Capítulo 7

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El peor día de todos.

Layla.

La cabeza me martilla y me duele todo el cuerpo incluyendo un dolor más notorio en mi entrepierna.

Me quedo acostada en la cama deseando desaparecer, hay una nota en mi mesita avisándome que el torneo se cancela para mañana.

Mejor así, no creo estar capacitada hoy para un combate cuerpo a cuerpo.

Trato de evocar la noche de ayer y me encuentro sobre Daniel jadeando como perra en celo, a ambos en la cocina, sobre el sofá, en las escaleras y por último en el cuarto.

Me siento en la cama a la velocidad de la luz y me cubro la boca con ambas manos. ¿Que hice? ¿Como lo voy a llamar instructor ahora? Si me lo folle como ninfómana poseída.

Me levanto y me voy a la ducha intentando borrar esos recuerdos, dejo que el agua tibia cubra mi cuerpo y relaje mis músculos. Debo ir a la academia y echa un manojo de nervios no voy a conseguir nada.

Me visto con lo típico de entrenamiento y bajo a prepararme una tila para poder calmarme, no lo consigo y me voy en taxi ya que mi auto está en la Academia.

Llego en tiempo y trato de no toparme a Daniel, su auto no lo vi así que no debe de haber llegado aún.

–Hola Caramelito. —me saluda Elena y volteo para abrazarla.

–Hola.

–¿Que tal estás? Te ves agotada.

–La verdad lo estoy, no dormí bien. —confieso omitiendo los detalles.

–Se te nota.

–¡Al campo! —la voz de Daniel truena detrás de nosotras.

Doy un respingo y volteo a saludarlo pero pasa por mi lado dejando su perfume impregnado en mis fosas nasales.

–Me gustaría saber cómo folla ese semental. —comenta Elena y me muevo incómoda.

–¡Lombardi dije al campo! —me grita y no lo hago esperar.

Formamos filas y el se detiene frente a nosotros, se pasea de un lado a otro de la formación alineada y no puedo evitar mirarlo ya que estoy en primera fila.

–Mañana es el gran día, los quiero a todos hoy entrenando hasta tarde, nuestra academia tiene que salir en primer lugar, el que crea que se va a rajar se puede ir ya a la misma mierda.

Habla con voz potente y creo que se me van a caer las bragas.

–¡Treinta vueltas al campo ahora mismo!

Demanda y todos obedecen menos yo que no me he enterado de nada, si fuera un animado estoy segura que ahora mismo me brotarian corazones de los ojos.

–¿¡Estás sorda o que!? Dije todo el mundo a trotar.

–Lo siento... Es que yo pensé que..

–No estás aquí para pensar, estás aquí para entrenar y prepararte, ¿Que tanto miras? ¿Tengo un puto muñeco en la cara?

Se enoja y me siento minúscula.

–No señor. —alzo el mentón.

–Entonces al campo, son treinta y cinco para ti.

Acato la orden y me uno a mis compañeros que me miran como si estuviera loca y la verdad estoy dudando de mi cordura.

Terminando de trotar nos pone a hacer planchas y luego a practicar tiro al blanco, no nos da tregua, está de mal humor y se le nota cada que respira.

El entrenamiento termina a las cuatro de la tarde y voy a las duchas.

Me coloco un vestido suelto y unas sandalias de tacón alto,me desenrredo el cabello y salgo con mi mochila.

–Te vinieron a ver. —avisa Elena.

Salgo al jardín y ahí está Ian sonriente y radiante como siempre, sonrío al verlo y me acerco para abrazarlo.

–Ya no se le ve el pelo señorita mercenaria. —bromea y le doy un golpe en el hombro.

–De mercenaria nada, solo soy una simple entrenadora de tiro al blanco.

Me siento en una banca y el me imita sacando la barra de chocolate energético que me ofrece.

–Y futura presidenta de los Estados Unidos.

Suelto una carcajada que se esfuma cuando veo a Daniel entrar al jardín, se coloca debajo de un árbol y saca un cigarro.

–¿Pasa algo?

Pregunta Ian al notar mi cambio.

–Nada, solo que he entrenado mucho hoy y aún me faltan clases.

–Y yo que quería invitarte a algo, para compensar lo de anoche.

Sonrío y le pellizco un cachete dándole un mordisco a la barra de chocolate.

–Vale, pues después de clases salimos.

Propongo y se acerca dándome un beso en los labios, me toma por sorpresa y abro los ojos como platos.

–¿Segura que estás bien?

Asiento y miro a Daniel que no deja de repararnos con cara de querer asesinarnos.

–¿Pasa algo con el?

–No, es mi nuevo instructor y es un tanto malhumorado, pero solo eso.

–Bien mejor me voy, nos vemos luego.

Asiento y se despide, me quedo sentada en la banca y Daniel apaga el cigarro, viene en mi dirección y arqueo la espalda a la espera de algo pero no llega, pasa por mi lado y lo llamo haciéndolo detener.

–¿Que?

Me le acerco y se mete las manos a los bolsillos a la espera.

–Es que te noto algo frío y distante y de muy mal humor y me preocupe.

Tuerce los labios y finge una sonrisa que me hace fruncir el entrecejo.

–¿Pasa algo? —pregunto.

–No lo se, dímelo tu. —dice divertido.

–¿En serio estás bien?

Me acerco y alza las manos haciéndome retroceder.

–¡Oh! Espera, todo ese numerito es por lo de anoche, ¿Cierto?

Me quedo callada con algo de vergüenza y ensancha una enorme sonrisa.

–¿En serio crees que lo que pasó anoche tiene importancia para mi?

–No lo se, pero es que fuiste tan... No se explicarlo, pero lo sentí especial y me llamaste nena, me dijiste que era hermosa y...

–¿Tienes idea de a cuántas mujeres les digo hermosa a diario? Para mi ninguna mujer es especial ni significa algo y tú no serás la excepción, bájate de esa nube que no soy tu príncipe azul.

Se va riendo como idiota y yo me quedo que no se dónde meter la cara, siento vergüenza y asco de mi misma. «¿En que estaba pensando cuando creí que le podría importar a ese gilipollas?»

Intento dejar de sentirme estúpida pero es imposible. Voy a las clases que me quedan y no me concentro con Daniel rondando todo el tiempo, con su cara de imbécil mirandome y negando con la cabeza como si le hubiese dicho algo tan gracioso.

«Lo odio» y me odio a mi por ser tan ingenua.

Placer Y Obsesión (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora