41. Nunca te abandonaré

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La copa de la mujer cayó al sofá, manchando la delicada tela de este. Su esposo a su lado tomó sus hombros, pues sentía que la mujer en cualquier momento se desmayaría. Y aunque resultara exagerado, podía entender su reacción por la manera tan abrupta en que Mark lo soltó.

Mi cuerpo entero temblaba y las miradas molestas de mis padres en reclamación no ayudaban, estaba claro que no esperaban una confesión de esa magnitud, y si mis padres quienes sabían de sobra sobre los sentimientos del uno por el otro tenían esa expresión en el rostro, no podríamos haber esperado menos de los padres del mayor.

—¡Suéltame!—exclamó la señora a su marido—... Tú, tú tienes que explicarte mejor Lee Minhyung. Por favor, sé más claro, ¿saliendo en que sentido?

La cabeza gacha del canadiense se alzó con pena, odiaba hacer sentir así a la mujer que le dio la vida.

—Donghyuck y yo... nos queremos, mamá—su mano apretó más fuerte mi agarre, inhalo más hondo antes de clarificar—nos gustamos de manera romántica.

La mano de la mujer paro en su frente, pasando aquella por sus cabellos una y otra vez. Su concentración iba al suelo en cada pisada, pensando en que momento y cómo no se había dado cuenta.

—Ustedes—apuntó a mis padres—¿Ustedes sabían todo esto?—no se reparó en esperar—Lo sabían, por eso están tan tranquilos—rio irónica—¿Cómo pudieron mentirme en la cara después de que les abrí la puerta de mi casa?

La cara de mi madre sólo delataba lo avergonzada que se sentía al respecto.

—Michelle entiende, no nos correspondía a nosotros decirte los sentimientos de tu hijo-

—¿Estás diciendo que es mi culpa por no haberlo notado?

—No, yo no quise decir eso-

Mark camino hasta su madre, intentando tomar su mano en son de calma, pero esta se apartó de inmediato.

—Entiende por favor, no es culpa de los papás de Donghyuck—habló—Esto es sobre nosotros, sobre mí.

La señora Michelle asintió mientras una traviesa lágrima escapaba de sus ojos.

—Yo sólo... por favor necesito... necesito que me dejen en paz un rato.

Pasando por al lado de su hijo y sin esperar respuesta alguna, subió las escaleras perdiéndose con su esposo detrás. La habitación se llenó en un silencio profundo, que sólo era llenada por los sollozos de Mark que en medida iban aumentando, me acerque al mayor y nuevamente como si hubiese sido hace unos minutos -porque lo fue- fui su hombro de conforte, no importaba cuanto llorara, no lo soltaría. Estábamos en esto juntos.

—Siempre lo imagine... pero no creí que sería justo en nochebuena—reprochó la abuela a su nieto, se levantó de la silla con esfuerzo y se acercó a Mark—Ay querido—suspiró, permití que la señora tomara en brazos a su nieto y en un cálido abrazo prosiguió—Bien, llora, es lo que puedes hacer en este momento, es un derecho después de todo... pero Markuri, no te ahogues en ello—levantó su mentón—Tú no has hecho nada malo, ¿Qué pudiste elegir otro día más apropiado? Puede ser, pero mejor ahora que nunca.

El rostro del canadiense se contrajo, las lágrimas andaban por doquier y el color rojo deslumbraba en su piel.

—Abuela—tomó las prendas de la señora, aferrándose a ella en un desahogo total—...Yo, yo no quiero que me odie.

La abuela rio dulcemente sosteniéndolo en brazos. Los meció a ambos en su reconforte y negó por lo bajo.

—Eso no pasará—depositó un beso en la frente de su nieto y peinó sus cabellos delicadamente hacia atrás—Tú mamá podrá ser una histérica por naturaleza pero nunca podría odiar a su propio hijo, la agarraste de sorpresa eso es todo.

Clase A  «MarkHyuck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora