40. Helado invierno

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Con la luz pegando fuertemente en mi rostro me dediqué a cerrar la ventana, la noche pasada ni siquiera habíamos tenido tiempo de terminar la película cuando ambos babeábamos en la almohada. Sin embargo, si era sincero, disfrutaba de abrazar al mayor y verlo dormir tan plácidamente.

Sus finos labios se encontraban entre abiertos, con esa expresión que me decía cuan cansado había estado, ni siquiera la resplandeciente luz solar lo había despertado y ciertamente Mark se caracterizaba por su sueño ligero.

El suave sonido de la puerta siendo abierta con extremo cuidado resonó en la habitación, mi madre había optado por hacer lo menos posible de ruido, entrando en la misma como si de un espía se tratara, acto que dejó cuando me atrapó observándola con desconcierto.

—Oh, estás despierto—acotó sorprendida—Necesito que me ayudes a empacar los regalos para tus primos. Vístete, te espero en el salón.

Una vez marchó suspire agotado, era tan temprano aún, yo también quería seguir durmiendo junto a Mark...

Salí de aquella cama intentando ser muy cuidadoso de no despertarlo, lo dejaría descansar un rato más, después de todo estaba seguro que no tendría más nada que hacer y que mi madre le había avisado a los padres del mayor sobre su paradero.

Mi madre estaba diligentemente envolviendo y guardando todos los regalos -que había comprado a última hora- para la familia. Aún faltaban muchas cosas por hacer; empacar las maletas, regalos, comida y diversas cosas que siempre llevaba como el trineo y patines de hielo.

No me quejaba, con mis primos no había momentos aburridos.

Eran alrededor de las once cuando con un rostro y cabello perfectamente peinado hacia atrás Mark bajo por las escaleras.

Estaba envuelto en una cálida bufanda que lo cubría hasta las narices y las manos metidas por completo en los bolsillos.

—Buenos días señora Lee, buenos días Donghyuck...

Tanto mi madre como yo compartimos esa mirada de "ya falta poco para el medio día pero correcto no diremos nada"

—Buenos días, Mark ¿Dormiste bien anoche?—los ojos de la mujer vagaron entre el canadiense y yo, su propio hijo. Sobra decir que la sonrisa tímida de Mark habló por sí misma.

—Mark, hay desayuno en la cocina, come antes de marchar—le informé, notando sus intensiones de largarse con el estómago vacío—Nosotros ya casi estamos terminando con los preparativos.

Mark me miro boquiabierto, probablemente había olvidado que hoy en la tarde tenía un avión que tomar.

Asintió finalmente dirigiéndose a la cocina un poco desanimado. En súplica mire a mi madre, esperando que entendiera lo que le pedía.

—Está bien, ve con él, de todas maneras ayudaste lo suficiente.

Corrí a la cocina para hacerle compañía a Mark, observándolo en la pequeña isla de esta tomando un café.

Lo abrace de espaldas, teniendo cuidado de no quemarlo.

—¿Estabas cansado, no es así?—mi mejilla apretada contra su espalda ocasionó en mi hablar un murmullo.

Con cuidado Mark se volteó, buscando mis ojos.

—Había sido una semana agotadora... gracias por dejarme estar contigo.

Apreté aún más fuerte al chico bajo mis brazos, se sentía tan suave y bien junto a mi cuerpo que no quería tener que soltarlo.

Después de las semanas donde no pude verlo lo que más quería era pasar las vacaciones junto a él, pero claro, eso no sería posible.

Clase A  «MarkHyuck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora