La cara que demuestra me genera... una mezcla de emociones. Por momento va ganando una buena.
- Tendré que hacerme cargo entonces. -las palabras escapan sin pensarlo demasiado, y no me arrepiento. ¿Qué está sucediendo?
- ¿De qué te harás cargo? -a retrocedido como si hubiese dicho una atrocidad. Tal vez si lo he hecho.
- Vamos, te acompaño a casa. -hago un cambio abrupto de tema, la tomo por los hombros haciéndola girar y empujo su espalda suavemente para que camine.
- Declan... -no contesto, y ella no voltea a verme por lo que terminamos aquí la conversación.De camino a casa de Kalinda nos hemos encontrado con más de la mitad, creo, de su familia. Supo evitar a los primeros cinco pero de ahí en adelante le fue imposible.
Principalmente mujeres se acercaron a saludarla. Habló con ellas de manera normal, supongo. Aunque cuando una, o mejor dicho todas, quisieron saber quien era yo... nunca la había visto tan nerviosa hasta ese momento.
Con un hilo de voz me presentó y se despidió. Esa fue su táctica de escape en cada caso. A excepción del último, en donde una prima la detuvo y bromeó con ella a causa de mi presencia.
Luego, quien la molestó por todo lo anterior, fui yo.
Sus mejillas ruborizadas mantuvieron ese color hasta que llegamos a destino. De a ratos sonreía, pero solo cuando creía que no la veía.
Esa chica es... interesante.
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La chica común y el boxeador imponente.
Roman d'amourElla tiene dieciséis años. Él tiene veinte. Ella jamás se ha metido en problemas. Él vive para eso. Ella se asusta con mucha facilidad. Él piensa que eso es patético. Ella no quiere enamorarse. Él desconoce ese sentimiento. Kalinda necesita a...