21. El tipo de Mark Lee

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Luego de haber acabado rápidamente con la conversación que ya se había alargado por demasiado con mi vieja amiga, decidí que era momento de ir camino a casa del canadiense, al cuál le había dejado prácticamente plantado y con la responsabilidad del pequeño cachorro que con esfuerzo habíamos logrado que sus padres adoptarán.

Él era sin dudas un buen amigo. Creo que ni en un millón de años Renjun o Chenle hubiesen hecho algo similar; Chenle porque en su edificio no permitían animales y Renjun porque era un hombre más de gatos.

En serio, debía hacer algo para agradecerle al mayor por todo lo que había hecho por mí.

De camino a la tienda de mascotas, pase por una lujosa joyería que no pude resistir mirar, las luces brillaban en mis ojos y los destellos de las prendas me llamaban. Decidí echar un vistazo y luego de unos minutos salí. Se hacía tarde y era probable que el canadiense me estuviese esperando aún.

El trayecto pareció más corto de lo que imaginé, y para cuando llegue la dulce señora Lee estaba en la entrada leyendo su libro, así que me dió paso y seguí el camino a la habitación que ahora conocía muy bien.

Abrí la puerta ligeramente con la bolsa escondida en mi espalda, buscando indicios del canadiense y del peludo que recordaba a ver visto hace poco.

La alegría dejo mi cuerpo cuando otros ojos marrones se cruzaron en mi panorama; no solo por quién era sino más bien por cómo estaba. Este se encontraba plácidamente sentado en la cama blanquecina dónde recordaba noches atrás haber dormido.

Un bufido salió de mi boca y los ojos me rodaron.

Mark por su parte se paró contento dándome la entrada a su cuarto, tomando uno de mis brazos, trayéndome al frente. Se sentó nuevamente, golpeteando con delicadeza la orilla de la cama a un lado, invitándome a sentar.

Con un poco de fatiga tomé asiento y fue entonces cuando el más altos de todos habló.

—Hey, Donghyuck—llamó—¿Cómo estas, amigo? Mark me dijo que hoy adoptaron un perrito.

Sin darle más tiempo, mis pupilas fueron fijamente al blanco pelaje que ahora se hallaba entre los dedos del canadiense.

—Oh, si, este es nuestro bebé—lo tomé y en un santiamén el animal ya estaba lamiéndome sin parar, haciéndome reír en respuesta.

—Así me contó Mark—respondió—Que por cierto, no hacía más que hablar sobre t-

—¡Ya Johnny hyung tiene que irse!—interrumpió Mark halando de la muñeca del mayor—Hasta pronto hyung, me llamas para después vernos.

Johnny seguía estupefacto, con el entrecejo levemente fruncido. Luego de las últimas palabras del canadiense sus comisuras comenzaron a elevarse y su expresión se relajó.

—De acuerdo, de acuerdo—comenzó—Bueno, hasta luego Donghyuck. Bajaré solo, Mark; me despediré de tus padres. Te llamo en la noche, bobito.

Cerró la puerta y la habitación cayó en un profundo silencio. Seguí jugando con el cachorro unos segundos más, mientras Mark se iba acercando nuevamente a la cama.

—Si hubiese sabido que estaba Johnny, no habría interrumpido—expulse aquellas palabras que parecían quemarme la garganta.

—No, no interrumpiste—dijo—Johnny hyung sólo vino a visitarme de manera sorpresiva. Él suele hacer esas cosas, además, mis padres lo aman. Creo que en realidad viene por la comida de mi madre más que por mi compañía—contó cómicamente, acariciando también al cachorro inquieto que no hacía más que lamer.

Clase A  «MarkHyuck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora