Irene sólo me miró una vez entre lágrimas. No habló porque resultaba inútil. Ninguna frase coherente salió de sus labios. No paraba de tartamudear. Lloraba a mares. Se culpaba, lo sé. Siempre lo hace cuando ocurre algo conmigo. Nunca dejará de hacerlo a menos que cambie.
Y quiero cambiar, ¡diablos que sí!, quiero superarme, mejorar.
Basta de causarles problemas a los demás. Basta de preocuparlos. Basta de arruinarme la vida… si es que a esta porquería se le puede llamar así.Cedric entró unos minutos pero fue suficiente para que me pusiera al corriente de lo que sucedía afuera. Dijo que Irene había llamado a Kalinda y le contó lo sucedido. Ella solo respondió cinco palabras:
"Cuando mi papá despierte voy."
Eso fue hace ya horas por lo que deduzco que Kalinda ya está aquí. Deambulando por el hospital hasta que le permitan visitarme. Cosa para la que al parecer falta demasiado todavía.
Ruego porque pueda controlar los nervios y la ansiedad tanto como pueda. Conociéndola se que pido algo, no imposible, pero si muy difícil.
Juro que me odio por hacerla pasar por esto. Espero me perdone.
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La chica común y el boxeador imponente.
RomanceElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...