Declan:

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Golpeo por última vez los barrotes y voy a sentarme a un lado de Cedric. Los policías que cruzan frente a nosotros nos sonríen divertidos y algunos se burlan. Como me gustaría salir y golpearlos a todos y cada uno de ellos. Cabrones.
— Oye, Declan. —volteo a ver a Cedric— Desde aquí escucho los gritos de tu hermana. —sonríe burlón y golpea mi hombro.
— No es para menos. —me pongo de pie al ver al oficial que nos encerró aquí venir hacia nuestra celda. Abre la puerta y nos señala que podemos irnos. Al pasar a su lado estoy a punto de darle un golpe pero Cedric me lo ha impedido. Caminamos sin prisa hasta recepción, en donde sin dudas nos espera un monstruo a punto de lanzar fuego por la boca. Si es que no lo hace ya.

Lo único que he recibido es un golpe en la cabeza. Menos que Cedric, el cual tuvo un pequeño dolor en el brazo y tal vez ni siquiera eso. Mi hermana no ha dicho palabra y a decir verdad se la ve muy preocupada. Aunque por lo general siempre se encuentra así. O sino enfadada. En cualquiera de estos estados de ánimos suele vérsela. Siento una presión en el hombro y enseguida dirijo la vista a Cedric. Éste me señala algo frente a nosotros, sigo con la vista su indicación y me sorprendo al ver a una chica sentada de acompañante en la camioneta. ¿Es que mi hermana ha hecho una amiga? No es algo que haya creído imposible pero… no es del todo normal. Irene sube de prisa al auto y comienza a hablar con la chica. Ésta última asiente y parece que tranquiliza a mi hermana. De seguro Irene se ha disculpado con ella por traerla a un lugar como éste y por dejarla esperando sola en el auto. Subo detrás de Cedric y de repente siento tenso el ambiente. Sé que mi hermana no discutirá habiendo alguien presente. Alguien que desconoce mi situación… claro. Sin decir palabra enciende el coche y pone la radio en su estación favorita. No diviso bien a la chica a su lado pero vagamente me parece conocida.

Han pasado veinte minutos y la atmosfera sigue intacta. Nadie ha dicho nada y de momentos veo que mi hermana quiere sacar un tema de conversación pero luego se arrepiente. La muchacha por otro lado parece muy entretenida viendo algo por la ventana. La verdad es que quiere pasar desapercibida y evitar a todo mundo.
— ¿Hace cuánto la conoces, Irene? —me digno a preguntar. Observándola bien ni siquiera parece ser de su edad. Cedric me mira curioso y niega con la cabeza mientras se acomoda para dormir. Aún falta para llegar a casa. Mi hermana no ha respondido pero se bien que quiere hacerlo, el problema es que seguro desatará una discusión y ella se molestará. No quiere mostrar ese lado suyo a su nueva amiga.
— No es de tu incumbencia, Declan. —responde con una serenidad que ha perdido hace tiempo.
— ¿Tan poco? —adivino— ¿Y la traes contigo para buscar al criminal de tu hermano? —sus nudillos se vuelven blancos al apretar con fuerza el volante— Me sorprenden las amistades de ahora. —ironizo.
— ¡Cállate! —estalla— Primero que nada, si eres un criminal es porque has echado tu vida a la basura sin medir consecuencias; y segundo, no la metas en esto. —trata de calmarse respirando hondo varias veces.
— ¿Te molesto? —le pregunto a la chica. Irene me lanza una mirada feroz por el espejo retrovisor mientras que la muchacha no se digna a mirarme. Está muy incómoda, eso es seguro.
— Basta, Declan. —gruñe ella y le murmura una disculpa a la chica.
— ¿Por qué? —le resto importancia— Le hice una pregunta inocente y ella no ha contestado. —me acomodo en el asiento e ignoro el golpe de advertencia de Cedric.
— Ella no es alguien que acostumbra esta clase de situaciones. —explica mi hermana mientras dobla a la derecha.
— No me digas. —rio sin gracia— ¿Su vida es perfecta, no? —me acomodo entre el espacio de los asientos delanteros y fijo mi mirada en la chica. Su cuerpo se tensa ni bien dirijo mis ojos a ella. Parece querer decir algo y a la vez tiene miedo de hablar. Que… patética.
— Mi vida no es perfecta. —susurra luego de unos segundos, y oír su voz por alguna razón me sorprende— Es… ordinaria, sencilla. —se encoge de hombros— Solo eso. Todos los días vivo una rutina. —sin ser brusca se aleja de mí y voltea la cabeza a la ventanilla. Adopto la posición de minutos atrás y nadie vuelve a hablar el resto del trayecto.

La chica común y el boxeador imponente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora