45. Eterno adiós

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La tarde del 26 de marzo a las 17 horas, la señora Lee falleció.

Los teléfonos no dejaron de sonar y todos los bonitos días que suponían la primavera se sentían marchitos. Su funeral fue una reunión privada con la familia y amigos más cercanos de la señora Lee, donde mi familia había decidido no asistir por respeto a su duelo.

Mark no había regresado a clases las semanas posteriores a su muerte, por lo que le enviaba las tareas por correo sin saber si quiera si el mayor las leía, aunque suponía que no, dado que ni siquiera contestaba mis mensajes, ni atendía a su ventana cuando le llamaba.

Había decidido tomar distancia y darle su espacio para que llorase y sacara todo el dolor que ahora tenía dentro. Me di como tarea el esperar hasta que el mayor viniera a mi cuando estuviese listo.

Miraba el techo con las estrellas mal pegadas de mi habitación. Aburrido, todo se sentía gris y solitario a mi alrededor. Extrañaría mucho a la señora Lee, fue en todo momento una mujer muy divertida y de buen corazón. Estaba seguro que Mark la extrañaba aún más, ojalá pudiera estar con él ahora.

Mi puerta sonó.

—Donghyuck—Llamó mi madre—Es Mark, está esperándote abajo.

Al oír el nombre del canadiense me acomodé en mi cama y salí disparado en busca del calzado.

Una vez baje lo mire en la entrada de casa sentando en uno de los bancos esperando. Mi madre nos dejó solos y con lentitud me acerqué al mayor.

—Hola...—Tomé asiento a su lado—¿Por qué no subiste-

—Tengo algo que contarte.

Sonaba serio. Trague saliva y asentí.

—Oh, claro—Sus ojos miraban sus tenis, perdidos en ellos—¿Es-Estás bien? Sé que ha sido muy fuerte todo...

El silencio del contrario no ayudaba. Nunca había sido bueno consolando, ni menos cuando se trataba de sucesos tan fuertes y dolorosos como ese, donde uno de los seres más importantes para la persona que quería marchaba de este mundo dejando con ello un vacío muy grande para quienes la conocimos.

El mayor cerró ambos ojos y exhaló el aire retenido.

—Nos mudaremos de vuelta a Canadá.

Un mutismo aún mayor se prolongó.

Como un balde de agua fría, podía sentir a mi corazón paralizándose por un segundo. Quería reír y pretender que era una broma de mal gusto, pero mientras más notaba las facciones de tristeza de Mark y el serio panorama que nos rodeaba, más se borraba la sonrisa nerviosa que amenazaba con salir.

—¿Es-es en serio?

Mis ojos comenzaron a alternarse entre la cara del mayor y su casa, buscando respuesta de esa manera. Mi voz no paraba de temblar y la mirada de Mark se apartó tapando a su vez su rostro que estaba apunto de contraerse en llanto.

—Lo siento....—Mark me abrazó y por primera vez sentía que bajo sus brazos no había amor, había lastima y compasión.

Me deshice de su agarre.

—¿Por qué...? No lo entiendo.

La mirada roja por el llanto de Mark que adornaba su rostro con ojeras grandes y profundas me observaron por primera vez en el día, en semanas.

—Sin la abuela aquí no hay razón para que nos quedemos, Donghyuck.

Expulsó, como si mi corazón no fuese a estar al segundo esparcidos por doquier. Ese fue el inicio de un llanto que sin poder evitar sería el primero de muchos por Mark. Volví a sus brazos y estos me abrazaron con la misma fuerza que se puede sostener al ser que más amas.

—Mark, yo no quiero que te vayas... quédense.

Separándose, el canadiense tomó mi rostro y volvió a negar.

—Mi papá ya tomó la decision—explicó—Pidió su traslado a Canadá.

—Pero, pueden quedarse ¿No les gusta aquí?

Los puños del mayor estaban rojos por la presión retenida, su mirada estaba pérdida y sus labios resecos.

—Mi papá... No podemos obligarlo a estar en la misma casa donde vivió mi abuela. Le hace daño su ausencia—Explicó—Desde un inicio el plan fue venir para cuidar a la abuela, si ella ya no está no hace falta nuestra presencia aquí.

—A mi me hará falta...

Una lágrima cayó de los ojos de Mark y asintió.

—También me harás falta, Donghyuck.

Soy la clase de persona que lucha por lo que quiere, que si hay una injusticia peleó por ello. Pero esto es una guerra contra la nada, que desde el inicio había perdido. No podía obligar a su familia ni al mismo Mark estar en una casa que los hacía sentir miserables y vacíos. No sería justo, aunque me partiera el corazón.

—¿Cuándo te irás?

Mark sorbió su nariz sabiendo que sería la parte más difícil.

—En una semana—Anunció—Se tomó la decisión hace unos días pero no tenía el valor para decírtelo.

Una semana.

Mi primera impresión terminó siendo mejor de lo que se imaginaría. Al final, lo que sea que nos quedara juntos de igual manera me dolería así que no interesaba realmente cuando sucediera. De todas maneras, la pasaría mal.

—Wow, es bastante pronto.

El mayor asintió.

—Papá debe volver cuanto antes—buscó mi mano—Ya están enviando algunas cosas para allá así que es oficial.

En ese momento podía jurar que sentía como mi pecho se partía en miles de pequeños pedazos regados que ahora eran parte del viento. Como si doliese todo y nada a la vez, porque lo entendía pero ardía en mi interior como la herida más profunda jamás causada.

—...Entonces te irás—sonreí, aguantando las lágrimas—Yo, yo espero que tengas un buen viaje.

Mi voz se partió y mi rostro entero se desfiguró en lágrimas que salían tan deprisa que ni tiempo a limpiar daban. Mark intentó inútilmente calmarme pero era en vano porque el vacío en mi cuerpo y cuenta regresiva en el cerebro ya estaban indicándome cuanto dolería la distancia.

—Oye, seguiremos en contacto—sostuvo mi rostro y dio un beso en la frente.

—Mark, Canadá está muy lejos, ni siquiera puedo ubicarlo en el mapa.

Mark meditó.

—Eso no tiene nada que ver.

—No importa, está muy muy lejos. Y los vuelos son carísimos, no podré visitarte nunca.

La falta de respuesta del mayor lastimaba aún más a mi razonamiento. Ambos sabíamos que era cierto, que una vez se fuera sería casi imposible volver a encontrarnos.

—Ni la distancia hará que deje de amarte.

Cerró los ojos soltando las últimas lágrimas.

—Te mataré si lo haces.

Golpee su pecho y Mark entre lágrimas río.

—Te extrañare mucho... ¿Lo sabes, no?

Asentí.

—Yo más—Tomé su mano—¿No perderemos el contacto, verdad?

—No, porque entonces yo te mataré.

Reí buscando el hombro del mayor y recostando mi cabeza allí. Ojalá pudiera estar así toda la vida, al lado de Mark. La persona que más amaba.

Porque lo amaba.

Clase A  «MarkHyuck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora