demostrar sus emociones y poder controlar la situación.
-Gracias por tu preocupación, pero aún sigo vivo cómo podrás notar y no tengo ninguna intención de morirme pronto. Estoy seguro de que en su momento encontraré a un digno sucesor a mi trabajo- Dijo con una voz calmada.
El ejecutivo estaba bastante molestó por no haber logrado su objetivo que se marchó sin despedirse.
Cuando todos se fueron Gabriel Agreste pudo cerrar la puerta y ponerse a pensar algo preocupado por el futuro de su empresa. Puede que en el pasado no le pusiera mucho caso a Adrien y ahora apenas estaba arreglando su destrozada relación por lo que estaba lejos de ser el padre perfecto, pero siempre pudo apreciar que su hijo no tenía mucho interés en seguir sus pasos y que a pesar de que no le desagradan ser modelo tampoco veía que se quisiera dedicar a eso.
No iba a obligar a su hijo a ser cómo él ya que apoyaría su decisión de ser lo que quisiera. A pesar de estar tranquilo con esa decisión no podía evitar sentirse triste por no saber el futuro de su empresa cuando el no estuviera ya que no quería que su empresa quedara en manos de alguien que no fuera de su familia.
-¿Tanto le preocupa el futuro de su empresa? - Se atrevió a preguntar su asistente.
Ella temía ser algo entrometida al preguntar por lo que lo hizo bastante bajo. Eso le sirvió para poder sacarlo de sus pensamientos.
-No voy a obligar a mi hijo a ser lo mismo que yo y no le veo siendo modelo para siempre- Le dijo con una voz calmada.
Esto resultaba interesante para ella porque al ponerle atención podía notar cuales sentimientos ocultaba y cuáles dejaba a la vista de todos. Le resultaba interesante el comportamiento de su jefe.
- Si me permite sugerirle algo. Tengo entendido que habrá un nuevo desfile dentro de unos cuatro meses. Habrá personas muy importantes que irán con sus hijos. Quizá ahí encuentre a la persona que requiere para hacerla su aprendiz y que en el futuro pueda ser el diseñador o diseñadora de la empresa de la que va a ser dueño su hijo- Su voz sonaba más segura, pero todavía baja.
-Es una buena idea. Es todo por hoy ya puedes retirarte. Estos últimos días te he dado mucho trabajo, sin tu ayuda aún dormiría en las mañanas por lo que te doy las gracias-Le dijo con una voz más amable.
Recogió todas sus cosas sintiéndose algo decepcionada porque no le había dicho si la contrataba o no. Creía que había convencido al diseñador, pero parecía que se había equivocado. Ahora solamente quedaba ver como iban a poder vivir en ese mes porque había apostado todo a esta oportunidad y había fallado. Cuando estaba con sus cosas a punto de abrir la puerta le vuelve a hablar.
-Antes de que se vaya quiero decirle que está contratada. Me ha sorprendido mucho como se desempeño durante esta semana. Para mañana estará su contrato solamente para que lo firme y cuando esté firmado hablaremos de las condiciones para ver si está de acuerdo o quiere que se adapten- Su voz notaba que le preocupaba algo.
Estaba bastante feliz para ponerse a pensar en eso. Antes de que se fuera le firmó un cheque con €100,000 por lo que podría comprar cosas para la casa y algo para su hermana. Se despidió sintiéndose bastante agradecida por la oportunidad.
El día no podía haberle ido mejor porque ya tenía trabajo asegurado, había salido temprano y podía estar un rato con su hermana aparte de tener algo de dinero. Ahora solamente le quedaba conservar el puesto de trabajo.

Amor en París Donde viven las historias. Descúbrelo ahora