10. Un matrimonio así

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Oh my god. Esto quedó increíble, Donghyuck—halagó dando su último bocado.

—Ya sé, ya sé. Me lucí—dije con aires de superioridad—pero en realidad lo hiciste muy bien Mark, estoy seguro que si vienes a comer más seguido serás un mejor cocinero en poco tiempo.

—¿En serio?—cuestionó con ilusión—Bueno, en realidad yo no hice mucho, todo fue por tu ayuda. Gracias.

  Mark parecía algo nervioso al darme un halago de tal grado. Su voz se hacía cada vez más baja y se formaba en su rostro una sonrisa tímida que expresaba su inquietud a la vez que frotaba su nuca con incomodidad, haciendo así de la escena algo adorable. Él tenía eso que se llamaba ternura natural, sin duda.

—Siendo honesto esta es la primera vez enseñando a alguien hacer algo tan simple como un espagueti, pero fue divertido. Te veías gracioso pidiendo ayuda porque según tú se estaba quemando la cocina—y dicho eso me eché a reír.

—¡Ay por favor! Es culpa tuya por no tener una cocina eléctrica—esto me pasa por querer ser buena gente—además, yo no te digo nada de tu mal konglish.

  No podía creer tan vil mentira. No había día en el que Mark no riera ante mi pronunciación o conjugación de las palabras, ahora debería ser mi turno de reír.

Aish, este mocoso.

—¡Retráctate! Es más, merecía reírme después de tantas burlas de tu parte.

—Rencoroso al fin—soltó rodando los ojos con una sonrisa burlona en el rostro.

—Yo no soy rencoroso Mark, solo no olvidó.

  Se había vuelto gracioso el cambio tan radical que había dado la conversación, pasar de hablar sobre lo buena que había quedado la cena a la pequeña riña que se había formado entre ambos, obviamente nada de lo que decía iba en serio; al igual que sabía que el mayor solo estaba provocándome, pero aún así no dejaba de ser divertido para ambos discutir por trivialidades sin sentido alguno. Mark era alguien que cada vez me sorprendía aún más por las diferentes facetas que mostraba estando cerca, siempre descubría algo nuevo e interesante de él; como por ejemplo ahora que veía que el mayor era alguien que podía llevarle el ritmo a mis burlas sin problema alguno.

—Eso mismo diré casualmente en nuestra clase de mañana, ups—dijo nuevamente con su ya típica sonrisa traviesa.

  O quizás el estar a mi lado ya le estaba afectando.

—He debido haber hecho algo realmente malo en mi otra vida como para que me tocaras de profesor, estoy seguro.

—Y, vecino; que no se te olvidé—recordó guiñando un ojo como si ese simple hecho mejorase las cosas.

—Oh, claro. Y vecino, y profesor. Oh y casi se me olvida, compañero de clases también ¿quieres dejar tu acoso, Mark? Esto ya no es gracioso, asusta.

—Oh, vamos; yo ya estudiaba ahí y fuiste tú quién se cambió a mi clase. Tú eres el acosador.

  En realidad el cabeza de sandía tenía un punto, pero no lo dejaría ganar tan fácil. Claro que no.

—Y tú a mi vecindario, entonces ¿quién es el verdadero acosador aquí?—dije señalando mi última razón para creer que Mark era en realidad quien me estaba siguiendo.

—Agh, olvídalo me rindo. Tú ganas.

   Desde pequeño mi mamá me dijo que tenia el don de hacer irritar a las personas con facilidad, creo que al fin podré darle una buena utilidad.

—Siempre ganó, Mark. No sé porque pensaste que esta vez sería diferente

  Mark me miro unos segundos más con una expresión de notable incredulidad como si no creyera las palabras que salían de mi boca; con una penetrante mirada que juro que si seguía unos segundos más comenzaría a paniquear de lo incómodo que se estaba volviendo la situación; hasta que al fin se dió por vencido soltando una carcajada diciendo lo que parecía haber estado pensando.

Clase A  «MarkHyuck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora